La cruzada radical del PP.

Históricamente, en tiempos de miseria y de pobreza, las crisis económicas han asolado países y continentes descargando su furia sobre los eslabones más débiles de la sociedad, de una forma desaforada y cruel, mientras la plutocracia ha permanecido enrocada en su torre de marfil a salvo de los golpes del hambre y las necesidades. Casi siempre, la plutocracia ha sido la gran beneficiada de cualquier crisis y la mayoría de las veces ha sido su instigadora principal.

Los pliegues historia nos enseñan que el éxito de una crisis radica en que la plutocracia siempre ha contado con la complicidad de la aristocracia y de los estamentos sociales que controlan el pensamiento y la cultura. Hasta finales de la Edad Media, eran la nobleza (que ejercía el poder y ostentaba el mando de los ejércitos) y el clero (que controlaba el pensamiento y la cultura) quienes prestaban sus servicios a una plutocracia de la que muchos de sus miembros formaban parte.

A partir del Renacimiento, la nobleza cedió parte de su poder a una incipiente burguesía, que adoptó la política como título de casta en las tareas de gobierno, y a unos ejércitos que ya no rendían vasallaje a la corona. Por su parte, el clero perdió parte de su predicamento social en favor de los hijos de la imprenta, desde las crónicas y avisos hasta los modernos periódicos, y de universidades y escuelas de corte seglar, amén de magisterios ejercidos desde libros y panfletos a los que el ciudadano medio podía acceder sin intermediación.

Las crisis, históricamente, han servido de excusa para reordenar la sociedad cuando los poderes de los estados perdían parte del control social y veían peligrar su estatus. También han sido utilizadas para extender fronteras o dividir territorios en momentos que la plutocracia consideraba propicios para aumentar sus beneficios. Estos movimientos de reordenación social, territorial y económica durante la Edad Media respondían al nombre de cuzadas y se ralizaban a golpes de cruz y de espada. Desde el renacimiento, han tomado el nombre genérico de guerras con apellidos referentes a sus causas, a sus protagonistas o a los lugares donde tuvieron lugar.

Hoy, en el siglo XXI, la crisis está ensayando una nueva forma de reordenamiento y beneficio rápido menos cruenta, en apariencia, que las tradicionales guerras de sangre y destrucción. Es la plutocracia la que ha tomado el mando de las operaciones de forma directa, sometiendo gobiernos a golpe de calificación financiera, de especulación bursátil y de deuda externa. Como en los viejos tiempos, la aristocracia, la política, los medios de comunicación y el clero se han calado los yelmos, han ceñido sus cotas de maya, han vestido sus armaduras, han tomado sus alabardas, han montado sus corceles y se han lanzado de lleno a la cruzada que los dueños del mundo les proponen.

Los escuadrones radicales de La Razón, ABC, El Mundo, la COPE, Intereconomía y otros paladines de la manipulación disparan a diario sus espingardas mediáticas para crear una opinión pública afín a sus propósitos. Mienten como bellacos para obtener su parte del botín como recompensa de manos de un gobierno que les ha dejado ocupar la RTVE y les premia con suculentos contratos publicitarios y variados cargos de confianza en instituciones públicas bajo el control cruzado.

La infantería política de extremista ideario neofranquista ha enarbolado la enseña rojigualda y los lábaros cristianos para reconquistar su orden: los verdugos Fernández Díaz y Cifuentes aplastan la rebeldía con multas, mazas y porras; el alguacil Gallardón ha inclinado la balanza de la justicia en favor de la plutocracia delincuente y en contra de quienes defienden sus derechos; Wert se encarga de laminar el pensamiento crítico destrozando la educación pública y señalando al pueblo como enemigo; la Conferencia Episcopal reza en silencio y calla clamorosamente ante las injusticias que su gobierno comete; y toda la cohorte pepera escupe mentiras al pueblo desde una formación radical perfectamente coordinada.

La artillería plutócrata de los mercados bombardea el país y transmite órdenes a su testaferro Rajoy, a través de los pregoneros Montoro y De Guindos, encaminadas a saquear de forma extrema al pueblo en favor de la emperatriz Merkel. La cruzada del PP intenta, por un lado, restablecer la extremista jerarquía social de ricos y pobres sin clase media posible y, por otro lado, restablecer el orden autócrata y ultracatólico anterior a la democracia. En ello están. En ello estamos.

Esta crisis surte los conocidos efectos de todas las crisis: hambruna, miseria, dolor, incultura, deshaucios, efermedad, miedo, falta de libertad, opresión, represión, tiranía, muerte, mendicidad, limosna, desesperación, desesperanza, injusticia… y pensamiento único. Unos pocos vencedores y millones de vencidos. Un regreso del feudalismo.