Bolivia crucificada

CRISTO

Disculpa, Bolivia, que no te haya atendido hasta hoy. Me has pillado en plenos ejercicios espirituales y, ya sabes, dios es lo primero: sin su mensaje de amor al prójimo, no somos nadie, no somos nada. Al parecer, todo el mundo te tiene abandonada, dejada de la mano de ese dios cuyo nombre ha tomado, otra vez, en vano el fanatismo cristiano. Esta vez transfigurado en secta evangélica para mayor indecencia y pecado.

Por lo leído en medios extranjeros, veo que os están cristianizando de nuevo con la Biblia y las armas. Perdónalos, Bolivia, aunque esa secta cristiana que lleva ya 23 muertos sobre su conciencia sabe perfectamente lo que hace. Es una secta calcada en sus métodos y objetivos de la que os cristianizó a vosotros en 1492 y en 1936 a la madre patria. Es la nueva forma que han encontrado los mercaderes para asaltar el templo sin que haya un dios que los expulse al infierno.

Ando confusa con tu situación porque casi nadie habla de golpe de estado. Ya lo intentaron en Cuba y Venezuela, recientemente lo han logrado en Brasil con el fanatismo evangélico desplegado. Mienten y manipulan para justificar lo injustificable. A Maduro le pusieron un narco autoproclamado presidente en funciones, a Lula lo encarcelaron fabricando delitos a su medida y a Evo lo han largado apoyados por delincuentes comunes que han incendiado las calles. Mira qué bien se lo monta Piñera, que roba y mata sin que nadie se entrometa.

La estrategia es la misma. Ya no sacan los tanques a las primeras de cambio, que canta mucho. Ahora lo que se lleva es la infantería mediática en avanzadilla armada de mentiras y manipulaciones. Cubre los flancos la caballería diplomática armada de negocios y presiones. Y, como caída del cielo, la artillería evangelizadora salva almas a golpe de Biblia, disparos y condenas. Los estrategas de la bolsa se frotan las manos ante la perspectiva de volver a expoliar tus recursos.

Disculpa, Bolivia, a la gente de España: han olvidado sus deberes de Madre y vuelven a mostrar un peligroso concepto de Patria. Aquí llaman golpe de estado a lo que les deja votos, no a lo que deja muertos en las calles. No basta con que las fuerzas armadas derroquen la legalidad y masacren impunemente, con que se produzca un levantamiento basado en falsedades. No, no basta. Y todo porque las élites bolivianas gozan de la bendición del Todopoderoso gobierno norteamericano.

Perdona, Bolivia, a tus verdugos y a todos cuantos, pudiendo no hacerlo, se vendan los ojos y amordazan sus bocas dándote la espalda una vez más. A veces, la riqueza es causa de sufrimientos, sobre todo si está en manos del pueblo en lugar de las de multinacionales, como en tu caso. Evo no sabía lo peligroso que resulta alfabetizar a un pueblo, disminuir la pobreza. Ahora lo sabe. Los evangelitas no admiten competencia a sus irracionales doctrinas y, si hace falta, matan en nombre de su dios.

 

 

Los políticos no hablan de política

Thousands Attend The Traditional Lady Of The Rosary Festival

La radiofórmula tipo 40 Principales funciona. Lleva funcionando desde que se inventó la radio y seguirá funcionando cuando las nuevas tecnologías queden obsoletas. La fórmula es simple, muy simple: un grupo con intereses empresariales decide qué “canción” se repetirá hasta la saciedad en casi todos los medios. En un par de meses, se sitúa el producto en la cima de las listas y la caja rebosa dinero. Aunque la “canción” sea un truño, el éxito está asegurado, puro conductismo estilo Pavlov.

Pues en política, igual. La sociedad en general dejó de pensar por sí misma hace décadas. Los mismos grupos empresariales que hacen esnifar musicales engendros, inyectan en vena perversiones ideológicas. La respuesta de la ciudadanía es la del perro de Pavlov: que suena Paquito, todo el mundo a desfilar en plan chocolatero; que alguien habla de pensiones, todo el mundo a cantar lo de Venezuela, Independentismo, o ETA. Poco más.

Hace una década, el grupo empresarial y financiero global inventó una crisis que no ha sido sino un plan diseñado para reajustar mercados al margen de la ciudadanía… y de la democracia. En España se asumió la radiofórmula y, con católica resignación, se aceptó la nueva plaga enviada por el dios dinero para castigar pecados predicados desde escaños y atriles mediáticos. Ahora, la “canción” que más suena, la única, es “Recuperación”.

España ha ido siempre a contracorriente del mundo desarrollado y así sigue. La españolidad es ingenua, incauta, crédula y simplona: primarias neuronas como las del perro de Pavlov. Desde la desgracia del gobierno Rajoy hasta ahora, el Duelo a garrotazos de Goya se ha vuelto a materializar como fórmula de debate. No hay ideas, sólo garrotes; no hay dialéctica, sólo garrotazos: nadie renuncia a esgrimir el garrote ni se salva de un garrotazo.

El empleo se ha disuelto en la precariedad, las prestaciones al desempleo rozan el concepto de caridad y la economía familiar es una trinchera de resistencia mantenida mayormente por pensionistas en mortal asfixia. Las grandes empresas acercan el modelo de contratación al de Asia, África o Sudamérica al mismo tiempo que acercan sus plusvalías a paraísos fiscales. La brecha social es una sima cada vez más ancha y profunda, un infernal abismo.

La ciudadanía es atracada por los oligopolios de la luz, el agua, los carburantes o la cesta de la compra. El derecho a la vivienda, en propiedad o alquiler, en una burbuja inalcanzable para la inmensa mayoría. La banca, obsequiada con 60.000 millones –no devolverá 40.000–, es hoy un monopolio que abusa de comisiones como antes abusó de cláusulas suelo o preferentes. La obsolescencia programada, y consentida, llena el planeta de gastos y residuos.

Pensiones, asistencia social, sanidad y educación (públicas) están en venta para beneficio de empresas privadas. No hay dinero. En 2018, los Presupuestos Generales del Estado destinaban 2.569 millones a Educación, 869 a Cultura, 4.253 a Sanidad y 8.401 a Defensa. Para armas sí hay dinero. Desmantelan lo público ellos y ellas, quienes se supone que representan al pueblo que los vota. Tal parece, y así es, que representan a las élites empresariales y financieras.

Apenas se habla de todo lo anterior, algo de corrupción, muy poco de puertas giratorias, casi nada de indecentes subidas de sueldos y vergonzosas prebendas de alcaldes, concejales, diputadas, consejeros, senadoras y altos cargos. En España, las canciones de los últimos veranos son Venezuela, Independentismo y ETA. Cada vez que alguien saca a colación algo de lo anterior, se corean los estribillos impuestos por el tóxico bipartidismo y asumidos por naranjitos y pistoleros.

Otra guerra civil

España-en-llamas

Que la “modélica transición” fue un bluf, una estafa, una mano de pintura sobre un edificio agrietado y con deficiencias estructurales sin reparar, queda claro. España sigue bajo el mando de un capitán general de todos los ejércitos, invotable e inviolable, y los herederos del generalísimo vuelven a tomar las calles una vez comprobado que nadie les ha pedido, ni les pedirá, responsabilidades. “La calle es mía”, dijo Fraga sabiendo lo que decía, y su pupilo Aznar lo repite en boca de sus trillizos.

Desde los albores de esta “democracia” militarizada en su jefatura del estado, Alianza Popular primero y el PP después, han volcado hectómetros cúbicos de gasolina en el País Vasco y Catalunya. No ha obtenido mayor resultado que quedar a la cola, de forma marginal, comicio tras comicio, en esos territorios que cuentan con sus propias derechas autóctonas. Los intentos para incendiar ambos territorios nunca han cesado, basta con acudir a la hemeroteca.

Hay que reconocer que, entre todos los políticos del periodo posfranquista, brilla con luz propia José María Aznar, capaz de gobernar durante ocho años y pedir a los suyos que dejaran atrás los complejos. Este maquiavélico personaje ha pergeñado en su laboratorio de la FAES el siniestro plan cuyas consecuencias no tardaremos en sufrir. Hay que reconocerle el mérito de haber clonado su ideario franquista en tres jovenzuelos, ya no tanto, para reivindicar el supremacismo nacionalcatólico.

Desde que Alberto Rivera abandonó su militancia en el PP, sabiamente guiado por Aznar, para fundar Ciudadanos, su mochila de combustible consiguió primero el enfrentamiento entre catalanes y ahora entre españoles. Jugada maestra basada en el populismo prêt–à–porter, de cuñado y yerno perfecto, que tan bien domina. Se ha especializado en crear conflictos y su Trabajo Fin de Máster ha obtenido sobresaliente en el caso de Venezuela, pero busca el cum laude enfrentando a sus propios paisanos.

Desde que Santiago Abascal abandonó su militancia en el PP, sabiamente guiado por Aznar, para fundar Vox, su mochila de combustible ha servido para avivar el ardor guerrero de los nostálgicos del franquismo. Ha abierto de par en par el armario de la extrema derecha con un populismo de mercadillo que ha encandilado a gente guiada por bajos instintos y nulos escrúpulos. Su populismo cala en un electorado dejado llevar por las mentiras y la manipulación que tan bien les funciona a las opciones de extrema derecha en todo el mundo.

Desde que Pablo Casado, sabiamente guiado por Aznar, acuchilló en unas grotescas primarias a la derecha “civilizada” del PP, se ha convertido en un ayatolá del franquismo. Sus proclamas no tienen nada que envidiar a las de Millán–Astray o a las de Queipo de Llano y pugna con los anteriores por ser la mecha que vuelva a incendiar la península. Su populismo desbocado lo está llevando no a romperla, sino a dinamitar España, entre una sangría de votos de quienes, puestos a elegir, prefieren un original de extrema derecha a una burda copia tan falsa como su máster. La sangría también vierte votos de la moderada derecha pepera a Ciudadanos.

Y, mientras sus trillizos se aprestan a destrozar de nuevo España, José María Aznar, impasible ante la corrupción desatada en su partido, tiene el apoyo de la derecha disfrazada de socialismo. También las baronías del PsoE aportan sus reservas de gasolina sin tapujos al incendio anunciado e inminente: González, el hermano de Juan Guerra, Susana Díaz, Borrell, Bono, Lambán, García–Page, etc. El bipartidismo resurgirá de sus cenizas, como el ave fénix y poco le importa la cremación del resto de los españoles, como no le importa el sufrimiento del pueblo venezolano, ni los crímenes cometidos por Arabia Saudí o Israel, por poner algunos ejemplos.

Son los negocios, sus negocios. Y si la cuenta de resultados lo exige, bienvenida otra guerra civil.

En el país de los tuertos, el ciego es el rey

tuertos-y-ciegos

El cambio climático, o vaya usted a saber qué otra calamidad, ha dado la vuelta al refrán: “En el país de los tuertos, el ciego es el rey”. Porque la humanidad se ha quedado tuerta de tanto forzar los ojos para ver y no ver lo que le ordenan las élites interesadas. Para colmo de males, al ojo útil le han colocado una anteojera hecha a la medida que evita distracciones y oculta realidades incómodas, una ortopedia efectiva y siniestra que acaba afectando a los cerebros inadvertidamente.

La ciudadanía en general ha renunciado a un ojo y ha optado por conservar el menos fiable de los dos, el ojo vago que prefiere no mirar para evitar pensar. Y entre tanta penumbra y tanto destello cegador, ¡quién lo iba a decir!, comprobamos que los ciegos son los reyes en la mayoría de los países. Ciegos de codicia, de odio y de sangre son aupados a los tronos del poder por legiones de tuertos y tuertas que atisban una mejoría para sus vidas en la desmejoría de su vecindario.

Cegados por el racismo, la xenofobia, la misoginia o la homofobia, con las anteojeras rojigualdas y el peligroso bastón de una historia falseada a la medida, los líderes de la oscuridad, la extrema derecha, se están haciendo con el poder aupados por los tuertos. Ocurre en todo el mundo, como una sinfonía perfectamente orquestada por los creadores de la última estafa llamada crisis, que los ciegos marcan el camino a los tuertos: Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen, Orbán… y Abascal, Casado y Rivera.

En España, país fariseo por tradición secular, los ojos vagos han llorado torrencialmente, durante unos días, por el trágico accidente de un niño caído en un pozo. Los ojos estériles, secos y cegados se resisten a inmutarse por los miles de niños caídos, en incesante goteo, en el pozo de la ignominia llamado Mediterráneo. Enarbolando la bandera de la patria, los ciegos tapan esa realidad y condenan a una muerte cruel e innecesaria a todos los niños que seguirán aspirando a una vida mejor allende los mares y las fronteras.

En España, país de ADN hipócrita como el resto de los llamados “civilizados”, las mafias políticas que roban cegadas por la codicia son las opciones preferidas por millones de tuertos y tuertas. Tal vez se deba a que el electorado aspira a tapar su ojo seco con un parche, a calzar pata de palo y a empuñar un garfio para parecerse a tanto pirata parlamentario. El galeón español acabará hundido por el peso de tanto lastre corrupto con todos los piratas y aspirantes a pirata en sus bodegas.

En España, país de farsantes compulsivos, se da la circunstancia de que los cuatro partidos de la derecha (PP, Ciudadanos, Vox y PsoE) aceptan como bueno un golpe de estado en Venezuela. Tachan a Maduro de hacer exactamente lo mismo que ellos hacen con sus políticas, sus jueces, sus cárceles, su prensa domesticada y su Ley Mordaza. La ciudadanía mira con el ojo vago a Venezuela y con el seco a Arabia Saudí, Marruecos, Turquía o cualquier otra dictadura de las que agasajan y mantienen a los Borbones con reales mordidas Reales.

Se escandalizan los ciegos, y los tuertos aplauden, ante un régimen que todavía no ha asesinado a un periodista en una de sus embajadas, que no se apropia por la fuerza que Yahveh le otorga de vecinos territorios ocupados, que no bombardea con las armas que le vendemos a inocentes de un país cercano. El delito de Venezuela no es otro que tener la mayor reserva de petróleo del mundo y, sobre todo, que no esté controlada por el capital privado. Eso no se puede permitir de ninguna de las maneras. Ni por Trump ni por ningún otro ciego “civilizado” como ese cíclope de un solo ojo, tuerto y ciego a la vez, que es Pedro Sánchez.

El país que más golpes de estado ha impulsado, el que más sangre extranjera ha derramado, el que más ha robado en el mundo y en la historia, los Estados Unidos de América, está presidido por el ciego que controla al resto de los ciegos que pastorean a los tuertos en sus respectivos países.

Rajoy, trituradora neoliberal

marionetaRajoyEra imposible. La capacidad del presidente Rajoy para avergonzar a los españoles parecía no tener límite. Su IEP (Índice de Estulticia Personal) parecía llamado a figurar con letras áureas en ese libro de los récords que mide la estupidez humana a nivel mundial. También parece imposible que haya mantenido el tipo sobre la silla, esperando las embestidas de los españoles, incluido su propio partido, casi cuatro años.

El sandio presidente ha dicho que reconoce errores y cambiará todo, menos la economía.

El presidente ha sido sincero, penosamente sincero, y ha delatado lo que se sospechaba de él. Alberti, vía Calderón de la Barca, tituló su libro, su canto a los clásicos del cine cómico mudo, “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”. El presidente llegó tonto a la Moncloa y saldrá de ella siendo dos tontos, bien pagados ambos. Se sospechaba y se confirma: Mariano no es humano, sino una marioneta empalada por los brazos de decenas de ventrílocuos que han hablado por su boca durante casi cuatro años.

La pose más necia de Mariano balbucea que no va a cambiar la economía.

El presidente que ha negado hasta la saciedad la corrupción de su partido hizo sus pinitos como bobo mayor del reino con la gestión de los hilillos de plastilina del Prestige. El presidente que niega y reniega el rescate a la banca se asoma al balcón de la corrupta sede de su partido y no ve en la calle más que tontos porque “hay que ser muy zoquete para votarme”, se murmura a sí mismo. Quizás lo más humano de la marioneta que nos preside hayan sido sus comparecencias en plasma.

Insisto: el presidente reitera que no cambiará la economía.

Hay que ser muy tonto, tal vez el más tonto de los tontos posibles, para hundir la RTVE y ahuyentar a la ciudadanía de dos canales y varias emisoras, dejando la audiencia a los pies de alternativas menos zafias, burdas y chabacanas. Y más tonto si cabe es pretender que el fracaso electoral se debe a unas televisiones cansadas de la monotonía delictiva y judicial protagonizada por cientos de cargos públicos del PP.

No va a cambiar la economía. Mariano lo cambiará todo, menos la economía.

Costaba trabajo creer que el presidente se creyese sus mantras de que la crisis ha terminado, que el país está en plena recuperación y que se crea empleo, mucho y de calidad. Y lo peor no es que se lo diga al pueblo, de su talla intelectual, que ha vuelto a votar PP en las pasadas elecciones tras sufrirlo casi cuatro años en el poder. No. Lo peor es que no se le cae la cara de vergüenza cuando lo suelta, tal cual, en foros internacionales donde interpreta sobradamente el papel de bufón de la corte.

Lo está haciendo de maravilla, no tiene por qué cambiar la economía.

El partido en el poder ha pensado que meter el dedo en la llaga de ETA o airear Venezuela y Cuba como fantasmas le iba a deparar los mismos votos de siempre. El Partido Popular se ha mostrado como un partido netamente populista y más dictatorial que sus criticados, con hechos, además de con palabras. La miseria en Venezuela está muy por debajo de cómo la encontraron los bolivarianos a pesar de la jugada petrolera de USA en la zona. La miseria y la desigualdad en España están muy por encima de donde las encontró el gallego neoliberal. Son su herencia.

Tiene muy claro que no cambiará la economía. El presidente, digo.

Representan un peligro no ya la marioneta, sino los brazos que, desde la zona más baja de su espalda, mueven su cuerpo y su boca. Son peligrosas gentes como Esperanza Aguirre, Ana Palacio y muchos cargos públicos del PP con el guerracivilismo desatado, las trituradoras de papel a pleno rendimiento, los trituradores de periodistas golpeando y amenazando y la policía identificando a los agredidos. España es cada día que pasa un poco menos democracia, un poco más dictadura.

La economía neoliberal ha triturado España. El problema, precisamente, es la economía… ¡idiota!