Los ébolas de África

ebola

El continente africano está ahí, muy cerca en la geografía física, demasiado lejos en la geografía ética, y es la zona con más borrones del mapamundi. Las puertas de África, sus carreteras, sus mares, sus cielos, permanecen abiertas para todo el mundo porque la madre tierra no debiera ser privada. El mundo cierra sus fronteras al pueblo africano porque la libertad se ha privatizado con pasaportes, con visados, con papeles trucados.

Las fronteras de África hablan de escuadras y cartabones militarizados danzando en puestos de mando, de sables que cortaron la tarta y repartieron sus pedazos. Las fronteras para África hablan de concertinas y cayucos naufragados, de cadáveres en la costa y cuerpos disparados, de mano de obra barata y seres humanos rechazados. Las fronteras imposibles de cruzar no están en tierra o mar, sino en proclamas y programas deshumanizados.

Sus recursos naturales entienden de explotación extranjera, de beneficios enajenados, de corsarios bursátiles, de pirañas occidentales, de tiburones trajeados, de buitres empresariales, de pueblos masacrados. Petróleo, diamantes, oro, hierro, cobalto, cobre, bauxita, uranio y plata son riquezas negras que benefician al hombre blanco, son la historia mineral de un expolio continuado, las notas de una partitura de sangre y dolor silenciado.

Hubo una época en que la emigración africana se promovía a ritmo de tambores y látigos en lúgubres y siniestras bodegas de negreros barcos. En ellas viajaban cuerpos encadenados junto a danzas y sonidos indómitos que quedaron, en América y Europa, arraigados. Crearon el blues arrastrando cadenas en los algodonales de Alabama y el jazz, el gospel, el soul y el hip hop arrastrando su negra piel como eterno grillete inveterado.

El continente negro es un coto de caza para predadores nobles y plebeyos que combinan el rojo de la sangre en peligro de extinción con el insolente verde monetario. Marfil y exóticas pieles decoran con indecencia despachos de mandatarios, bufetes de Wall Street y paredes de palacios. África, su flora, su fauna y sus tribus, grita sin ser oída que es tierra de safaris, de salacot y rifle disparado, un continente cazado.

Sus tribus manejan los excedentes bélicos del mundo civilizado, un mercado negro para el retiro de Kalashnikov y Heckler & Koch de segunda mano. Le cuesta a la civilización paliar hambrunas, sequías o muerte de ganado, pero no escatima a la hora de asentar la muerte en sus mercados. La ayuda al desarrollo para África la ha convertido en el basurero tóxico y tecnológico del planeta, un venenoso pago, un maltrato desmesurado.

Saltan las alarmas cuando la muerte traspasa fronteras, cuando no admite control desde agencias y despachos, cuando sortea el color de la piel y los dígitos bancarios. Saltan las alarmas por el Ébola, las mismas que ante todos los virus padecidos por África no saltaron. El más dañino de ellos, el virus insolidario, sólo es capaz de transmitirlo el predador hombre blanco. Se impone salvar a los colonizadores y dejar de nuevo a su suerte a los pueblos africanos.

4 comentarios el “Los ébolas de África

  1. Blas Serés dice:

    Como siempre, aun estando de acuerdo en casi todo, me gusta resaltar algún desacuerdo que de seguro no es tal. Dices, «el virus insolidario, solo es capaz de transmitirlo el predador hombre blanco», es para discrepar ya que insolidarios del continente negro los hay en el mismo continente no tan negros, los camitas o semo-camitas llevan guerras bajo el manto de la religión causando miserias sin cuento, sus propios dirigentes manejados en las mas de las ocasiones por poderes ajenos, blancos o amarillos, ambos ávidos de la riqueza africana. Insolidarios con los miserables, pero hay que ver lo bien que recibían a Mobutus o Idi Amines en las cancilleriías, o el papelón del Instituto Cervantes y el mismo Rajoy agasajando al genocida Teodoro Obiang. A pesar de todo ello, la migración de negros es imparable, lo demuestran todos los días en Ceuta o en Melilla, en el Estrecho o en Lampedusa, a pesar de la marina italiana, o de los peloteros de Fernandez Díaz. No diría tan insolidario el hombre blanco, los tenemos en las ciudades sin mas problemas que los inherentes del no papeles, no trabajo, también los connacionales sin trabajo causan problemas a su pesar, he tenido tres meses trabajando conmigo a dos hermanos malianos, uno de ellos hace ya siete años que viene a trabajar estos tres o cuatro meses que puedo ofrecer faena, sin problema. El problema de la solidaridad o no, para mi es un problema de clases y educación.

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    • Verbarte dice:

      Correcto el matiz. Tambien los propios africanos son capaces de seguir los modelos exportados a sus países insistentemente por la «cultura» occidental de la propiedad, la codicia y el consumo. Son un claro exponente los mendas que citas sin olvidar las perlas que gobiernan corruptamente la mayoría de los países africanos para mayor gloria del hombre blanco.

      Salud

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  2. aj dice:

    Quien se sienta ofendido o defraudado por las terribles verdades contenidas en este artículo, tiene un problema de ceguera mental.

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    • Verbarte dice:

      No te preocupes, hay gente para todo.

      Reconocer que los problemas de los negros tienen sus orígenes en los blancos no es fácil para quienes se consideran una raza superior.

      Salud

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