Salvapatrias y vendepatrias

escobas

Que España está mal no es noticia sino una lamentable tradición instaurada por quienes ostentan y han ostentado el poder durante las últimas cuatro décadas. La noticia es que el grotesco Mariano Rajoy continúe de presidente exhibiendo su bajo perfil político y su altísimo nivel de estulticia. Va este pobre hombre y, en pleno debate entre corruptos, suelta la lapidaria ocurrencia de que «generalizar la corrupción beneficia a los salvapatrias de la escoba».

A ver, presidente: los salvapatrias de la escoba no serían necesarios si su partido y el de la oposición hubiesen pasado la aspiradora desde el minuto uno de la transición en lugar de poner el ventilador a su máxima potencia. No harían falta si la Moncloa no hubiese estado ocupada de corrido por vendepatrias que han puesto en almoneda las empresas públicas y los derechos cívicos. Todos ustedes han metido bajo las alfombras tanta inmundicia que es imposible ocultarla.

Su partido y el otro son partícipes a título lucrativo de la peor de las corrupciones, la que se realiza a golpe de decreto. Ustedes, populares y socialistas, malversáis el poder de las urnas de espaldas al pueblo, en beneficio propio y de las empresas que se lucran con nuestra sanidad, nuestra energía, nuestra educación o nuestro agua. Vosotros y vuestros partidos recibís dinero negro o puestos en los consejos de administración de esas empresas cuando no sois socios fundadores de las mismas. Eso es corrupción, señor Rajoy, y no el merchandising de un Jaguar o unos confetis de agradecimiento.

Si usted, señor Rajoy, a los casos de su gobierno, su partido, sus militantes, sus ayuntamientos, sus diputaciones o sus comunidades autónomas y a los del otro partido, sumados a los de la casa real, la iglesia y el ejército, no lo considera generalización, cabría pensar que sus gafas son tan falsas como su mensaje. Tanta basura hay que barrerla y lamentar no haberlo hecho antes, porque a eso han llegado ustedes, a ser basura política que trata a la ciudadanía como basura.

Es un tremendo despropósito escucharle anunciar medidas para combatir la corrupción. Usted, los suyos y los otros no han parado de tomar medidas para fomentarla e incrementarla con inusitado esfuerzo y lacerante descaro. Las víctimas de sus medidas han sido Baltasar Garzón, Elpidio Silva, los discos duros de sus ordenadores o los registros de visitas de la sede de su partido. Sus beneficiados han sido los corruptos indultados o favorecidos con el aforamiento o el inmerecido tercer grado. Son ustedes una mafia de consumados corruptos y nadie espera que se combatan a sí mismos.

La primera medida que ha tomado usted con la corrupta Ana Mato ha sido mantenerla en su escaño y en la ejecutiva de su partido, además de justificar lo injustificable. No es usted nada creíble, señor Rajoy, haga un favor a su país y váyase, váyase a Soto del Real como último y único acto decente en su vida política. Bárrase usted mismo y llévese consigo la basura que le acompaña en el Consejo de Ministros y en su partido. Evite que los salvapatrias le barran si le queda dignidad.

Deje de mentirse a sí mismo y a los demás. Su lucha contra la corrupción no va en la buena dirección, sino en la contraria, como la recuperación económica que sólo afecta a quienes le han llenado la caja B y evaden sus impuestos con impunidad en paraísos fiscales. El pueblo español no tiene su nivel de necedad y es testigo de lo que ustedes han robado y de lo que su reforma laboral les ha robado a los hogares. El pueblo español está harto de vendepatrias: no se sorprenda de que busque un salvapatrias y una escoba, mejor cuanto más grande.

Un gobierno impresentable

desfile

Otra vez. De nuevo los excesos son protagonistas de la vida pública española. Se vuelve a repetir la constante de irresponsabilidad y desprecio institucional hacia el pueblo que es la Marca PP. No dan tregua a la indignación, se superan a diario y, como la última semana, parecen estar inmersos en una competición interna donde se valora la incompetencia, la desfachatez y la impasibilidad sobre cualquier otro criterio.

Los escándalos encadenados pasan a un segundo plano ante la escandalosa actitud y las más escandalosas declaraciones de quienes dirigen la economía y la política nacional. Un día aparece la señora Oriol, expresando en voz alta lo que el Partido Popular expresa con su reforma laboral, y propone que la mujer renuncie a la maternidad ante el estruendoso silencio de los provida y la Conferencia Episcopal. La mujer en la cocina y con la pata quebrá.

Otro día se destapa la existencia de tarjetas opacas en el banco del oso desmadroñado como si la contabilidad opaca, negra y ensobrada fuese novedad en el PP, el PSOE, los sindicatos o la patronal, financiados todos ellos ilegalmente. Ante este escándalo, los dedos acusadores apuntan a cualquier lado excepto a quien permite y se beneficia de la estafa. La culpa, para el PP, es de Bárcenas y Blesa, los condenados son Baltasar Garzón y Elpidio Silva, y la necia ciudadanía estafada ha de tragarse semejante estupidez.

Y, por si no bastara, llega el ébola y, con él, el caos. La repatriación del misionero infectado ya anunciaba que el virus era observado en el microscopio electoral de Génova. En la oficina de tasación de Moncloa estimaron que su sotana bien valía fletar un avión medicalizado a pesar de que el único hospital de referencia del país había sido, por ellos mismos, desmantelado. Lo urgente era la foto de un gobierno sensible con un español accidentado en el extranjero, una foto que, casi al mismo tiempo, negaron al espeleólogo laico atrapado en las entrañas peruanas.

Murió el cura y, a Teresa, la COPE de la iglesia la ha enterrado, el piadoso ABC le ha hecho la autopsia y entre el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid y la televisión de Cospedal la han descuartizado. Ana Mato, en su línea, mientras observa cómo visten a sus hijos y comprueba si en su cochera ha nacido otro Jaguar, de nada se ha enterado. Mariano, cada día más marioneta, dice que el ébola va bien y que sus colegas le han felicitado.

En las calles se ha debatido fieramente si ha sido oportuno el sacrificio del perro presuntamente contagiado o hubiese sido mejor aislarlo y estudiarlo. La autoridad, en este caso, ha cortado por lo sano. El ruido provocado por el perro ha tapado los más de 4.000 muertos cosechados por el virus en el empobrecido, expoliado y condenado continente africano y los medios españoles han tardado dos o tres días en dar la noticia de que la “dictadura” cubana ha enviado a 165 especialistas a luchar contra el ébola en Sierra Leona.

El gobierno tiene prioridades, como gastar un millón de euros en un desfile militar al estilo chino o coreano. Allí se ha juntado lo más selecto de la casta y de la caspa, a la sombra de la cruz y de la espada, en el enésimo desfile de una cabra. A los rezos y plegarias del católico gobierno se han unido las cabezas visibles del socialismo monárquico: Susana Díaz, pelele de la banca santanderina, y Pedro “sí, pero no; no, pero sí” Sánchez, socialista de hojalata. El mismo día nos enteramos de que el gobierno destina a la reconstrucción de Gaza poco más del doble de lo gastado por la banda de Bankia en vino, viajes, safaris o saunas.

Una semana agitada para un gobierno irresponsable, despreciable e impresentable.

¡Oído cocina!

cocina

Hay días en que la actualidad se devora a sí misma con tal voracidad y virulencia que las arcadas son un mal menor para quien consume noticias de forma desprevenida. Los cocineros de la actualidad padecen estrés desmedido y los consejos de redacción parecen un ensayo de La Grande bouffe, dirigida por Marco Ferreri, donde la comida es sustituida por noticias. España se está convirtiendo en una impresionante cocina donde se producen primicias, no aptas para gourmet, a ritmo frenético y con la fecha de caducidad expresada en horas.

Las crónicas sobre Bárcenas y los EREs son un cocido de garbanzos, con abundante tocino y chorizo porcino, que atraganta a los españoles en el desayuno, el almuerzo y la cena (a quien pueda, hoy, comer tres veces al día). Si malo es engullir trapicheos de este calibre, peor aún es tragar las ruedas de molino con que los cocineros del PP y del PSOE tratan de escurrir el bulto aparentando aliviar la indigestión. La alta cocina política de España goza de una reputación, por méritos propios, equidistante entre lo pútrido y la cochambre. La factura es, no obstante, digna de El Bulli.

Los sucesos de La Zarzuela son un potaje, también abundante en chorizo, que hincha los estómagos forzando a un titánico ejercicio de esfínteres para evitar que los gases acaben con la capa de ozono. En este caso, las palabras de los cocineros del bipartidismo son un exceso de vinagre que raspa los esófagos y pellizca los hígados más allá del dolor físico. Según Martínez Pujalte, personaje que aún no ha vivido la transición, y eso que se conoce como derecha mediática, el potaje borbónico se le indigestará al juez instructor siguiendo la receta con la que cocinaron al juez Garzón. Todos respetan la justicia cuando se pliega a sus intereses: ésta es una mala noticia.

Las relaciones de Feijoo y de Rajoy con la narco marina gallega es una mariscada en la que el chapapote es más abundante que el marisco y los presuntos langostinos se quedan en camarones que cantan como pies sudados. En la línea de transparencia abanderada por el PP, Ignacio González propone “regular” las noticias que dañan a su partido. Es otro político más que hizo novillos cuando en este país se impartieron las clases de democracia y que añora con nostalgia otros tiempos en los que don Manuel Fraga ejercía de censor y amo de las calles a las órdenes de otro gallego de luctuoso recuerdo. Otra mala noticia.

La gran fritanga la están haciendo, con aceite de ricino requemado por el gobierno y sus medios de propaganda, con los escraches. Después de más de un año buscando un lider para el 15 M, el 25 S y cualquier movimiento ciudadano, quienes no creen en la conciencia colectiva y niegan la capacidad de pensamiento individual a la sociedad, han encontrado en Ada Colau el ansiado mesías para crucificar. El escrache de la PAH tiene un precedente cercano en las Nuevas Generaciones gallegas y otro más lejano en el Cobrador del Frac. Se rasgan las vestiduras de que haya niños en las casas de los políticos quienes diariamente acosan a todo el país desde el hemiciclo o desde el gobierno.

Mientras la cocina sirve raciones y tapas no aptas para el consumo humano, el maître Rajoy vuelve a recitar el menú de falsedad, especialidad de la casa, escondido tras su pantalla de plasma. De entrantes, actuamos contra la corrupción, representamos a quienes no han votado lo que hacemos desde el gobierno y hay que reprobar a quienes protestan porque pasamos de un millón y medio de firmas. De primero, en el 14 España crecerá con claridad; de segundo, hemos evitado el rescate; de tercero, la reforma evita destrucción de empleo. De postre, hemos superado la crisis financiera y la deuda soberana. Y como chupito digestivo, cortesía de la casa, he demostrado que estoy dispuesto a dialogar.

Rajoy sabe que las arcadas y la repugnacia ante los platos servidos impiden a la clientela escuchar con nitidez sus mensajes, sobre todo si es una pantalla de plasma la que habla. Se recomienda pedir el libro de reclamaciones e irse sin pagar.

La ley del silencio

mordaza

El presidente del gobierno y su partido, lenguaraces opositores apenas hace dos años, ganaron las elecciones con un programa de gobierno henchido de silencio sobre sus intenciones reales. Ganaron e instauraron un nuevo sistema de comunicación basado en la mentira para justificar medidas en favor de empresarios y financieros, la manipulación para apuntalar medidas contra los votantes y el silencio para resolver dudas sobre la corrupción con que han obsequiado al pueblo. Suyas son las ruedas de prensa sin preguntas, donde se silencia la incomodidad, o la magistral comparecencia de una pantalla de plasma tras el atril presidencial.

Dictaron silencio para Baltasar Garzón condenando al olvido, por segunda vez, las cunetas y fosas donde yacen restos de españoles doblemente asesinados. La misma sentencia sirvió de sudario para intentar envolver la Gürtel que compite con el silencio roto de los EREs. Silencio en Valencia y Galicia. En Baleares y Madrid, silencio. Silencio sobre el rescate a la banca. Evasores en silencio. Silenciosos defraudadores. Obediencia silenciosa y ciega a Merkel. El gobierno y el PP, ante el sufrimiento, guardan silencio, sospechoso, siniestro y cómplice silencio. O mienten.

Cuando rompe el silencio, cuando el gobierno toma la palabra, es para exigir silencio a los profesionales de la sanidad, a los de la educación, a los pacientes, a los estudiantes, a los padres, a los artistas, a los intelectuales, a los trabajadores, a los parados, a los mayores, al pueblo entero. Y para exigir sacrificios a quienes no disponen más que de sus vidas para sacrificar, exigir austeridad al pobre, comprensión al incomprendido, paciencia al desesperado, confianza al traicionado, ánimo al desalentado y silencio a todo aquel que necesita gritar ante tanta injusticia silenciada.

Silencio en las calles, en los hogares, individual y colectivo, público y privado. Silencio para empobrecer, para estafar, para recortar, desemplear, reprimir, golpear, multar y encarcelar. El presente silencioso que impone el gobierno no tiene más perspectiva que un futuro sordo y mudo a corto plazo y ciego a medio plazo, un futuro sin sentidos, artificial, inhumano. Se trata de un silencio de escalofríos, apenas protestado, dolorosamente soportado, el macabro y caníbal silencio de los peperos.

Y si fúnebres son los silencios practicados y exigidos desde Moncloa y Génova, clamoroso es el silencio de la Conferencia Episcopal ante tanta pobreza sobrevenida y dañino el sumiso silencio de gran parte del rebaño ciudadano. El del PSOE es el silencio de la derrota, el silencio de quien habló mal o de más cuando tuvo ocasión, el silencio preciso de quien no tiene nada nuevo y creíble que decir, es el silencio de quien hace tiempo dejó de ejercer como voz del pueblo.

Ante tanto silencio se alzan voces anónimas, voces de la calle, voces no profesionales, que trata de silenciar el bipartidismo que no las representa mediante una represión criminalizadora que las acosa, fustiga, amenaza y condena. Desde el poder sólo se permite a estas voces el uso de la palabra para entonar el mea culpa y pedir disculpas. Para hablar sin freno ni cortapisas, el PP y el gobierno se han hecho con los servicios de mercenarias lenguas que regüeldan y roznan, para deleite de sus incondicionales, desde la TDT y una prensa limosnera no apta ya ni para envolver viandas.

Históricamente, una de las peores amenazas hacia la democracia ha sido precisamente la imposición de la ley del silencio. En ello están.

Discúlpenme piratas financieros, corsarios laborales y bucaneros de hemiciclo, discúlpenme, no puedo callar. Ni quiero.

PP: avanzando hacia atrás.

Blas Piñar fue diputado del Congreso por la coalición Unión Nacional en las elecciones de 1979 con 378.964 votos a nivel nacional. Su presencia testimonial en un parlamento democrático presagiaba que el franquismo había muerto con Franco; sin embargo, Manuel Fraga aglutinó en torno a Alianza Popular el grueso del ideario franquista, incluyendo en su seno a ministros de la dictadura como Cruz Martínez Esteruelas, Federico Silva Muñoz, Licinio de la Fuente, Laureano López Rodó o Gonzalo Fernández de la Mora. En las elecciones de 1977, AP logró 1.526.671 votos, lo que explica dónde estaba la ultraderecha española afincada y los exiguos votos obtenidos por Piñar.

El grueso de la derecha moderada, y gran parte de quienes no se identificaban con la derecha ni con la izquierda, se cobijó bajo las siglas de UCD que presentaban como candidato a la presidencia a Adolfo Suárez, antiguo ministro secretario general del movimiento con Franco. En la UCD convivieron exministros franquistas con socialdemócratas moderados que lograron en las elecciones de 1977 6.310.391 votos y el apoyo de AP para gobernar. Este cóctel ideológico se descompuso y gran parte de la militancia emigro hacia AP o el PSOE, propiciando su desparición en 1983.

La desaparición de UCD permitió a AP un trasvase de votos y de personas que le hicieron aumentar su presencia institucional y maquillar el estigma franquista que la sociedad española percibía en muchos de sus miembros y en sus propuestas programáticas. En esta etapa comienzan las luchas internas por el poder en el que ya era primer partido de la oposición. Gallardón y Aznar saltan a la palestra y, desde entonces, se llevan como se llevan y hacen lo posible para que la derecha brille con luz propia y con el ideario fraguado desde la transición por los políticos que fabricaron el caldo de cultivo ideológico del franquismo democrático bajo la dirección del alquimista Manuel Fraga.

El olor a pasado y el sabor rancio de las propuestas de Alianza Popular se tradujeron en el llamado “techo electoral” de Manuel Fraga que, como perro viejo y superviviente tenaz de la política, ideó la operación de cosmética ideológica más grande vivida en España y refundó de nuevo sus postulados políticos en el actual Partido Popular, donde han seguido cohabitando viejos franquistas con nuevos elementos de apariencia moderada y tremendo poso ultraconservador. José María Aznar, Esperanza Aguirre, Dolores De Cospedal, Mayor Oreja y Ruiz Gallardón, por ejemplo.

Desde los 90, la lucha por el poder entre el PP y el PSOE ha tenido lugar en el vago espacio centrista que les sirve a ambas formaciones por igual. Las políticas neoliberales del PSOE llegaron a ocupar el espacio político de centro y parte de la derecha, obligando al PP a recuperar sus orígenes extremos para poder diferenciarse de su oponente. Este giro a la derecha menos moderada y más extrema ha conseguido el apoyo de los grupos mediáticos de la derecha radical (El Mundo, La Razón, ABC o Intereconomía) que le han hecho la campaña electoral, a medias con la incompetencia del gobierno socialista, y le han llevado en volandas a la mayoría absoluta. También ha recibido un apoyo inestimable de la Conferencia Episcopal y la AVT, dos sectores asímismo a la derecha de la derecha.

A partir del 20N, y utilizando la crisis como escusa para el todo vale, el PP está realizando una reivindicación de sus orígenes a calzón quitado y devolviendo los apoyos recibidos en forma de prebendas mediáticas, judiciales, escolares, sanitarias, doctrinales y religiosas. Esta política conservadora a ultranza ha sido preconizada por hagiógrafos del franquismo de la talla de Pío Moa, Salvador Sostres, Jiménez Losantos o Francisco Marhuenda entre otros.

El avance hacia atrás del PP se ha manifestado, entre otras cosas, en el rechazo frontal a la Ley de la Memoria Histórica, el acoso y derribo a Garzón por investigar los crímenes del franquismo, el acoso a la homosexualidad como opción personal, la vuelta a una escuela nacionalcatólica, la práctica de la xenofobia en cataluña para obtener votos, la vuelta a la beneficiencia como práctica sanitaria, la persecución sindical, el ataque frontal a las autonomías y a la representatividad democrática en ayuntamientos, la modificación a capricho de la legislación para manipular los medios de comunicación públicos, la restitución de honores civiles a criminales de la guerra civil, la persecución en el callejero de personajes de ideología diferente a la suya, la criminalización y represión indiscriminada de protestas cívicas en su contra, la elaboración de listas negras de ciudadanos, la penalización del aborto y otras muchas más que harían la lista interminable.

Este PP, jaleado por la derecha mediática y escudado en una mayoría absoluta, está ralentizando el avance natural del reloj de la historia y amenaza con invertir el avance de las agujas de forma peligrosa. Entre otras cosas, está manipulando las reglas del juego democrático para que cualquiera que llegue al poder interprete que esto le da derecho a absolutamente todo.