El fenómeno no es privativo de Andalucía, ni de España. Se trata, tal vez, del primer fenómeno globalizado(r) del que hay noticia en la historia de la humanidad. Un tema tratado por Freud en “Tótem y tabú” que ha sido objeto de estudios antropológicos, sociológicos, psicológicos e históricos, además de fuente de inspiración para las artes en todo tiempo y lugar. Se llama tótem a cualquier objeto o ser, dotado de diversos atributos y significados sobrenaturales, que es adoptado como emblema por una tribu.
El tótem español por excelencia es un trozo de madera, piedra o cualquier otro material, con forma de mujer y atributos sobrenaturales interpretados por personas que negocian con su culto y custodia. Aunque existen tótems profanos de arraigo milenario, el catolicismo ha llenado de vírgenes la geografía cultural de las tierras que ha pisado. Las vírgenes comparten una gramática y una semántica común que las hacen reconocibles de unos lugares a otros como versiones autóctonas y folclóricas de un mismo cuento.
Por tradición y querencia al asueto (las vírgenes han usurpado las fiestas vinculadas a la agricultura), la tribu está siempre presta a fiestas de vino y gozoso jaleo. La religión es maestra a la hora de embaucar y amedrentar con miedos atávicos, convirtiendo al tótem en una potente herramienta para la movilización social, y usando la mitología para identificar a la tribu con el tótem mediante un misticismo ciego, inhibidor de la razón, eficaz para pastorear a los creyentes con la atracción del silbido y la amenaza del cayado.
Históricamente, el poder terrenal, consciente de esta virtud del tótem, lo ha usado en su provecho, tarea facilitada por un episcopado siempre abierto a repartir poder y beneficios. El ejemplo más reciente y cercano es el nacionalcatolicismo que no cesa en esta España Una, Grande y Mariana, entrada en precampaña electoral cuando el cada vez más exiguo campo andaluz andaba ocupado en labores de siembra. Caciques y capataces llevan las vírgenes al mitin mientras el pueblo baila al son de castañuelas, pito y tamboril.
Con poca fe y mucho protocolo, candidatos y candidatas de PSOE y PP se uniformarán de romeros y romeras en sus respectivos feudos luciendo traje, medalla y vara de mando para figurar en el desfile proc(f)esional delante o detrás del tótem. Ellas y ellos saben que el tótem mueve a la gente, al votante, y no dudan en utilizar a las vírgenes, todas ellas las más guapas de España, electoralmente para pedir el voto o zaherir al rival político. Curas y obispos habrá que aprovechen las romerías con la misma finalidad.
Y con el tótem, los tabúes: mucho ojo con cuestionar el dogma mariano (la religión), con criticar la fe (católica), con el sexo y el amor (si no son del agradado del tótem), con el pensamiento laico, con pensar sin tutela, con la ciencia no creacionista… y mucho ojo con votar al diablo. Desde los atriles electorales, se pronunciarán un cura católico, una pastora evangélica, una hermana neocatecumenal, un diácono del Opus, un imán islámico y un rabino judío, cada cual con su tótem y sus tabúes, todos viva-la-virgen y conservadores.