De un pueblo capaz de exponerse con deleite a los culebrones turcos, se puede esperar que vote por mayoría absoluta a Erdoğan, al responsable de sus carencias y de su dolor. España acaba de votar en unos comicios municipales y autonómicos en clave turca, renunciando, por ejemplo, a una Sanidad Pública que sana pero no cubre la cirugía plástica ni el injerto capilar que en aquel país son asequibles a bolsillos precarios. El pueblo español ha optado por la satrapía corrupta y radical como alternativa a la gestión decente.
Dicen los entendidos que España ha votado con vísceras polarizadas a un bipartidismo que no ha renunciado a su hegemonía y ha recuperado el statu quo instaurado en 1885 por Cánovas y Sagasta con bendición del Borbón. Dicen que en las municipales la ciudadanía vota la proximidad y campechanía de los candidatos y las candidatas que se vuelcan con el mantenimiento de calles y plazas, con el suministro de agua y luz, con la limpieza pública, con los problemas y las necesidades del vecindario… Dicen.
España ha votado tal vez en clave nacional, con una pasión y una pulsión promovidas por la mercadotecnia electoral y la propaganda mediática, conjuradas para convencer al pueblo de que es más importante lo etéreo que le pudiera afectar que lo real y tangible que le afecta. Sólo así se explica que una mayoría absoluta de españoles otorgue su confianza política a opciones de contrastada condición corrupta y demostrada incapacidad para gestionar la cosa pública mirando el interés general y no el de minorías elitistas.
De los resultados se deduce que los habitantes de pueblos como San Sebastián de los Ballesteros, en Córdoba, o Pórtugos, en Granada, dormirán pensando que están a salvo de ETA, que los comunistas no les quitarán el coche y que no hallarán sus casas okupadas al volver de comprar el pan. Si el pueblo está sucio o mal alumbrado, es problema secundario. Si en la tele dicen que esas cosas pasan en todos los pueblos de España a causa del gobierno sociocomunista, separatista y bilduetarra, por algo será.
Se ha visto en estas elecciones que las mediocridades de Ayuso y Almeida han logrado mayorías absolutas para sus políticas absolutistas, a pesar de la lesiva gestión que ambos han llevado a cabo en la última legislatura. El método es el trumpismo cañí, basado en la prepotencia, los bulos y el apoyo incondicional y sin fisuras de la derecha política, la mediática, la empresarial, la financiera y la judicial. Una candidata incapaz de opinar sin leer la chuleta y un candidato veleta han marcado el camino.
La consecuencia ha tardado apenas 12 horas en llegar: Pedro Sánchez ha adelantado las elecciones generales al 23 de julio próximo. Gran jugada que le permite de un plumazo restar fuerza a la vicepresidenta Yolanda por la izquierda y desbaratar en lo posible el plan de Miguel Ángel Rodríguez por la extrema derecha descartando a Ayuso como rival directo. El PSOE ha dado muestras a lo largo de su historia de una ciclópea capacidad para reponerse de las derrotas electorales a base de azotar a la izquierda. Ése es su papel.
Tras reconocer su responsabilidad en el mal gobierno del país, hubiera sido más sensato que, antes de convocar elecciones, el presidente hubiera procedido a derogar las leyes y decretos de la subida de pensiones, el IMV, el SMI o la Reforma Laboral entre otros, a devolver a Europa los fondos Covid, a abandonar la excepción ibérica y a privatizar absolutamente todos los servicios públicos. Este gobierno ha cometido, además, el peor pecado en España: no ha metido la mano en la caja. Suficiente para votar a Erdoğan.