La derecha ha venido

Cuando el socialismo de derecha moderada gobernaba España, el hermano de Juan Guerra arengaba a los descamisados al grito de «¡Que viene la derecha!». La voz clara y diáfana era amplificada por la megafonía del mitin, la prensa reproducía el mensaje a cuatro columnas y los medios audiovisuales lo repetían y traducían durante días. En calles y plazas, el vecindario musitaba el aviso recordando los usos violentos de la derecha durante la guerra, la posguerra y la dictadura entre rumores de asonadas golpistas.

Vestidos con chaqueta, de pana pero chaqueta, Guerra, González y los barones de un PSOE disidente del socialismo se valieron del miedo al pasado y a un presente, aquél, con Alianza Popular y Fuerza Nueva infectadas de franquismo y las fuerzas de seguridad del Estado plagadas de fascismo. La transición fue un trampantojo cuyo objetivo no era otro que validar a la extrema derecha como sujeto político bajo el estrecho marcaje del ejército, la Guardia Civil y la Policía armada. El pueblo se cegó con Felipe.

Iluso, creyente, el electorado vio al socialismo nominal practicar la misma política y exhibir los usos corruptos de la derecha franquista. La reconversión de AP en el PP de un Aznar falangista confeso le dio la apariencia de una derecha moderna, moderada y democrática que el electorado prefirió a un PSOE virado al centro, cuando no a la derecha. Y llegó la derecha, una derecha que compartió cama con el independentismo catalán, negociaba con el vasco y profundizaba en las políticas liberales iniciadas por el PSOE.

El ego de Aznar, venido arriba tras su mayoría absoluta, lo quiso todo y abandonó la primera línea para conspirar entre bastidores. Exigió a los suyos una derecha sin complejos que resucitase el Espíritu Nacional y para ello creó a Vox, como acicate del PP, en el contexto del neoliberalismo iniciado con Reagan y Thatcher que su amigo Bush le mostró. Ayuso y Abascal se alinean con la extrema derecha global y aprovechan la crisis para minar la democracia y los derechos cívicos. Como Hitler, Mussolini y Franco.

La derecha totalitaria, enemiga de la libertad que dice defender, está aquí, ha llegado y, como los fascismos que desembocaron en la II Guerra Mundial, tiene el apoyo mayoritario de un pueblo golpeado por las crisis que provocan sus políticas. Hoy son las derechas las que gritan “¡Que viene el comunismo!” a un pueblo más instruido pero más zafio que el de hace 80 años, un pueblo que ha votado contra sus derechos y su bienestar, que ha votado a sus verdugos. La derecha fascista y Alfonso Guerra están aquí. Nunca se fueron.

Nos aguarda el yugo impío de Mordor más facherío

Sufrieron aflicción, terror y apuro

los habitantes de la Tierra Media

cuando los atacaron ¡qué tragedia!

las hordas fachas del Señor Oscuro.

.

Mientras, en Celtiberia, estoy seguro

de que, si algún Gandalf no lo remedia,

la sombra de dos orcos nos asedia

para desmoronar nuestro futuro.

.

Con ellos reinarán en la Comarca

huargos, Nazgûles y la mierda carca

experta en vaciar nuestros bolsillos.

.

Porque en la pantomima electoral

el bien fue bien hostiado por el mal

y no petó El Señor de los Anillos.

Padadú El Bardo. Mayo 2023

Un exorcismo para España

En todas las culturas, las personas reaccionan ante lo que escapa a su capacidad de razonar creando mitos que sustituyen esa impotencia para explicar cosas. Lo más habitual es renunciar a analizar los fenómenos y acordar atribuirlos a dioses urdidos con poderes que sobrepasan lo natural. Así, se llama religión al constructo cimentado en miedos y supersticiones que es aprovechado por una minoría para manipular, a su antojo y beneficio, a la mayoría social condenada a un papel pasivo y sumiso.

Las religiones crean tótems reconocibles por el pueblo con la función de simbolizar lo inexistente. A estas representaciones rinden culto los pueblos incultos en las diferentes culturas del mundo bajo la dirección de selectas élites que tienen hilo directo con los dioses. Esas élites también crean demonios como indispensables ideas probatorias de la existencia de los dioses (yin y yang) y un sofisma inapelable para que el público los tema y busque salvarse de ellos: todo lo que no es dios, es el demonio. ¡Vade retro!

Históricamente, la cultura católica ha nublado la razón de España hasta ser conocida en la Europa moderna y de progreso como la Reserva Espiritual de Occidente; y sigue en el empeño. Hoy, la sinrazón permea al país por sus fisuras para devolver la cultura y la ciencia a la oscuridad, señaladas ambas como anticristos, como demonios a combatir. La Reserva Espiritual derivó, vía santa cruzada, en un nacionalcatolicismo autor de heridas que no cierran porque los herederos, políticos y religiosos, de aquel régimen se oponen.

Predicadores de púlpito y escaño se han conjurado para llenar España de demonios. Como hace un siglo, sigue siendo rojo el color del infierno y azul el del cielo, con la diferencia de que hoy el demonio, además de Comunista, es Independentista, Bilduetarra, Bolivariano y… algo más se les ocurrirá. La nación reza nueva letanía: Libertad para tomar cañas, Gobierno ilegítimo, Nos invaden los inmigrantes, Vivimos una dictadura, Los okupas te quitan la casa. Que te vote Txapote, Pagar menos luz es un timo… 

Hay que salvar a la Patria. Desde Moncloa destilan azufre y amenazan a toda España. Lucifer Sánchez debe ser abatido por lo civil o lo militar antes de que el Apocalipsis arrase el país y, para ello, nada como invocar al tótem en todas sus formas: Dios, Yahveh o Jehová. El Partido Popular ha movilizado a obispos, cardenales, curas, pastores y rabinos para su nueva cruzada y, de paso, utiliza a cristos y vírgenes como floreros electorales durante la Semana Santa y las fiestas patronales a lo largo y lo ancho de toda España.

La jerarquía católica se ha venido arriba y aprovecha el fervor desatado para sacar sus ídolos en procesión con cualquier excusa, la más recurrente es “ad petendam pluviam”. Nada más milagroso que consultar el oráculo de AEMET y atribuir al santo, al cristo o a la virgen de turno el hecho si cayeran cuatro gotas, un ligero nublado también valdría. Mientras, a la trama civil que anda a Dios rogando para que llueva, se la ve con el mazo dando a los paraísos naturales de Doñana y el Mar Menor, por ejemplo.

España necesita un exorcismo, uno que la ilumine, que la libere de una vez y para siempre de los enemigos seculares de la razón, de la ciencia y del progreso.

Virgencita del Rocío dale al sur más regadío

Espátulas, flamencos, calamones,
cercetas y otras aves de Doñana,
usurpan un caudal que se empantana
y no da ricas fresas ni fresones.

Conviene pues, sin tontas dilaciones,
meterle mano al manantial que mana
hoy sólo para el pájaro y la rana,
en vez de regar pingües plantaciones.

Permítase trocar el agua en sacos
de frutos a granel, secando el cieno
con júbilo de cacos nada flacos.

Así, la Junta y Parlamento en Pleno
darán fin a la sed de pajarracos
amigos del rapaz Juanma Moreno.

Padadú el Bardo. Abril 2023

La penúltima… y la última

Ponme la penúltima, Paco —la penúltima es hoy la tercera jarra de cerveza, suficiente para liar la lengua y los andares de quien, 50 años antes, necesitaba siete u ocho para emborracharse—. Y ponte tú otra, ¡coño!, que para eso somos amigos. ¿O no?

El bar ha resistido medio siglo con menos cambios que los apreciables en Paco y Manolo: la madera del mostrador aguanta a base de lija y barniz cada cinco años, las repisas de cristal son ahora de metacrilato, la luz es de led y la televisión de culo, su peana y los escuadrones que la sujetaban, han sido sustituidos por una tele de plasma de 50 pulgadas fijada a la pared. El camarero y el cliente, en cambio, empiezan a arrugarse, tienen calvas rodeadas de canas, gafas, sobrepeso, gestos lentos y visible cansancio vital.

El de Paco es uno de los últimos locales que se resisten a la moda de reservar y ofrece sus mesas interiores y las de la terraza a la clientela según va llegando. Los fines de semana, quien se acerca y se topa con las mesas llenas se toma unas copas en la barra mientras espera a que quede libre una. A Paco le ayuda su hijo Luis, con pendiente nasal, coleta y el brazo izquierdo tatuado como un tebeo, que sólo ha convencido a su padre para llevar los pedidos y las cuentas con una APP del móvil. Nada de reservas.

Así ha sido siempre y así será hasta que Paco se jubile por imperativo vital, pues hace ya tres años que cumplió los 65. Manolo le da la razón: desde poco antes de la pandemia, echar unas cañas y picotear se ha convertido en un suplicio. Lo pone de los nervios tener que ser más puntual para ir al bar que para el médico (“hemos reservado a las 2:30, ¡¡no lleguéis tarde!!”), o no poder cambiar de bar para probar el arroz dominguero del Valencia, o no poder decir “Veníos” a los amigos cuando lo llaman por teléfono. Manolo y Paco suelen compartir raciones de nostalgia.

No hace mucho, salíamos de tapeo y se improvisaban rutas sobre la marcha, sin la tiranía de la reserva y con libertad para recorrer los bares con los amigos —apunta Manolo.

Sin esperarlo, venían o se formaban un par de reuniones que vaciaban la despensa y llenaban la caja —evoca Paco con melancolía.

Pero era una locura de curro —intenta rebatir Luis, hoy con la coleta suelta—. Con las reservas hay orden y es mejor para trabajar.

Qué tierno —se dicen con la mirada y media sonrisa Paco y Manolo.

A la penúltima le sigue otra y los recuerdos sobrevuelan el universo sentimental y lúdico de los bares como lugares de recreo, de expansión y de holganza para muchas generaciones. Y también como espacios de tertulia, conciertos, teatro, revoluciones pendientes, poesía, exposiciones, cinefórums y otras causas perdidas. El bar de Paco alterna actuaciones esporádicas de flamenco para los de su quinta, monólogos para todos y peleas de gallos para la generación de su hijo. Manolo acude al flamenco, su hija al rap.

No somos nadie, Manolo —mira a su hijo que se ha retirado a la puerta para atender el ronroneo del móvil—. La cultura de la taberna y el alterne toca a su fin. Ya hasta se folla con el móvil. A éstos —señala a Luis alzando  la barbilla— se los están comiendo con patatas.

Ponme la penúltima Paco, y dame la cuenta —saca la cartera, extrae 20 euros y los deja en el mostrador—. ¿Sabes que al PP de Madrid le molesta que los indigentes vayan a beber a las fuentes públicas?

Lo que yo te digo —deja sobre la barra las dos cervezas—. En Estados Unidos, los talibanes preparan cámaras de gas para los maricones y las feministas y aquí la Ayuso va detrás de ellos de cabeza. —Empuja el billete hacia su amigo— invita la casa.

Ya nos va quedando menos para echar la última —coge y levanta la jarra para brindar.

Mientras tanto… —chocan las jarras— ¡Salud!

¡Y República!, Paco, ¡Y República!