Jueves Santo 2020
Armados de maderos, clavos y coronas de espinas, este jueves Casado y Abascal se han personado en el Congreso con el irrenunciable propósito de sembrar España de crucificados. No uno, ni tres: millones de crucificados. Así son ellos, capaces de convertir el país en un Gólgota plagado de inocentes sacrificados para aplacar al Becerro de Oro, único y verdadero dios de su religión neoliberal. Ellos, devotos ciegos del psicópata fundador de la Legión, merecen que se les aplique el nombre de la mascota de ese cuerpo, pero en masculino aumentativo.
Nerones de tres al cuarto, llevan décadas incendiando la Sanidad Pública mientras tocan la lira culpando a otros de sus irresponsables actos. Han convertido su planificado aquelarre en una repulsiva orgía saturada de pornografía política. Casado y Abascal, y sus falanges partidistas, y sus votantes, han disfrutado practicando la sodomía con PYMES, autónomos y trabajadores. El Becerro de Oro es sagrado y bien merece la ofrenda de despiadados despidos y sacrificadas muertes por Covid–19 en el puesto de trabajo. Hágase la santa voluntad del padre mercado.
A calzón quitado, estos hijos de zafio burdel, hinchados y doloridos sus miembros de tanto orto barrenado, se han aplicado con deleite, fruición y solaz a la placentera práctica de la felación. Se les ha llenado la boca con la gustosa defensa de las élites empresariales y financieras, encarnación terrenal del espíritu del Becerro de Oro, con la esperanza de saborear pronto los chorros de sucio dinero con que serán recompensados. Sus votantes, cegados ante un infierno travestido de paraíso prometido, vociferan el indulto a Barrabás y piden cruz para el inocente.
Está claro: nada importan al neoliberalismo las vidas grises de la humanidad. El neoliberalismo es una pandemia global con millones de muertes, con millones de vidas confinadas en el trabajo, con millones de pobres en su haber y ninguna esperanza en su debe. Casado y Abascal son dos sádicos sayones que azotan a los inocentes, mientras Pilatos se lava las manos para contar y recontar las 30 monedas con que compensará en negro a Vox y al Partido Popular. ¿De qué, si no, llevan viviendo estos dos pícaros holgazanes toda su vida?
El negocio es el negocio. El mercado es el mercado. La oferta es la oferta. La demanda es la demanda. Las personas, o son clientes o son herramientas, o no son nada. El mundo debe seguir (igual) girando al son de Wall Street, descalabrando vidas, desbaratando sueños, acaparando el sudor de todas las frentes en contados bolsillos. El mercado no hace ascos a nada y suben indecentemente los precios de productos relacionados con el Covid–19: mascarillas, guantes, alcohol, respiradores, ataúdes… El mercado se prepara para una nueva crisis: menos salarios, menos derechos, más beneficios. Y Casado y Abascal, a lo suyo, a su miserable negocio: a más muertos, más votos.
La vida humana, esta pandemia lo ha visibilizando, vale menos que el engranaje de una máquina y la curva del IBEX–35 es más importante que la del Covid–19. Las residencias de mayores son desguaces y chatarrerías donde se abandonan las piezas desgastadas y obsoletas del sistema. El virus está haciendo limpieza en ellas para sanear el lucrativo negocio de la asistencia, también privatizado, como todos los servicios públicos, por las políticas neoliberales auspiciadas por el Partido Popular y por Vox.
Se aplaude hoy en los balcones a quienes se juegan el pellejo para vencer al virus. Mañana, muchas de esas manos introducirán papeletas en las urnas con la marca de la infamia, con nombres que volverán a atacar los servicios públicos para hacer negocio como hasta ahora. Ya lo dejó escrito Antonio Machado: En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.