Monstruos y matones

Viñeta: Ferrán 2024, vía {Diario} Red

La épica trata de hechos protagonizados por personas que hacen frente a situaciones y enemigos de abrumadora superioridad en fuerza, número y armamento. Las crónicas recogerán y los juglares cantarán la gesta del héroe, individual o colectivo, sin importar que el desenlace sea la derrota, las más de las veces, o la victoria, en raras ocasiones. La figura del héroe crece en el imaginario colectivo de forma que la leyenda difumina los límites del hecho histórico. Aún se recuerda, XXV siglos después, con gran éxito de taquilla, la hazaña de Leónidas y sus trescientos espartanos en la batalla de las Termópilas.

Las leyendas suelen ser fruto de la reacción de los pueblos que buscan la supervivencia y la superación de situaciones límite de adversidad y opresión. En esas ocasiones, la función de la figura del héroe es aportar esperanza, ilusionar a quienes sufren, contrarrestar tanta desdicha, transformar la cruda realidad en una ilusión paralela. Los pueblos recuerdan y transmiten las epopeyas a modo de bálsamo cicatrizador de las heridas recibidas y como fábula ejemplarizante para prevenir futuros infortunios.

Para desgracia de la Humanidad, existen más personajes dignos de figurar en La historia universal de la infamia de J. L. Borges que héroes. En el libro se esbozan las figuras de matones detestables sin recoger las de monstruos como Hitler, Stalin, Franco, Mussolini, Pinochet, Videla, Netanyahu y un luctuoso etcétera. Estos monstruos genocidas son ídolos que mueven masas, en concreto, legiones descerebradas que sólo admiten el pensamiento único de dictaduras y religiones basado en el odio sectario. De mente simple, sólo necesitan una bandera, un himno, un uniforme si acaso y que les señalen un enemigo fácil, débil, derrotable sin esfuerzo ni desgaste, para desatar la violencia contenida.

Los monstruos generan una secuela de matones que exhiben su miseria moral sin más objetivo que infundir terror a sus víctimas y recibir una palmada en el lomo por parte del amo. Cuentan los matones con la complicidad de quienes debieran velar por la paz y la convivencia, sea el profesorado en el colegio o la judicatura y las fuerzas de seguridad en las calles. Los matones son un peligro por sus actos y la adhesión inquebrantable de personas sin neuronas que ven en ellos caudillos poco escrupulosos a la hora de aceptar adeptos: basta con no pensar y practicar la obediencia ciega.

Los matones marcan el camino sin retorno de la decadencia y auguran periodos de destrucción social que recogerán las crónicas en el apéndice de “degeneración y desastre”, a la postre el más voluminoso de cuantos componen la Historia de la Humanidad. Es ésta una época de apogeo universal del matonismo, con capos a nivel global como Donald Trump liderando bandas de psicópatas conjuradas para destruir la Democracia como sistema menos injusto de convivencia.

Matones de extrema derecha como Abascal, Ortega Smith o Losantos incitan a las masas irracionales a ejercer la violencia callejera con apoyo ayusista, mediático y de una Justicia y Fuerzas de Seguridad militantes y contemplativas. Colgar y apalear un muñeco que representa al Presidente del Gobierno Legítimo y Democrático de España es un paso más hacia una Noche de los cristales rotos 3.0, hacia el terror. Antes, matones radicales dispararon a las fotos del Presidente y del Vicepresidente, amenazaron con fusilar a 26.000.000 de hijoputas y rompieron el cordón policial que protegía el Congreso, todo ello sin reproche penal.

Semitismo y sionismo: sangrienta diferencia

Foto: Hazem Bader

Cuando te traen al fresco las religiones y no cuela que la judía sea una raza, conviene repasar conceptos para aclarar ideas sin caer en manipulaciones.

La palabra «semita» se aplica a la descendencia de Sem, hijo de Noé y padre de Abraham, así como de Yoqtan, antecesor de varios pueblos de Arabia. El término fue utilizado en lingüística para distinguir las lenguas «semíticas» de la «aria», palabra usada en lugar de «indoeuropeo», que acabó por imponerse. Más tarde, ambos términos pasaron del ámbito lingüístico al racial, de las lenguas semíticas a la raza semita opuesta a la raza indoeuropea o aria, adquiriendo connotaciones racistas. El «antisemitismo» se usó para nombrar las ideologías antijudías de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX.

Hacia 1850, en Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas y en Historia general y sistema comparado de las lenguas semíticas, se propone que los pueblos semitas son inferiores a los arios y se aboga por depurar el cristianismo de todo elemento semítico. Las palabras «ario» y «semita», exportadas del campo lingüístico al racial, se asentaron para descalificar a los judíos como raza, no como seguidores de una religión. El antisemitismo como rechazo racial es una contradicción si se dirige sólo contra los judíos porque, en rigor, éstos son tan semitas como los árabes.

Al antisemitismo religioso, practicado durante siglos por el cristianismo, le sucedió el racial, nacido y alimentado por nacionalismos de corte fascista como el nazismo y el franquismo, pero, a partir del Holocausto y del Concilio Vaticano II, el antisemitismo racial y el religioso desaparecen prácticamente. A mediados del s. XX, surge un antisemitismo ideológico, asociado a la legitimidad del Estado de Israel y al conflicto territorial en Oriente Medio, que demoniza el «sionismo» entendido como colonialismo, supremacismo y racismo practicados por Israel desde su fundación. No es lo mismo antisionismo que antisemitismo, aunque la propaganda de Israel trata de confundir los términos.

El «sionismo» es un movimiento político nacionalista, aparecido en Europa central y oriental a finales del s. XIX como respuesta a la ola antisemita existente, que fomentó la emigración judía a Palestina hasta fundar el Estado de Israel en 1948. Se trata de una rama del siempre peligroso nacionalismo, caracterizada por surgir en la diáspora, que se autodefine como un movimiento de liberación nacional con la libre autodeterminación del pueblo judío como objetivo principal. Es en este contexto donde el aparato económico y propagandístico judío juega sus bazas con gran éxito y el apoyo incondicional de EEUU y Occidente en las eternas guerras santas libradas por las religiones abrahamicas.

La publicidad victimista del pueblo judío se remonta a leyendas milenarias y a centenarios descalabros en la historia, desde el cautiverio en Egipto y la matanza de Herodes hasta la expulsión por los Reyes Católicos o el Holocausto. Fruto de esa propaganda es la capacidad de Israel para infligir daños inhumanos a Palestina sin consecuencias legales, penales o morales, situándose en la órbita exterminadora de la Rusia de Stalin, la Alemania de Hitler, la Argentina de Videla, el Chile de Pinochet o los EE.UU. de cualquiera de sus presidentes.

La impunidad, no es ninguna novedad, es cuestión de dinero, Israel tiene muchísimo, de propaganda, Israel controla las tres cuartas partes de los medios del mundo, y de amistades, Israel tiene el apoyo del mundo capitalista y el aplauso de partidos neofascistas como Vox y el ayusismo en España, expertos en sacar rédito electoral de carniceros internos, como en el caso de ETA, y externos, como en el de Israel. Puede Israel masacrar a ancianos mujeres y niños, puede deportar a un millón de personas, puede dejar hospitales sin luz ni medicinas, puede reducir a escombros lo que ya son escombros, puede dejar sin agua ni alimentos a millones de personas entre aplausos comprados. Hay que ser “AntiEsto”.

La actitud de Israel hacia Palestina recuerda la de la Alemania nazi para con su pueblo. Gaza, Cisjordania, Palestina entera recuerdan a Auschwitz, Dachau, Gross-Rosen, Mauthausen o Treblinka. La mayoría de los medios de comunicación y de los comunicados oficiales de Occidente siguen los principios de comunicación de Joseph Goebbels. Ante este panorama, se puede afirmar que el Estado de Israel es el mayor propagador del antisionismo, pero seguirá insistiendo en el victimismo antisemita para presentarse al mundo no como verdugo, sino como víctima. Hay que ser “AntiEsto”.

Madrid-Caracas: ida y vuelta

venezuela

La campaña mediática e institucional desatada sobre Venezuela llama a la reflexión. Hay cosas de Venezuela que no me gustan desde mucho antes de esta campaña y otras muchas que sí me gustan y que no aparecen en ella. Me disgusta que sea España, su periodismo y su diestra casta, la que utilice a Venezuela para desactivar a la oposición interna. Me preocupa que este interesado discurso falsario cale hasta la médula en el español medio tabernario.

Han conseguido, martillo pilón, dibujar sobre el chavismo, ganador en 18 de 19 elecciones avaladas por observadores internacionales, rasgos dictatoriales. Me disgusta que se reprima a quienes exhiben símbolos contrarios a un jefe de estado, sentado en el trono por un dictador, que no ha ganado una sola elección y que está exento de pasar tan democrática prueba. El presidente venezolano se lo tiene que currar, y eso me gusta, para mantenerse en el poder o pasar a la oposición. El rey y la princesa Leonor, no.

Se le reprocha a Maduro que encarcele a opositores, cosa que me disgusta, desde un país que encarcela de forma ejemplarizante a quienes piensan en voz alta y en público de manera diferente al gobierno de la ley Mordaza y la ley de Partidos. Me disgusta que dé lecciones de democracia y de derechos humanos un país que ha abolido la Justicia Universal, que no condena el franquismo y que saca una moneda de curso legal que consagra como de paz 40 años de terror.

No me gusta que las élites venezolanas desabastezcan al pueblo para provocar su indignación contra el gobierno, y tampoco que las élites españolas se apropien de lo público con la complicidad del gobierno. Me gusta que, en lo que va de siglo XXI, la pobreza haya pasado del 49 al 27% de la población venezolana y me disgusta que España, en los últimos tres años, haya emprendido el camino inverso. Me gusta que la desnutrición venezolana haya pasado del 13,5 al 5%, el desempleo del 16 al 7% y que la UNESCO haya declarado a aquel país libre de analfabetismo. Me horroriza que la democracia española esté consiguiendo justo lo contrario.

Venezuela y España están hermanadas por oligopolios mediáticos que se vuelcan en denostar a la primera y encubrir las miserias de la segunda. Se echaba en cara a Chávez el uso de la televisión como elemento de propaganda, cosa que no me gustaba, y resultó un aprendiz comparado con lo que el PP ha hecho y hace con las televisiones públicas de España. Populismo llaman a Maduro y el pajarito, a Báñez y la virgen del Rocío. La prensa no es libre ni aquí ni allá y es la de España, sin duda, la más manipuladora y manipulada.

No me gusta un país que financia a partidos extrafronterizos. No me gustó la presencia de Carromeros en Cuba, ni las asesorías de Felipes González o Aznares a los Capriles de Hispanoamérica. No me gustan los países que apoyan dictaduras como la marroquí, la saudí o la guineana. No me gustan los países que flirtean y condecoran a dictadores como Pinochet o Videla. No me gusta que el dinero secuestre democracias y, en este sentido, no me gustan mis gobernantes, no me gusta mi país. Me gusta la utopía de que sea el pueblo quien gobierne España.

Me gusta que la dignidad de los pueblos latinoamericanos rechazara el Tratado de Libre Comercio de las Américas y escapasen del imperio norteamericano, ni Obama lo ha perdonado. La dignidad tiene un precio y Venezuela ha sido declarada enemigo público de USA, por su rebeldía y porque hasta EEUU se ha creído que es el modelo de la oposición al neoliberalismo europeo. Me disgusta y me horroriza que Europa haya caído en la sima de la indignidad permitiendo que las élites mercantiles y financieras, americanas y europeas, pacten en secreto, de espaldas a la ciudadanía, el TTIP, el tiro de gracia a la democracia.

Una diferencia a tener en cuenta entre Venezuela y España es que allí, para gobernar por decreto, el presidente pide permiso a la Asamblea Nacional. Aquí se hace sin permiso del Congreso, sin consenso, por la cara. ¿Venezuela o España? ¿Madrid o Caracas? Ni tan sucia ni tan limpia, ni tan dictatorial ni tan demócrata. O pueblo, o dinero: es lo que las separa.

Guateque religioso integrista

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En estas fechas, festivas por imperativo social, la proximidad de la nochevieja invita a pensar qué sentido tiene celebrar la llegada de un nuevo año. El siglo XX detuvo el calendario español en 1936 hasta que, en 1975, volvió a mover sus hojas dejando entrever que los relojes recobraban el ritmo reprimido y se sincronizaban con el resto del mundo. España salió de un letargo impuesto y entró en una dinámica de aparente normalidad.

Acabamos de asistir a los navideños discursos de un anacrónico rey y de un presidente embustero, dispuestos ambos a torcer la realidad de los hogares españoles y adornarla con guirnaldas y fugaces estrellas de oriente. La naftalina ha impregnado sus mensajes y la caspa ha hecho las veces de navideña nieve artificial. Faltaban una tercera voz asotanada y una cuarta uniformada que vendrá el día de los reyes magos para temer que, tras arrancar la hoja de diciembre en el calendario, aparezca una hoja anunciando el mes de enero… de 1940 ó 50.

El guateque organizado por Rouco en la plaza de Colón de Madrid ha reunido a miles de personas para representar un escrache navideño. Celebraban que el gobierno ha vuelto a ceder parcelas de poder, al margen de la democracia, a una iglesia católica que vuelve a sus postulados históricos de acercamiento a los gobiernos y alejamiento del pueblo. Muchos católicos y pocos cristianos han desfilado y entonado cánticos y loores, como siempre.

Abrió el guateque el talibán Kiko Argüello, guitarra en mano, para quien “España tiene un problema de falta de hijos”. Entre paletas de colores y notas musicales, el fundador de los “kikos” mueve hilos en la Conferencia Episcopal Española y en el propio Vaticano, gracias a su demostrada capacidad para embaucar y mover masas. No explica a la sociedad la fórmula para vivir de la, desconocida como profesión, labor de catequista. Tampoco explica cómo sostener una familia como las de sus ciegos seguidores, con hasta once o doce hijos, con un solo sueldo. Tal vez, explicándolo, solucionaría el problema de muchas familias, evitando de paso miles de abortos.

Ha asistido también al evento, de forma virtual, el nuevo Papa cuya salud corre graves riesgos cada vez que habla. El Papa errado ha saludado al party paralelo de Barcelona y, por cortesía, al de Madrid, un más que presunto desprecio a Rouco y su tropa integrista que dará que hablar, y que rezar, durante unos días. El catolicismo mundial ha rondado al poder a lo largo de la historia, Bergoglio flirteó con el dictador Videla, Ratzinger con el nazismo, y el catolicismo español ha puesto y quitado reyes, dictadores y presidentes.

De la arzobispal boca de Rouco han salido preocupantes palabras. Ha alentado a la familia a enfrentarse a la “agobiante atmósfera intelectual y mediática” que vive España. Comprendiendo que el intelecto es la antítesis de la fe, no alcanzo a entender la agobiante atmósfera mediática a que se refiere el amo y señor de la COPE y de 13TV, púlpitos desde los que se combate fiera y diariamente a la democracia con posturas rayanas a las del medieval Santo Oficio.

Ninguna referencia a las políticas del católico Partido Popular que destrozan personas y familias poniendo en peligro las vidas de personas excluidas de la sanidad y privadas de recursos para atender con dignidad sus necesidades básicas. Para eso está la familia. Ninguna referencia a los miles de niños damnificados por las graves consecuencias del celibato antinatura, practicado por los curas, en un foro donde las católicas familias utilizan a sus propios hijos como escaparate ideológico de Rouco, Kiko y compañía.

Para el año nuevo, señor Rouco, entre otros, mi deseo de más educación y menos religión, más cristianismo y menos catolicismo, más dignidad y menos caridad, más humanidad y menos divinidad.

Ley de la patada en la boca

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Ley Corcuera: Ley de la Patada en la puerta (1992).

Ley Fernández: Ley de la Patada en la boca (2013).

El señor Jorge Fernández Díaz, astuto y peligroso como una zorra, presentará su ley de Protección de la Seguridad Ciudadana al próximo Consejo de Ministros, mutado en pasarela de despropósitos por el gobierno del PP. Quizás en este sanedrín se darán los últimos toques a semejante corsé, diseñado para dificultar la respiración ciudadana más que para realzar la figura democrática del país. Esta ley fomenta el garrote, el miedo y la represión cívica al puro estilo de “La calle es mía” de Fraga, empeorando la «Ley de la patada en la puerta» de Corcuera.

El nombre elegido responde a la espiral de mentiras en la que se ha instalado el gobierno del Partido Popular. Más correcto hubiera sido, por ejemplo, llamarla ley de Protección de la Indecencia Política en aras a la verdadera filosofía que la inspira. Han decidido borrar cualquier rastro democrático de nuestra convivencia y no les preocupa siquiera aparentar que vivimos en una democracia. USA, paradigma mundial de la apariencia democrática, todavía permite a su población pasear pancartas ante el mimísimo Capitolio. Él no; él ha preferido, en el siglo XXI, inspirarse en Franco, Mussolini, Hítler, Pinochet, Videla, Obiang, Kim Jong-il y gente así.

Al ministro que reparte porras, multas y pelotas de goma, indiscriminada y desproporcionadamente, le importa un bledo la Seguridad Ciudadana. Si le importase, se preocuparía de cribar en los cuerpos de seguridad del estado a esa falange de porteros de discoteca que visten uniforme policial con el cerebro petado de testosterona y que tanto daño hacen a la imagen pública del noble y necesario cuerpo al que pertenecen. También convendría que la actuación violenta de alguno de estos personajes, condenada hasta por la justicia, no fuese alegremente indultada dejando impunes sus excesos y sus mentiras chulescas.

No. Este miembro supernumerario del Opus Dei, titular del Ministerio de Interior, se despreocupa de la ciudadanía, la verdad, la ética o la moral; a Fernández Díaz sólo le preocupa el pensamiento crítico, la disidencia, la discrepancia y, en definiva, las libertades de pensamiento y expresión. Le preocupa que se diga a los suyos que actúan en contra de quienes les han votado, que roban, que mienten, que expolian lo público, que obedecen a sus amos financieros, que sirven a sus superiores de la CEOE, que son corruptos y que no escuchan al pueblo. El ministro ultracatólico adora al Becerro de Oro y expulsa del templo al pueblo para proteger a los mercaderes.

El Ministro de Interior ha decidido que quien quiera decir algo a los gobernantes debe hacerlo por carta si no tiene amistades o parentela en cualquiera de las instancias, presuntamente democráticas, que deciden el destino ciudadano. Educadamente lo hacen banqueros, empresarios, clérigos y otra gente de bien vivir, exquisitos prebostes que exponen sus cuitas y celos en despachos oficiales, ostentosos reservados hosteleros o a través de las humildes celosías de un confesionario.

El pueblo, la plebe, la chusma, debe hacerlo por correo, en la intimidad del hogar o en una urna cada cuatro años; y si no se expresa en la urna, este gobierno le queda eternamente agradecido. Al margen de esta ley, obviamente, quedan todas las manifestaciones de loa y glosa del régimen, como las promovidas por sectores católicos o deportivos, exentas de multas, identificaciones y violencia institucional. Así lo mandan Dios, la UEFA y la FIFA, las tres religiones mayoritarias del reino.

Fernández reprime los botellones, que dañan a la industria del garrafón pagadora de impuestos; el autocultivo de marihuana, que no genera impuestos como el alcohol o el tabaco; la prostitución, que compite en sumisión con el católico matrimonio del arzobispo granadino; el uso del láser, que distrae a los conductores de los cientos de vallas publicitarias que colorean el paisaje. Sus compañeros de gobierno no aceptarán que reprima espectáculos públicos donde se maltratan animales, y se lo enmendarán porque su partido defiende a capa y espada el toreo, promoviendo y subvencionando donde gobierna no sólo el maltrato, sino también la tortura y la muerte animal. El maltrato humano tiene prioridad.