Mirones

A las seis y media en punto, el reloj suizo de Casa Manolo emitió los dos “cu–cu” que pusieron punto final a la partida de dominó con un insólito empate a 43 entre Antonio y Manolo y una pareja de discretos clientes que, mientras ayudaban a guardar las fichas, dijeron disfrutar más como mirones libre oyentes que como jugadores. Alfonso y Ángel, así se presentaron, pasaban desapercibidos cuando se dejaban caer por allí.

Miguel, camarero cabal, sabía algo más sobre ambos personajes porque en alguna ocasión captó detalles al vuelo, insignificantes para otros, intercambiando palabras con ellos o escuchando lo que hablaban con eventuales acompañantes. Para el resto de la clientela, incluidos el suegro y el amigo Antonio, eran sólo un octogenario y un jubileta reciente que tomaban descafeinado y café intenso dulce en una esquina de la barra o una mesa, a veces juntos y a veces, cuando los acompañaban otras personas, separados, siempre sonrientes a los comentarios que les llegaban desde la mesa donde se jugaba al dominó.

Una tarde lejana, Miguel observó que Alfonso llevaba el pantalón desgarrado a la altura de la canilla. “¿Qué le ha pasado ahí? —señaló y preguntó tras atender el pedido”. “¿Eso? —sonrió jocoso el cliente—. Las mordeduras de Perrito Faldero y de don Francisco Torra Gil, fachas baldragas de guardia en un periódico digital de pueblo”. A partir de esa metáfora, Miguel se enteró de que el abuelete publicaba artículos en el digital y de que algunos comentaristas, mirones mediáticos, no admitían críticas al alcalde Urelio ni al presidente Bonilla, ambos del PP, ni denuncias de los excesos y las corrupciones de la derecha.

De Ángel, Miguel pudo comprobar seducido, desde que se fijó en él como cliente “peculiar”, su capacidad analítica, su ponderado uso del lenguaje y su posicionamiento social y político en la misma trinchera que Casa Manolo. En cierta ocasión, sin recordar a santo de qué vino la charla, supo que Ángel también publicaba esporádicos artículos, en InfoLibre, y que solía comentar los publicados por otros socios y socias del digital. Miguel se interesó y pudo comprobar que tocaba todos los palos, con un enfoque progresista, en varios artículos que consiguió localizar y leer gracias a su condición de socio del periódico.

Con estos mimbres, se armó aquella tarde la tertulia, en la barra a petición de Miguel para participar más activamente en ella, dado que el aforo se reducía al propio camarero, a los cuatro jugadores y a un par de “mirones libre oyentes». Antonio propuso como punto de partida la perífrasis usada por Ángel para definir a los espectadores de las partidas a los que Manolo llamaba moscones o moscardones según el día y el carácter de los mismos.

“Son como los comentaristas de noticias en los periódicos: unos comentan la noticia y otros se dedican a atacar a quien comenta —llevó Alfonso el tema a su terreno”. “Yo conozco a dos que cobran de Vox por sembrar odio en los periódicos y en las redes sociales con pseudónimos y perfiles falsos —puntualizó uno de los mirones”. “De todo hay —añadió Miguel— yo también sé de algunos que lo hacen por militancia”. Había unanimidad.

Ángel permaneció en silencio un rato y, al llegar el turno de los bulos y las noticias falsas, habló: “Nada nuevo bajo el sol. España tiene una larga tradición adoctrinando mirones. Queipo de Llano, Millán–Astray, Fraga o MÁR no tienen nada que envidiar a Goebbels y “El Cogorzas”, alumno aventajado de Steve Bannon, marca la línea a seguir por los Hernando, Floriano, Gamarra, Cayetana, Feijóo, Tellado, Ayuso o Abascal, acatando las directrices marcadas desde la FAES por Aznar y que reproducen a coro los medios afines”.

Hablemos de terrorismo

Resulta excesivo, y peligroso para la Democracia, acusar de terrorismo a un tractorista que, en una movilización no comunicada a la Delegación del Gobierno, ilegal por tanto, agrede a un guardia civil o a un policía. Resulta una desmesura acusarlo de “atentado” a agente de la autoridad, aunque los hostie, pero así lo establece la legislación vigente. Y resultaría, si así ocurriese, un agravio comparativo con los manifestantes de JUSAPOL (Policía y Guardia Civil) que rompieron un cordón de seguridad en el Congreso, ante la pasividad de compañeros y superiores, con total impunidad. Por cosas muy similares, el Partido Popular embiste de forma hiperbólica con el término terrorismo contra los apoyos del Gobierno, especialmente Bildu, ERC y Junts, como reacción a su aislamiento político agravado desde que compite con Vox por el voto de extrema derecha.

El papelón, de juzgado de guardia, de García Castellón y el del CGPJ son atentados contra la división de poderes, la independencia judicial y el propio sistema democrático. Donde gobierna la extrema derecha, la Escuela Pública tampoco se libra, acogiendo en las aulas a radicales afines para adoctrinar usando el terrorismo de ETA. El terrorismo es la mayor baza política de las derechas, si no la única, frente a sus políticas económicas, sociales y culturales contrarias a la diversidad, a la convivencia y a la libertad, contrarias a la mayoría social. Los términos terrorismo y atentado han mutado el significado desde que son utilizados con bastardía para manipular y crear opinión pública partidista. 

¿Qué palabra serviría para nombrar lo que hace Netanyahu al pueblo palestino, lo que hace EE.UU. donde, cuando y a quien se le antoja? ¿Holocausto? ¿Genocidio? Asesinar a la población indefensa es terrorismo como el de ETA, pero ejecutado de forma industrial y radical. Las derechas, al respecto, ni mú. Los referentes de las derechas radicalizadas son Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Pinochet, Videla y otros monstruos a los que occidente consiente o directamente patrocina y que rápidamente son olvidados. El fascismo recupera terreno en el mundo: Trump, Melloni, Milei, Orban, Le Pen, Ayuso o Abascal son ejemplos del terror que amenaza. Como siempre, empiezan persiguiendo a extranjeros, comunistas, homosexuales, sindicalistas, socialdemócratas, con la diferencia de que hoy son los judíos sionistas quienes masacran, y luego nos perseguirán al resto.

Tampoco llaman terrorismo las derechas, más bien la justifican, ocultan o tergiversan, a la mayor masacre sufrida por España durante y después del golpe de Estado militar que puso fin a un periodo democrático y dio paso a una dictadura. El terrorismo franquista asesinó a cientos de miles de inocentes demócratas y aterrorizó a millones que pensaban diferente a través de un odio manipulado instalado en la población con la metodología del bulo y la propaganda, como hoy. En fosas comunes y cunetas hay restos de las víctimas que los fascistas del siglo XXI se oponen a que sean recuperados y dignificados.

Del 6 al 8 de febrero de 1937, el bando sublevado contra el gobierno legítimo de la segunda república atacó por tierra, mar y aire, con ayuda de terroristas italianos y alemanes, a la caravana de evacuados civiles que huían a pie, por la carretera de la costa, desde Málaga hacia Almería. La Desbandá fue un atentado terrorista masivo que duró tres días y en el que murieron entre 3.000 y 5.000 personas inocentes e indefensas en la bautizada como Carretera de la muerte. Terroristas implicados en La Desbandá, como Queipo de Llano, Juan Cervera, Francisco Moreno y Salvador Moreno, fueron enterrados en la Macarena o en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz). El terrorismo franquista fue amnistiado por la Ley de Amnistía de 1977, pelillos a la mar.

El COVID–19 que viene

Guernika

Ante tanto dislate calculado, ante tanta veleidad, recurro al realismo poético de Don Antonio Machado y su fresco intemporal Del pasado efímero. El poeta fue víctima de esa patria que amputó la Cultura y mutiló la Ciencia y que hunde sus raíces en el devastador legado de la Santa y Puta Inquisición. Fulminar la Institución Libre de Enseñanza y su legado fue objetivo prioritario del golpe de estado de los militares sublevados en 1936.

Escucho, veo y leo a los patriotas de quincalla y comprendo que la “España vaciada” se acerca conceptualmente al vacío en la oquedad de sus cabezas. Las huecas seseras de la España vacua son colmatadas con proclamas de serrín rojo y gualdo por montaraces patriotas. Poco dadas al raciocinio, domesticadas por siglos de plegarias, las mentes huecas reproducen los bulos y patrañas de sus pastores como letanías impensadas.

Auguran que volverán los neoliberales y predicen el retorno de privatizaciones y recortes en la Sanidad y en todo lo Público. A diferencia de las cigüeñas, las derechas sólo ven en los campanarios una oportunidad para que toquen a muerto los badajos. Es hora de decirlo: la ultraderecha y la extrema derecha exigen muertos, más muertos que los ocasionados hasta ahora por el COVID–19, muertos a escala fascista, que en ello andan.

Veo el panorama y corro a meterme bajo la cama de la Historia, la de España y la de Europa, la de Hitler y la de Franco. Escucho los ladridos de Vox y veo bajo la cama la Noche de los cristales rotos. Escucho los rebuznos de Casado, Ayuso o Aznar y se meten bajo la cama Trump, Johnson y Bolsonaro. La cama, la habitación y la casa entera se convierte en un crematorio nazi, una fosa común, un laberinto de paredones con metralla.

¿Kale borroka de las élites? La tradición española marca que, cuando los señoritos, los industriales, los banqueros, los aristócratas, han tomado la calle, el pueblo llano ha sufrido las consecuencias: sangre, sudor y lágrimas, luto. En Madrid crecen quintacolumnistas, camisas pardas, y pronto florecerán escuadrones de la muerte junto a los crisantemos. Cobra tétrico sentido la querencia de Vox por atraer a quienes tienen licencia de armas, y armas, sin tener alma: Policía, Guardia Civil, Ejército y cazadores.

Ya buscaron, y encontraron, los mismos, la manera de teñir de sangre la piel de toro en el 36. Hoy siguen idénticos pasos: propaganda basada en mentiras mil veces repetidas (Goebbels, Queipo de Llano…), señalar un enemigo interno, apuntar, disparar, exterminar y culpar a las víctimas. Están en ello. Los pijos abanderados tienen claro que los pobres, los desheredados, los de siempre, la chusma, el populacho, no tienen derecho a la vida.

De comunistas, socialistas, nacionalistas o cualquier “-ista” que no sea capitalista, se encarga Abascal. Para el resto, la sentencia la ha dictado Casado: “Hay que convivir con el virus”, caiga quien caiga. Al paso que van, la única duda que me queda es cuál de los dos se autoproclamará “Presidente Encargado de España”, paso previo para el baño de sangre que pergeñan Abascal y Casado por una u otra vía. Lo ha hecho en Bolivia y Brasil, lo ha intentado en Venezuela, lo quiere en España: es el neoliberalismo, el puente que une el capitalismo con el fascismo.

8 de marzo de 2020: necesario

serpiente negra

La negra historia de España, como la piel de las serpientes, está cubierta de escamas que, entre otras funciones, la ayudan en el arte del camuflaje. Como las serpientes, la España negra muda la piel (la camisa) cada cierto tiempo para fortalecer su cuerpo de ofidio. El veneno, en cambio, es siempre el mismo desde hace siglos, la misma pócima letal que administra a quienes señala como sus enemigos.

Animal maldito de la mitología cristiana, la serpiente se presenta como aliada del sexo maldito por la misma mitología: la mujer. Como en las mitologías islámica y judaica, a fin de cuentas las tres versionan el mismo cuento. Religión y Estado: pecado original y derecho de pernada, dos camisas que la negra serpiente española jamás cambia. La España negra, históricamente, ha perseguido, condenado, torturado, quemado, rapado, vejado, maltratado y asesinado a sus mujeres.

Desde 1478 (Isabel la Católica) hasta 1812 (Cortes de Cádiz), la monárquica Santa Inquisición dejó claro que las mujeres eran la reencarnación del Diablo y ejerció con cruel gula la misoginia. Satanás se reencarnó en Queipo de Llano y arengó el odio a las mujeres como arma de guerra implacable, sádica, sanguinaria y nacionalcatólica. En seis siglos, la negra serpiente hispana ha tenido varias mudas de camisa. De veneno, no ha cambiado.

La España negra, heredera de Isabel la Católica y de Queipo de Llano, sigue reptando en este país en el siglo XXI, cara al sol y con la camisa nueva, bajo palio y al servicio de la corona. En el siglo XXI, las mujeres somos despreciadas, maltratadas y asesinadas como negra tradición de nuestra historia. La España negra cambia de camisa, pero no de ideología, de veneno.

Fue una mujer, Primera de Castilla y Católica, la que universalizó la persecución de la mujer. Fue Pilar Primo de Rivera, ferviente católica, quien tomó el ruin relevo para imponer su sectaria doctrina fascista a toda mujer. Hoy, renacido y pujante el nacionalcatolicismo, hay dura competencia entre mujeres para postularse como azote de la mujer: Díaz Ayuso, Álvarez de Toledo, Monasterio… con el permiso patriarcal de sus partidos y sendas bendiciones episcopal y mediática.

Seguimos siendo acosadas, menospreciadas, difamadas, agredidas y asesinadas, pero la serpiente sigue escupiendo veneno: algo habremos hecho las mujeres, ¿pecar?. Amén, asienten obispos, políticos, sicarios de pluma y micrófono, marionetas judiciales, uniformados servidores del orden y otras especies predadoras de la España negra. Socorro, seguimos gritando mientras nos vilipendian, maltratan y asesinan.

Se oponen ellos (y ellas) a que expongamos nuestra realidad, se resisten a perder el primitivo y privilegiado poder que han ejercido y ejercen sobre nosotras. ¡Basta ya! ¡Ya basta! Sólo aspiramos, y lo exigimos, a ser consideradas personas, nada más. Dejen su veneno populista, radical y sectario, su discurso misógino que mata, su ideología machista. ¡Déjennos VIVIR en igualdad!

8M: machotes y machotas de derechas

santiago-rivera-casado

De vuelta a casa, después de la manifestación, la duda metódica de los últimos años: ¿vivo en un país normal? ¿O es “subnormal”, en el peor sentido peyorativo de la palabra, la clase política y empresarial que malgobierna y pretende gobernar España? Hay que tener visión, ese sentido con el que se percibe la realidad que nos rodea a diario, algo tan simple como eso. Pero ni Rivera, ni Casado, ni mucho menos Abascal, parecen hacer uso de ella para afrontar la realidad.

Hoy, con varias mujeres de sus partidos ejerciendo de photocall a sus espaldas, hablaron sólo ellos. Sus discursos agresivos, y muy medidos, tratan de imponer que la evidente mayoría feminista está en todo el planeta equivocada, no ve adecuadamente la realidad, está manipulada por un fantasma comunista o vaya usted a saber. El presidente de la patronal explica, justo el 8M, la brecha salarial por diferencias en “rasgos psicológicos y habilidades no cognitivas” y otras lindezas.

Dudo que sean tan “subnormales”. Lo dudo. Y es entonces cuando se erizan los vellos y se crispan levemente los nudillos engarfiando los dedos. Algo parecido a la inquietud. Algo como un vértigo de nostalgia agitado por la realidad que todas y todos percibimos por los cinco sentidos. Algo que me resisto a calificar como miedo, pero lo parece. Escuchar su peligrosa tromba de tergiversaciones, manipulaciones y, directamente, mentiras, es algo que debe asustar, o al menos preocupar.

Sospecho que los fantasmas, los creí superados entre los años ochenta y los noventa, regresados de la posguerra, están ahí por algo, para algo. ¿Volver atrás en el aborto? ¿Cadena perpetua? ¿Explotación cuasi esclavista? ¿Prostitución/subrogación? ¿Desigualdad(es) como estado natural? ¿Segregación(es) desde la infancia? ¿Por qué critican Casado, Rivera, Abascal y sus entornos que una huelga feminista sea política? La sospecha da miedo.

Y luego las oigo a ellas, a Díaz Ayuso, a Arrimadas, a Monasterio, compitiendo con ellos en discursos ciegos ante la realidad, ante cientos de miles de personas que salen a la calle para ser escuchadas. Ellas oyen (sólo se oyen, los oyen), pero no escuchan. Sólo les interesa que se escuche su irreal y desenfocado discurso sobre la realidad, la única realidad de la derecha. Mañana volverán, como si hoy no hubiera pasado nada, a sus mentiras.

Veo, escucho, analizo lo que proponen y se materializan viejos fantasmas con cuerpos más jóvenes pero el mismo pensamiento único de guerra, posguerra, y golpista dictadura militar. Veo y escucho a Rivera y se me representa el espectro del otro Rivera; Abascal se me antoja el espíritu de Queipo de Llano sin hacer la mili; Casado es una reencarnación de Serrano Suñer; y luego están las brujas Pilar Primo de Rivera, Mercedes Sanz Bachiller y Clarita Stauffer, que nunca sé como emparejarlas.

¿Vivo en un país normal?, me preguntaba al principio. No. No es normal que ese grito de impotencia y miedo ante el machismo calle en las urnas, espero con desespero. No es normal que el grito falso y ruin de la manifestación en Colón, hace apenas unos días, haya tenido tal repercusión. Sin autobuses ni bocadillos pagados con oscuro, sangriento y corrupto dinero (en parte aportado por el terrorismo iraní), la realidad ha salido hoy a la calle.

No escucharán: seguirán malversando su vista y su oído, negando el terrorismo machista, ensanchando todas las brechas, explotando sin alma todo lo viviente, adoctrinando con rigor y, si todo les fallara, amenazando con las armas. Pero no me doy por vencida… del todo.