La izquierda exquisita

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La sociedad suele interiorizar como propia cualquier cosa que, por el método que sea, se generaliza en el imaginario colectivo como producto de masivo consumo. Véanse alguna aberración musical que alcanza la cima de las ventas, alguna inutilidad de teletienda que se agota rápidamente o el éxito de algún perfume que sólo huele a dinero y marketing. Las tendencias sociales están marcadas por la identificación de las masas, por vanidosa ostentación, con productos acicalados como ganadores.

La desidia intelectual es un estado de comodidad vital que explica comportamientos de gran parte de la población contrarios a sus propios intereses. El esfuerzo de pensar y actuar en consecuencia es fuente de inquietud, miedo y duda en personas que sólo aspiran a elegir en el catálogo de pensamientos, listos para usar, expuestos en las grandes superficies mediáticas. Se eligen las ideas, como los productos accesorios, más por el envoltorio que por el contenido.

FAES o SISTEMA son factorías donde los investigadores trabajan para sacar al mercado ofertas de pensamiento que consumirá masivamente el electorado en cada temporada o campaña. Se trata de las ideas que lucirán cargos públicos y militancia del PP y del PsoE y que la ciudadanía acabará interiorizando, por repetidas, como las mejores alternativas posibles. Ambas factorías siguen el modelo de pensamiento único, sin posibilidad de análisis crítico por parte de sus bases.

Es así como, durante 30 años, ambos partidos han disfrutado de la posición privilegiada que la mercadotecnia electoral les ha deparado en régimen de duopolio y que les ha hecho incluso dejar de pensar. La ciudadanía, hastiada de fraudes en el producto y en el envoltorio, ha decidido mirar otros estantes y buscar otras alternativas sin importar el precio. Dado que el bipartidismo se ha instalado en posiciones liberales y neoliberales, el electorado busca en los estantes situados a la izquierda en el pasillo de las ideas algo que palíe el daño recibido.

La izquierda desconcierta con un lenguaje publicitario no comprendido por una clientela habituada a consumir guiada por colores e iconos. Antítesis del pensamiento único, la izquierda ha llenado el escaparate electoral de variantes nominales, matices adjetivos, adverbiales tonos y verbales gradaciones que incomodan al gran público y ocultan los mensajes. Es la izquierda exquisita que, por una vez, debiera acomodarse a las demandas y necesidades del público y no al revés.

Llama la atención que PP y PsoE traten de anular a sus competidores igualándolos a ellos en lo que más detesta la ciudadanía: la corrupción. Ver a los representantes de los partidos más corruptos de la historia de España respirar aliviados al señalar presuntas corruptelas de sus adversarios, hiela la sangre. Es un confortable argumento apetecido por los electores para votar sin desgastar neuronas pensando en programas e ideas novedosas. Si son iguales, ¿para qué cambiar?

La izquierda debe mostrar sus exquisiteces prácticas, además de las teóricas, apartando de sus filas cualquier indicio identificable con la praxis habitual de sus rivales. Las izquierdas exquisitas, las de la excelencia ideológica, no debieran mimetizar discursos de causas generales o persecuciones. La izquierda exquisita debería concretar sus ideas de forma pragmática y consensuada como atributos diferenciales respecto a los pensamientos únicos.