El bipartidismo que no cesa

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Sentencia la teoría capitalista que la competencia regula el mercado y hace bajar los precios. Demuestra la práctica capitalista que eliminar la competencia es lo mejor para controlar el mercado y elevar los precios. Así actúan empresas y bancos: a menos competencia, mayores beneficios y menores salarios. La ciudadanía contribuye a engordar sus cuentas de resultados con el beneplácito y la vista gorda de todos los estamentos del estado.

Lo mismo ocurre en la política. La historia demuestra que la concentración de votos en dos partidos siempre beneficia a banqueros y empresarios, perjudicando para ello al pueblo llano. Las élites financieras y empresariales lo tienen claro: apuestan siempre por los mismos caballos, por PP y PsoE y ahora, para estimularlos, por Ciudadanos. Hubo un tiempo en que disimulaban y tapaban sus apaños, pero se ha hecho evidente en los últimos cuarenta años.

La propaganda, el consumo, las redes sociales y el hastío distraen al electorado de esa corrupta democracia que lo tiene atrapado. A nada que ha surgido un conato de competencia, las alarmas del sistema han saltado. Cinco años de bombardeo mediático, cinco años con bulos y mentiras acosando, cinco años de podredumbre en las cloacas del estado, para deshacer la competencia han bastado. A fondo las derechas y el socialismo bellaco a esta tarea se han entregado.

Cinco años sin gobiernos, cinco años de abandono, cinco años miserables y vergonzosos, cinco años entregados a la causa de restaurar el bipartidismo roto. Se han quitado la careta el banquero, el obispo y el patrono, les va saliendo bien la treta: volverán la corrupción, las estafas y el cohecho de nuevo. Les viene bien a todos que el hastío ciudadano se convierta en abstención, el silencio de los corderos que, cabizbajos y tristes, caminan hacia el matadero.

Cinco años en los que la única actividad política ha sido conducir lo público al cero: la sanidad, las pensiones, la educación y los impuestos. Cinco años reflotando la competencia privada a costa del ciudadano, cinco años de continuo retroceso. ¿Y qué ha ocurrido en cinco años en el político tablero? Que la derecha se ha enrocado en el extremo mientras el socialismo se ha posicionado entre la derecha y el centro: así han movido las piezas Casado, Rivera y Pedro.

Era de esperar que PP y Ciudadanos se radicalizaran, atendiendo a las órdenes de Aznar, a la voz de su amo. Y era de esperar que el PsoE siguiera la estela derechista de González y Guerra, sin chaqueta de pana, sin atender a los descamisados. Pedro Sánchez ha calcado la estrategia de su enemiga Susana: a la izquierda ni agua, a la derecha un abrazo. Pedro Sánchez y Pablo Casado, rostros amables de la derecha de centro y de la extrema, se han conjurado: uno para liquidar a Unidas Podemos, el otro para hacer lo mismo con Ciudadanos.

En las próximas elecciones habrá voto sobrado para que el bipartidismo reconquiste su viejo trono oxidado. Ése era el objetivo de las élites, ése su sueño perturbado por la peligrosa presencia de políticos en su contra posicionados. Durante cinco años, la prensa dependiente y los dos partidos citados a ello han dedicado incansables esfuerzos, mucho dinero y mayor descaro. Volverá el bipartidismo, preñado de corrupción, puertas giratorias y escándalos: ése será el resultado.

Nunca se fueron, nunca se han ido, como día a día se ha comprobado durante los últimos cinco años.

El peligro de la inmigración

Expolio

El ser humano es un contradictorio dechado de virtudes y maldades. Es capaz de entregar riquezas a totémicas deidades y negarlas a sus semejantes. Capaz de vencer a la enfermedad y provocar la muerte a mujeres y hombres. Capaz de cuidar de plantas y animales y despreciar con odio a sus iguales. El ser humano es el extraño caso del doctor Jekill y el señor Hyde, filántropo y misántropo respectivamente. Un caso de trastorno disociativo de la identidad.

Apenas hace ciento y pico años, andábamos las gentes de Europa expoliando el continente africano como hace cinco siglos hicimos con el americano. Vaciados sus recursos, los abandonamos maltrechos, empobrecidos y endeudados, sin más presente que el hambre y la guerra, ante un futuro desesperado. Y seguimos en lo mismo, robando su petróleo, su agricultura, sus diamantes, su grafeno, su pesca y su cultura tras cubrir sus desnudos con uniformes galonados.

Les enseñamos a disparar los excedentes de nuestras guerras, a sustituir sus dioses por escalas de mando, a identificar como enemigos a los más pobres entre los pobres, a matar a sus propios pueblos, a huir de sus hermanos, a considerar una utopía el desarraigo. Vienen huyendo de las armas que les vendemos, del hambre a que los condenamos, tras las riquezas que les robamos. Vienen despavoridos, aterrorizados, desfallecidos y cruzan el mar en precario para ser rechazados.

Lucha en Europa la filantropía con una creciente y alarmante misantropía. Resultan ser los más católicos, los más cristianos, quienes más desprecio muestran por estos seres humanos. Europa vuelve a ser el señor Hyde de extrema derecha expandiendo un terror que no existe pero que renta votos capaces de hacer gobernar a monstruos como Le Pen, Salvini, Rivera o Casado. No es verdad que vengan a robarnos, a matarnos, vienen a lo que vienen: a limosnear algo de lo que les robamos.

De pronto, la extrema derecha declara que la filantropía es buenismo, o sea, delito encubierto y mortal pecado, desde sus púlpitos mediáticos. Acusan a los supervivientes de mafiosos, cosa que no hacen con empresarios y bancos, auténticas mafias que nos roban a la luz del día el esfuerzo de nuestro trabajo. El señor Hyde, violento y depravado, está derrotando al doctor Jekill utilizando la más mortífera de las armas: el miedo a un enemigo inventado.

El trastorno disociativo de la identidad es lo que lleva a Casado a saludar, sin guantes en las manos, a un grupo de inmigrantes, después de condenarlos, antes de su rezo diario. Esa alma ultracatólica es una polifonía de incumplimientos: del primero al décimo ha transgredido todos los mandamientos, sobre todo el sintético “amarás al prójimo como a ti mismo”. Lo mismo sucede con Rivera, el otro clon de Aznar, y ambos tres dan por cumplida la tesis que Stevenson desarrolla en su obra: la lucha entre lo público y lo privado es el origen de la hipocresía social.

Pero lo peor viene cuando la misantropía se disfraza de filantropía para rascar votos al otro lado de la espalda del electorado. Utilizar la foto del Aquarius como propaganda, así lo hizo Pedro Sánchez, es hipocresía política que ha durado lo que una burbuja, en este caso solidaria. El ministro Marlaska (florero de derechas en un gobierno de centro derecha), en la práctica, ejecuta las mismas políticas migratorias que Le Pen, Salvini, Rivera o Casado.

En este maremagnum insolidario, destacan los beneficios de los empresarios agropecuarios propiciados por africana mano de obra semiesclava, los trabajos en negro y penosamente remunerados de las sudamericanas que cuidan de nuestra tercera edad, la rentabilidad de la mano de obra barata y sumisa de africanos, rumanos o sudamericanos en cualquier sector empresarial y, por último, el retorno de ese dinero escaso, pero agradecido, a nuestros comercios, a nuestros arrendadores de viviendas… a nuestros bolsillos.

La inmigración es un peligro: vean a los políticos de extrema derecha, vean a la extrema derecha. Ése es el peligro real y palpable.

La memoria en la urna

peceraLa memoria de pez suele designar la inclinación al olvido y otras tendencias humanas relacionadas con la apatía, la monotonía o la simpleza de comportamiento. La memoria de pez ilustra el comportamiento ciudadano a la hora de ejercer el voto, como demuestran algunos resultados del domingo. Que PP y PSOE sigan acaparando algo más del 50% de los votos emitidos habla de cierta fidelidad de unos millones de votantes y también de la memoria de pez que ejercitan otros tantos millones.

Políticamente hablando la memoria de pez permite trasladar el voto cada X años de uno de estos partidos hacia el otro. Es así como se explica la delirante insistencia de esa parte del electorado en tropezar una vez y otra con la misma piedra. Castigar al PP votando al PSOE y viceversa es el reiterado error que ha llevado a este país a sufrir la corrupción, las políticas antisociales y la servidumbre hacia los mercados durante los últimos treinta años. Se puede afirmar que hay una bolsa de unos cuatro millones de españoles con memoria de pez, de besugos para mayor exactitud.

Lo más estimulante de las elecciones pasadas es que parte del electorado les ha dado la espalda apostando por otras formaciones, exentas de memoria negativa, que nunca han gobernado. No se sabe qué pasará en unos días cuando comiencen a dialogar buscando pactos, pero es seguro que los gestos y políticas alejadas del pueblo, basadas en el ordeno y mando, tienen los días contados. Al menos, de ser estafados o robados, que no sean las mismas manos de siempre una y otra vez votadas sin ilusión, con hastío, vergüenza y desánimo.

Quienes sí disponen de buena memoria son los tiburones del IBEX que utilizan el rojo en las cotizaciones para recordar que votar en contra de sus delfines puede doler a la sociedad. También en Frankfurt y Londres, las capitales reales de España, han sacado a pasear los adjetivos radicales para referirse a lo que no es PP o PSOE y advertir que lo sucedido a Grecia puede suceder aquí. Los mercados tienen memoria de elefante y advierten de los destrozos que pueden ocasionar en cualquier cacharrería.

Pero el radicalismo más atroz, sanguinolento y carpetovetónico ha aparecido en eso que se ha presentado a la alcaldía madrileña y que, a lo Millán-Astray, intenta vencer donde no ha logrado convencer. Esperanza Aguirre, el fósil condal que jamás condenó el franquismo, la exprimidora electoral de las víctimas del terrorismo, la populista musa de la corrupción, agita sus fantasmas. Esta mujer, este peligro para la democracia, se atreve a cuestionar a quienes han competido en las urnas y logrado unos resultados que hacen más deplorables aún los ya de por sí inexplicables apoyos obtenidos por la arpía.

No es senil demencia, que le sobrevino precoz con la democracia, sino la amenaza más que real de una radical de extrema derecha. Rodeada de gentuza de ultraderecha que le ríe la gracia y la alienta, como Fernández Díaz, Margallo o el mismísimo Aznar, a esta decrépita mente se le humedecen los sueños con otra nueva Cruzada. Llevan tanto tiempo repitiendo lo de comunistas y bolivarianos, que han llegado a creérselo ella y los cuatro descerebrados que han salido del armario franquista desde que Aznar ordenó quitarse los complejos.

Conviene no olvidar, conviene ejercitar la memoria para tener muy presente que la deriva emprendida por Aguirre, la banca y la patronal, es la misma letra y la misma música que enlutó a España durante cuarenta años. Canciones parecidas se han interpretado en diversos lugares del mundo a lo largo de la historia cuando las élites han visto amenazados sus privilegios. La condesa recita: Chile, Argentina, Cuba, Venezuela, España… Pinochet, Videla, Batista, Carmona, Franco… peculiar letanía de su santoral particular.

La condesa de Bornos y de Murillo delira porque no soporta tanta democracia. En su memoria, el pez grande siempre se comió al chico. Que el chico se defienda y proteja sus espacios es, para ella, sencillamente insoportable. Causa belli.

Aborto y otras mortandades

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Se podría estar de acuerdo con la nueva letanía del Partido Popular a cuenta del aborto si no fuera por la crueldad que conlleva. El aborto no es un derecho, reza el estribillo electoralista repetido mil veces por los peperos, como es costumbre, para que cale o cuele como verdad. Abortar es una decisión terriblemente dura que afrontan quienes sufren un embarazo no deseado percibido como amenaza para el presente de la mujer y el incierto futuro que aguarda a la criatura.

El PP, negando la mayor, el derecho a decidir en todas sus formas, se toma la libertad de decidir por la mujer, en este caso, y decide que el aborto no es un derecho. Se podría estar de acuerdo con que no es derecho, sino decisión, si tal decisión fuese tomada por la mujer dentro de unos parámetros amparados por la ciencia y no por un catecismo cualquiera. No se olvide que quienes atacan el aborto son los mismos que condenaron a Galileo y repudian a Darwin.

Pero la decisión la han tomado quienes hacen lo posible para que cuestiones como el trabajo, la vivienda, la educación o la sanidad dejen de ser derechos. Son los mismos cuyas hijas abortaban en la discreta clandestinidad londinense de los años 60 y 70 y ahora lo hacen en la costosa intimidad de las clínicas privadas. Para ellos no es asunto moral, ético, médico o jurídico, ni siquiera económico, nada de eso, se trata de un frío cálculo aritmético, una variable más de la proyección de voto, un imperdonable estacazo estadístico a la mujer.

El plumaje de la gaviota, manchado, sucio, mugriento, y en muchas zonas podrido, no es apto para mantener el vuelo y su caída en picado amenaza a lo que se le ponga por delante. Desnortado, el PP se erige en defensor de la vida una vez que el concepto pasa debidamente por su particular cedazo. El aborto no es un derecho, como lo son el derecho al suicidio de los desahuciados, a apurar hasta el último suspiro la hepatitis C o a pagar el entierro que la falta de recursos para el hospital o la nutrición adelanta en algunos casos.

Como campeones de la vida, paladines de los derechos y adalides de las libertades que son, también son dados a emprender santas cruzadas en los confines terráqueos. El síndrome de don Quijote ha aturdido sus mientes y se lanzan a reclamar a Maduro derechos que ellos merman o suprimen aquí en su tierra, en España. Proclaman que Venezuela es dictadura sin aceptar que es ahí donde conducen sus reformas neoliberales, sus recortes, su prensa bien pagada, sus presos políticos, sus cargas policiales y su ley Mordaza.

También tienen un cedazo para las calificaciones, otro para las libertades y un tercero para los derechos. Por el tamiz que que no cuela Venezuela, sin dificultad alguna pasan Marruecos, Guinea, Arabia Saudí, Guatemala y hasta la comunista China, como solventes democracias sin presos políticos, con prensa libre y sin sangre a sus espaldas. El colmo de la hipocresía es que sea Aznar, guerrero de Irak, negacionista de la dictadura franquista, comisionista de Gadafi, defensor de Videla o Pinochet, quien empuñe la antorcha libertaria en su carrera de guerras, dictaduras y dinero.

A tan orate señor le acompaña el sin par escudero Felipe González en tamaña aventura, esa de salvar patrias. Gran maestro del populismo, es indicada pareja para tratar asuntos del país cuyo presidente Carlos Andrés Pérez masacró a unas 3.000 personas en 1989 y González le ofreció 600 millones de dólares para aliviar tan crítico momento. El mismo escudero es sospechoso de aprender en Venezuela las virtudes de la guerra sucia del estado materializada en los GAL. Son gentes de esta ralea las que deciden qué cosa es el bien y dónde habita el mal, qué muerte es digna de compasión y qué derechos y libertades valen la pena.

Madrid-Caracas: ida y vuelta

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La campaña mediática e institucional desatada sobre Venezuela llama a la reflexión. Hay cosas de Venezuela que no me gustan desde mucho antes de esta campaña y otras muchas que sí me gustan y que no aparecen en ella. Me disgusta que sea España, su periodismo y su diestra casta, la que utilice a Venezuela para desactivar a la oposición interna. Me preocupa que este interesado discurso falsario cale hasta la médula en el español medio tabernario.

Han conseguido, martillo pilón, dibujar sobre el chavismo, ganador en 18 de 19 elecciones avaladas por observadores internacionales, rasgos dictatoriales. Me disgusta que se reprima a quienes exhiben símbolos contrarios a un jefe de estado, sentado en el trono por un dictador, que no ha ganado una sola elección y que está exento de pasar tan democrática prueba. El presidente venezolano se lo tiene que currar, y eso me gusta, para mantenerse en el poder o pasar a la oposición. El rey y la princesa Leonor, no.

Se le reprocha a Maduro que encarcele a opositores, cosa que me disgusta, desde un país que encarcela de forma ejemplarizante a quienes piensan en voz alta y en público de manera diferente al gobierno de la ley Mordaza y la ley de Partidos. Me disgusta que dé lecciones de democracia y de derechos humanos un país que ha abolido la Justicia Universal, que no condena el franquismo y que saca una moneda de curso legal que consagra como de paz 40 años de terror.

No me gusta que las élites venezolanas desabastezcan al pueblo para provocar su indignación contra el gobierno, y tampoco que las élites españolas se apropien de lo público con la complicidad del gobierno. Me gusta que, en lo que va de siglo XXI, la pobreza haya pasado del 49 al 27% de la población venezolana y me disgusta que España, en los últimos tres años, haya emprendido el camino inverso. Me gusta que la desnutrición venezolana haya pasado del 13,5 al 5%, el desempleo del 16 al 7% y que la UNESCO haya declarado a aquel país libre de analfabetismo. Me horroriza que la democracia española esté consiguiendo justo lo contrario.

Venezuela y España están hermanadas por oligopolios mediáticos que se vuelcan en denostar a la primera y encubrir las miserias de la segunda. Se echaba en cara a Chávez el uso de la televisión como elemento de propaganda, cosa que no me gustaba, y resultó un aprendiz comparado con lo que el PP ha hecho y hace con las televisiones públicas de España. Populismo llaman a Maduro y el pajarito, a Báñez y la virgen del Rocío. La prensa no es libre ni aquí ni allá y es la de España, sin duda, la más manipuladora y manipulada.

No me gusta un país que financia a partidos extrafronterizos. No me gustó la presencia de Carromeros en Cuba, ni las asesorías de Felipes González o Aznares a los Capriles de Hispanoamérica. No me gustan los países que apoyan dictaduras como la marroquí, la saudí o la guineana. No me gustan los países que flirtean y condecoran a dictadores como Pinochet o Videla. No me gusta que el dinero secuestre democracias y, en este sentido, no me gustan mis gobernantes, no me gusta mi país. Me gusta la utopía de que sea el pueblo quien gobierne España.

Me gusta que la dignidad de los pueblos latinoamericanos rechazara el Tratado de Libre Comercio de las Américas y escapasen del imperio norteamericano, ni Obama lo ha perdonado. La dignidad tiene un precio y Venezuela ha sido declarada enemigo público de USA, por su rebeldía y porque hasta EEUU se ha creído que es el modelo de la oposición al neoliberalismo europeo. Me disgusta y me horroriza que Europa haya caído en la sima de la indignidad permitiendo que las élites mercantiles y financieras, americanas y europeas, pacten en secreto, de espaldas a la ciudadanía, el TTIP, el tiro de gracia a la democracia.

Una diferencia a tener en cuenta entre Venezuela y España es que allí, para gobernar por decreto, el presidente pide permiso a la Asamblea Nacional. Aquí se hace sin permiso del Congreso, sin consenso, por la cara. ¿Venezuela o España? ¿Madrid o Caracas? Ni tan sucia ni tan limpia, ni tan dictatorial ni tan demócrata. O pueblo, o dinero: es lo que las separa.