Radiografía española

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La radiografía electoral de España causa congoja, aturde la razón y desafía al sentido común, no es alentadora. Los rayos gamma muestran fracturas múltiples en su esqueleto democrático desde hace tiempo y el riesgo de parálisis parece insuficiente para actuar como despertador de la conciencia ciudadana. El virus bipartidista ha sedado los votos que hoy se consignan en las urnas más como castigo que como aplauso, más por repulsa que por afinidad. PP y PSOE, cansados, lesionados y dopados, acopian el grueso de los rutinarios sufragios de un electorado mecanizado.

Se conocen la naturaleza de las fracturas y sus posibles tratamientos, y alarma el proceder, un tanto masoquista, algo suicida, de los cuerpos que las soportan, aguantan e, incluso, parecen disfrutar de ellas. Los huesos fisurados, desgarrados o rotos acaparan la mayoría de los votos de la misma forma que una boñiga atrae a las moscas: a mayor tamaño de la plasta, mayor mosquerío. Los huesos sanos habitan el limbo de la política en España y no cuentan con el beneplácito mayoritario, lo que hace pensar que España precisa más terapia que cirugía.

Los votantes minan sus propios huesos, deterioran sus espectativas, descuidan su futuro, descomponen su presente y deforman su pasado sin que nada de esto se detecte con rayos X que sólo muestran huesos astillados y oscuras manchas. Se vota, desde el dolor de las fracturas, inhibiendo la razón, aplicando cataplasmas superficiales y renunciando a buscar en la rebotica remedios más eficaces. Los votantes recurren mayoritariamente a analgésicos PP o pomadas PSOE con la misma mecánica ilusoria que induce a elegir Pepsi o Coca como adúlteras compañeras de cama del alcohol.

Sorprende a la razón más liviana comprobar cómo se aclama en las urnas el caso Gürtel en Valencia, cómo vitorean los votos el caso de los EREs en Andalucía o cómo ovaciona Cataluña el caso Palau en el reparto de escaños. La radiografía de España muestra las manchas de Camps en Valencia, de Gabriel Cañavate en Armilla (Granada), de Baltar en Ourense, de Carlos Fabra en Castellón, de Antonia Muñoz en Manivla (Málaga) y todas las máculas de nepotismo, saqueo y corrupción que hisopan la anatomía peninsular.

Además de las fracturas, la analítica practicada al país es aún más desoladora que la radiografía al señalar unos niveles insostenibles, letales, de gérmenes, virus y bacterias que compiten entre ellos para devorar el organismo. Una invasión masiva de intereses privados, espías, espiados, conjuras, traiciones, mentiras, desmentidos, silencios, medias verdades, injurias, sobornos, acosos y otras basuras, bendecido todo ello por lesivos decretos, amañadas votaciones y pasividad cómplice, se extiende como una metástasis sobre el organismo patrio. El pronóstico es preocupante, reservado y grave a la vez, sobre todo por la actitud del paciente.

Conviene recordar, cuando el circo electoral abra sus puertas, que la higiene es uno de los pilares de la salud. Habrá que buscar la opción más sana o, en su defecto, la menos enferma, la menos sucia.

2 comentarios el “Radiografía española

  1. Esto no hay quien lo entienda dice:

    El tema de hoy es un de esos casos incomprensibles para la razón, sin lugar a dudas.
    ¿Cómo puede ser que gentuza imputada, pringada de porquería hasta las orejas, siga ostentando cargos como si tal cosa?. Pero, peor aún: ¿Cómo es posilbe que se puedan presentar reiteradamente a las citas electorales y encima se les dé la confianza del voto y la claca les jalée como a gladiadores?.
    O en este país hay demasiada ignorancia, demasiado fanatismo político-ideológico o en el fondo la corrupción impregna a todas las capas de la sociedad. No sé qué es peor…

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