Desde épocas remotas, el ser humano ha intentado indagar el futuro, predecirlo, para justificar sus actos en el presente por un presunto designio atribuido a dioses, para divinizarse y divinizarlos. Tal capacidad prospectiva se encomendaba a seres autoungidos de divinidad, pero con mundanas necesidades que les inducían a ajustar sus artes adivinatorias al deseo del poderoso. Adivinos, pitonisas y sibilas hicieron de los oráculos su forma de vida, su negocio.
Las profecías llegaron a convertirse en motores para crédulos pueblos teñidos de analfabetismo y temerosos de poderes investidos de divina magia. Quienes dominaban a las masas se hacían acompañar por hechiceros, magos, profetas y toda suerte de sacerdotes de lo oculto para legitimarse en el poder con la eternidad en el horizonte. Las profecías se formulaban, se anunciaban al pueblo y se invocaban en su nombre ofrendas y sacrificios.
En el siglo XX, el arte adivinatorio de raíces sobrenaturales fue sustituido por métodos con pretensión científica recogidos en la sociología. La profecía autocumplida es la evidencia de que la nueva sociología convive con la vieja superchería. Robert K. Merton la define así: la profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición “falsa” de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva “verdadera”. De esta fuente beben las modernas empresas de sondeos que tratan de congraciar falazmente en sus oráculos ciencia y amaño.
La clase política es consciente de que la ciudadanía concede a los sondeos una credibilidad ciega y de que las profecías surgidas de las encuestas pueden modificar la conducta electoral de una porción sustancial de la población. Cada partido encarga a su oráculo de cabecera sesudos muestreos para exponerlos desde sus púlpitos mediáticos a la población y esperar su autocumplimiento. El caso más flagrante y procaz es la fundación que dirige Alfonso Guerra, más afín a la manipulación que al rigor científico.
Es así como se llega al despropósito de la primera semana de diciembre, cuando aparecen tres sondeos con resultados nítidamente contradictorios. Sigma Dos prevé un 29,1% de votos para Podemos, un 26,5% para PP y un 19,6% para PSOE. Invymark aventura que el PP obtendrá un 25,7%, Podemos un 24,8% y el PSOE un 21,8%. Por último, Metroscopia predice el 27,7% para PSOE, el 25% para Podemos y el 20% para PP. Tres oráculos, tres orientaciones, tres apuestas.
De su lectura se deduce que los tres vaticinios coinciden en evidenciar la enorme caída del bipartidismo y el ascenso de Podemos. Puede concluirse que la apelación a cada oráculo lleva aparejado el deseo de falsear la realidad en favor de una u otra opción para motivar a sus respectivos electorados. Debe considerarse que las predicciones y la información facilitada por los medios son la base manipuladora del marketing político moderno.
En los oscuros cenáculos de la política española, las empresas de comunicación y los partidos acuciados por la pérdida del poder han condicionado los tres sondeos citados. El encono del PP hacia el PSOE y viceversa ha hecho que los resultados ofrecidos subrayen aún más la dudosa factura de dichos sondeos, su preconcepción, anulando su pretendido cientifismo. De aquí a las elecciones, habrá muchos más oráculos y se comprobará que el objetivo es presentar a Podemos en caída con súbitas subidas de PP y PSOE al gusto de cada medio. Las profecías se han de autorrealizar o el descrédito de los oráculos será estrepitoso. Dependerá de la voluntad popular.