Covid–19 frente a Ibex–35

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Jueves Santo 2020

Armados de maderos, clavos y coronas de espinas, este jueves Casado y Abascal se han personado en el Congreso con el irrenunciable propósito de sembrar España de crucificados. No uno, ni tres: millones de crucificados. Así son ellos, capaces de convertir el país en un Gólgota plagado de inocentes sacrificados para aplacar al Becerro de Oro, único y verdadero dios de su religión neoliberal. Ellos, devotos ciegos del psicópata fundador de la Legión, merecen que se les aplique el nombre de la mascota de ese cuerpo, pero en masculino aumentativo.

Nerones de tres al cuarto, llevan décadas incendiando la Sanidad Pública mientras tocan la lira culpando a otros de sus irresponsables actos. Han convertido su planificado aquelarre en una repulsiva orgía saturada de pornografía política. Casado y Abascal, y sus falanges partidistas, y sus votantes, han disfrutado practicando la sodomía con PYMES, autónomos y trabajadores. El Becerro de Oro es sagrado y bien merece la ofrenda de despiadados despidos y sacrificadas muertes por Covid–19 en el puesto de trabajo. Hágase la santa voluntad del padre mercado.

A calzón quitado, estos hijos de zafio burdel, hinchados y doloridos sus miembros de tanto orto barrenado, se han aplicado con deleite, fruición y solaz a la placentera práctica de la felación. Se les ha llenado la boca con la gustosa defensa de las élites empresariales y financieras, encarnación terrenal del espíritu del Becerro de Oro, con la esperanza de saborear pronto los chorros de sucio dinero con que serán recompensados. Sus votantes, cegados ante un infierno travestido de paraíso prometido, vociferan el indulto a Barrabás y piden cruz para el inocente.

Está claro: nada importan al neoliberalismo las vidas grises de la humanidad. El neoliberalismo es una pandemia global con millones de muertes, con millones de vidas confinadas en el trabajo, con millones de pobres en su haber y ninguna esperanza en su debe. Casado y Abascal son dos sádicos sayones que azotan a los inocentes, mientras Pilatos se lava las manos para contar y recontar las 30 monedas con que compensará en negro a Vox y al Partido Popular. ¿De qué, si no, llevan viviendo estos dos pícaros holgazanes toda su vida?

El negocio es el negocio. El mercado es el mercado. La oferta es la oferta. La demanda es la demanda. Las personas, o son clientes o son herramientas, o no son nada. El mundo debe seguir (igual) girando al son de Wall Street, descalabrando vidas, desbaratando sueños, acaparando el sudor de todas las frentes en contados bolsillos. El mercado no hace ascos a nada y suben indecentemente los precios de productos relacionados con el Covid–19: mascarillas, guantes, alcohol, respiradores, ataúdes… El mercado se prepara para una nueva crisis: menos salarios, menos derechos, más beneficios. Y Casado y Abascal, a lo suyo, a su miserable negocio: a más muertos, más votos.

La vida humana, esta pandemia lo ha visibilizando, vale menos que el engranaje de una máquina y la curva del IBEX–35 es más importante que la del Covid–19. Las residencias de mayores son desguaces y chatarrerías donde se abandonan las piezas desgastadas y obsoletas del sistema. El virus está haciendo limpieza en ellas para sanear el lucrativo negocio de la asistencia, también privatizado, como todos los servicios públicos, por las políticas neoliberales auspiciadas por el Partido Popular y por Vox.

Se aplaude hoy en los balcones a quienes se juegan el pellejo para vencer al virus. Mañana, muchas de esas manos introducirán papeletas en las urnas con la marca de la infamia, con nombres que volverán a atacar los servicios públicos para hacer negocio como hasta ahora. Ya lo dejó escrito Antonio Machado: En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.

La Mafia de la Banca

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Actúan con insultante impunidad, la que les otorga saberse intocables porque sus sicarios controlan los entresijos de los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales de los estados. Los bancos son una lacra, una mafia con códigos propios: los penales, los mercantiles, los administrativos y los de silencio, redactados a su medida por políticos y juristas los primeros y el último por plumillas, todos a su servicio. Los crímenes de la mafia siempre quedan impunes, la banca siempre gana.

Tiene la desfachatez esta mafia de ufanarse públicamente de sus robos, de sus crímenes, arropada por los poderes públicos de los estados, colaboradores necesarios en sus delitos flagrantes. Todas las crisis, todas las estafas globales, tienen su origen en el tráfico de dinero urdido por los bancos. La última, la reciente, fue producto de la caída de Lehman Brothers que arrastró en su caída a todo el pútrido sistema bancario mundial, a todas las mafias.

Los estados, sus secuaces, acuden a socorrer a sus padrinos cada vez que éstos son golpeados por su propia naturaleza avara. Los estados, sus esbirros, se encargan de rescatarlos con el dinero, los derechos y las propiedades de sus víctimas a la vez que tratan de convencer a la ciudadanía de haber sido ella quien ha cometido el delito viviendo por encima de sus posibilidades. La mafia bancaria controla y dirige las actuaciones de las mafias políticas y judiciales siempre, insisto, en beneficio propio.

Lo del Tribunal Supremo con los gastos de registro de las hipotecas (obligar a la víctima a pagar la bala con la que es fusilada) ha sido la última y más grave evidencia de que la mafia de la banca es intocable. Al gran capo, el Ibex 35, le ha bastado meter una cabeza de caballo, en forma de números rojos, bajo las sábanas togadas para que se desate la ignominia de la revisión de su propia sentencia en veinticuatro horas. Tras el vergonzoso anuncio de sus señorías, los números azules en la bolsa anunciaban que todo está controlado, atado y bien atado.

La mafia de la banca roba a diario. Lo atestiguan los millones de comisiones, extorsiones en realidad, que cobra a quienes menos dinero tienen: comisiones por tarjetas, comisiones por apuntes, comisiones por cobros, comisiones por pagos, comisiones por tener cuenta, comisiones por la cara. La insaciable mafia de la banca roba para que sus capos vivan a cuerpo de rey y quede para sobornar a sus sicarios políticos, judiciales y mediáticos.

La mafia de la banca roba a manos llenas con preferentes y productos complejos con los que timan a sus clientes más vulnerables. De vez en cuando, el alijo debe reparar a sus víctimas cuando el delito ha sido tan descarado que ni a los jueces ni a los políticos a su servicio les queda otra que hacerla rectificar. La mafia se reinventa y pone en funcionamiento otros mecanismos de estafa que la resarzan de las pérdidas y aumenten las ganancias.

La mafia de la banca roba implacablemente concediendo a sabiendas hipotecas incobrables. La mafia de la banca no pierde el dinero y se queda con la vivienda que después vende a fondos buitres de sus sicarios o de sus hijos. La mafia de la banca blanquea con el ladrillo, en paraísos fiscales, el inconfesable dinero negro procedente de drogas, prostitución o venta de armas. La mafia de la banca es así, insaciable, avara, implacable, codiciosa, impune, descarada, intocable. Se le permite.

La memoria en la urna

peceraLa memoria de pez suele designar la inclinación al olvido y otras tendencias humanas relacionadas con la apatía, la monotonía o la simpleza de comportamiento. La memoria de pez ilustra el comportamiento ciudadano a la hora de ejercer el voto, como demuestran algunos resultados del domingo. Que PP y PSOE sigan acaparando algo más del 50% de los votos emitidos habla de cierta fidelidad de unos millones de votantes y también de la memoria de pez que ejercitan otros tantos millones.

Políticamente hablando la memoria de pez permite trasladar el voto cada X años de uno de estos partidos hacia el otro. Es así como se explica la delirante insistencia de esa parte del electorado en tropezar una vez y otra con la misma piedra. Castigar al PP votando al PSOE y viceversa es el reiterado error que ha llevado a este país a sufrir la corrupción, las políticas antisociales y la servidumbre hacia los mercados durante los últimos treinta años. Se puede afirmar que hay una bolsa de unos cuatro millones de españoles con memoria de pez, de besugos para mayor exactitud.

Lo más estimulante de las elecciones pasadas es que parte del electorado les ha dado la espalda apostando por otras formaciones, exentas de memoria negativa, que nunca han gobernado. No se sabe qué pasará en unos días cuando comiencen a dialogar buscando pactos, pero es seguro que los gestos y políticas alejadas del pueblo, basadas en el ordeno y mando, tienen los días contados. Al menos, de ser estafados o robados, que no sean las mismas manos de siempre una y otra vez votadas sin ilusión, con hastío, vergüenza y desánimo.

Quienes sí disponen de buena memoria son los tiburones del IBEX que utilizan el rojo en las cotizaciones para recordar que votar en contra de sus delfines puede doler a la sociedad. También en Frankfurt y Londres, las capitales reales de España, han sacado a pasear los adjetivos radicales para referirse a lo que no es PP o PSOE y advertir que lo sucedido a Grecia puede suceder aquí. Los mercados tienen memoria de elefante y advierten de los destrozos que pueden ocasionar en cualquier cacharrería.

Pero el radicalismo más atroz, sanguinolento y carpetovetónico ha aparecido en eso que se ha presentado a la alcaldía madrileña y que, a lo Millán-Astray, intenta vencer donde no ha logrado convencer. Esperanza Aguirre, el fósil condal que jamás condenó el franquismo, la exprimidora electoral de las víctimas del terrorismo, la populista musa de la corrupción, agita sus fantasmas. Esta mujer, este peligro para la democracia, se atreve a cuestionar a quienes han competido en las urnas y logrado unos resultados que hacen más deplorables aún los ya de por sí inexplicables apoyos obtenidos por la arpía.

No es senil demencia, que le sobrevino precoz con la democracia, sino la amenaza más que real de una radical de extrema derecha. Rodeada de gentuza de ultraderecha que le ríe la gracia y la alienta, como Fernández Díaz, Margallo o el mismísimo Aznar, a esta decrépita mente se le humedecen los sueños con otra nueva Cruzada. Llevan tanto tiempo repitiendo lo de comunistas y bolivarianos, que han llegado a creérselo ella y los cuatro descerebrados que han salido del armario franquista desde que Aznar ordenó quitarse los complejos.

Conviene no olvidar, conviene ejercitar la memoria para tener muy presente que la deriva emprendida por Aguirre, la banca y la patronal, es la misma letra y la misma música que enlutó a España durante cuarenta años. Canciones parecidas se han interpretado en diversos lugares del mundo a lo largo de la historia cuando las élites han visto amenazados sus privilegios. La condesa recita: Chile, Argentina, Cuba, Venezuela, España… Pinochet, Videla, Batista, Carmona, Franco… peculiar letanía de su santoral particular.

La condesa de Bornos y de Murillo delira porque no soporta tanta democracia. En su memoria, el pez grande siempre se comió al chico. Que el chico se defienda y proteja sus espacios es, para ella, sencillamente insoportable. Causa belli.

De la CEE al TTIP: de lo malo a lo peor

TTIP

Como el gato, nos calzamos las botas de siete leguas para recuperar el pulso del reloj atascado durante la dictadura. En dos pasos nos metieron en la Comunidad Económica Europea, rebautizada Unión Europea por falso pudor. Nos cambiaron la moneda, redondearon la vida al alza, llenaron la esperanza de confeti y aceptamos que todo eso era la modernidad. Paletos y catetas disfrutamos del nuevo traje dominical, sin renovar las mientes, al servicio del Marqués de Carabás.

Mordimos la estafa de la crisis, envuelta en la burbuja inmobiliaria, como Blancanieves la manzana envenenada, ofrecida por un liberal brujo de bigote, melena y llamativos abdominales. El veneno del consumo aletargó la capacidad analítica y nadie se preocupó de la letra pequeña que hipotecaba su vida y, ahora se comprueba, la de sus hijos y nietos. Nadie excepto los vendedores de burbujas y sus conseguidores políticos.

Como Hansel y Gretel, nos lanzamos a morder el pan de jengibre, el azúcar y el chocolate que parecían recubrir a España. Sus dueños nos dejaron hacer, viendo cómo engordábamos, hasta que otro brujo liberal, éste de rala barba y shesheante lengua, decidió que ya estábamos cebados para servirnos a la mesa de sus amos. Despojados de todo, convertidos en carne humana, somos el aperitivo del banquete que se están dando.

Los españoles, sin ser los únicos, nos hemos tragado las obras completas de los Grimm y de Perrault adaptadas a su conveniencia por nuestros dirigentes. Ahora se han apartado del cuento como embaucador relato y preparan una novela de terror cuyo guión escriben a escondidas, en amenazador secreto, con alevosa letra y gramática traidora. La Europa que hemos conocido hasta ahora se va a convertir en el País de Nunca Jamás.

Todas las estafas, sisas, ultrajes, vilipendios, vejaciones e infamias sufridas hasta hoy por la ciudadanía pertenecen al relato de un cuento de hadas. El Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) entre EEUU y la UE se inscribe en una realidad de vampiros y hombres lobo que destruirá el castillo de naipes europeo para siempre. De firmarse, pasaremos de un mal sueño a una eterna y aterradora pesadilla interpretando el papel de muertos vivientes.

Básicamente, este acuerdo supone el fin de la soberanía de los estados, de los pueblos, de la democracia, a manos de una oligarquía empresarial y financiera globalizada. No serán los poderes legislativos, judiciales o ejecutivos quienes dicten las normas de convivencia, sino las multinacionales y la banca. Países como Francia y Alemania rechazan su actual formulación mientras la tripulación española del Capitán Garfio (PP, PSOE, CiU y UPyD) acepta de antemano este acuerdo, este golpe de estado.

El TTIP exige desregular cualquier ámbito: salarios, sanidad, alimentación, seguridad, educación, medio ambiente, etc., cediendo su regulación a, por ejemplo, Goldman Sachs, Philip Morris, Amazon, Monsanto, Shell o Dresser Industries. También incluye una cláusula de arbitraje internacional (ISDS) favorable a los intereses de las multinacionales, el descabello de la democracia en todos los estados europeos. Pero hay más y conviene conocerlo.

Tratados similares son el NAFTA o el ALCA, promovidos por EE.UU. y firmados por diferentes países que, como en el caso del TTIP, mordieron el anzuelo del crecimiento económico. La realidad es que dicho crecimiento se ha producido exclusivamente en las multinacionales promotoras y los fondos de inversión, quedando los respectivos pueblos firmantes más empobrecidos y desprotegidos. Sin duda, se trata de una excelente oportunidad para los integrantes del IBEX 35, pésima para la ciudadanía de la Europa sureña, una necrológica dorada.

Sacrificio nacional

cerdo

Mariano Rajoy aparece en televisión y rentabiliza su minutaje propagandístico: “crecemos a buen ritmo, estamos en la senda de la recuperación, creamos empleo”. En muchos hogares, sus palabras distraen a la familia de la loncha de mortadela con guarnición de patata cocida del almuerzo, se aprietan dientes, se expanden las aletas nasales y las miradas adquieren una fugaz pátina asesina. “Estamos jodidos”, exclama un coro de necesidad. Mos está chuleando”, responden las conciencias silenciosas.

¿Quién es “mos”? Es evidente que no es la primera persona del plural, no somos nosotros, sino la tercera persona del plural, son ellos. ¿Quienes son ellos? Es evidente que se refiere el presidente al crecimiento y la recuperación de la élite política, financiera y empresarial. Lo único cierto es que están creando un empleo, neto e indefinido, que ni siquiera llega para que la loncha de mortadela cuente con relleno de aceitunas. Alegrías, las justas.

La ausencia de aceitunas enfría la ira con solitarias lágrimas que resbalan hasta los platos. El joven licenciado en Historia del Arte se permite compartir su mortadela con la familia porque las sobras que le deja el McDonald´s le saben mejor que los 600 euros de salario neto y temporal que suplen su raptada beca para el máster. El padre reconoce en la patata su vida cocida al sol del andamio de la que ya no le queda ni el derecho a una prestación por desempleo. La madre suspira mirando a su propio padre, postrado en el limbo del Alzheimer, y sonríe con amargura queriendo pensar que no es consciente de la escena.

Gracias al sacrificio del pueblo español…”, espeta y esputa Montoro sin despeinarse, “…estamos levantando este país”. Ahora sí, lo ha clavado: nuestro sacrificio es su beneficio”, traduce el sentido común. Este señor no miente. Gracias a nuestra pálida mortadela, los esforzados de Bankia disfrutan de sus negras tarjetas y del recate que pagamos a escote. Gracias a nuestras sosas patatas, los hijos de Mato tienen confetis de cumpleaños y Jaguar. Gracias a nuestras lágrimas, sonríen los invitados a la boda de la hija de Aznar en los juzgados. Lo ordenó Andrea Fabra –“¡que se jodan!”, ¿recuerdas?– y jodidos estamos, sacrificados.

Se echan de menos los tiempos de los lunes al sol, quién lo iba a decir, ahora que el sol escuece los siete días de la semana, doce meses al año. Las cifras del paro navegan por los procelosos mares de la indiferencia y a Ulises ya no le importa naufragar ante los cantos de las sirenas porque la realidad laboral es una patera mal pagada y sin dignidad. Cualquier persona hoy entra y sale del mercado sin abandonar la pobreza y encima aguanta las adulteradas estadísticas de Cospedal.

Sacrificados, como los cerdos en la matanza, abiertos en canal, sin salarios justos, sin protección, sin derechos, sin cotizar, sin otra cosa que mortadela y patatas para almorzar. Ellos y ellas, los que crecen y se recuperan, quienes estafan y roban, prevaricadores y mentirosos, los que ignoran a quienes les votan, frotan cuchillos y chairas y sus miradas anuncian que quieren más. Como del cerdo, quieren aprovecharlo todo.

La ciudadanía en pleno, nosotras y nosotros, está invitada a la bacanal del Ibex35, a la orgía neoliberal, a la Santa Cena del capital, con la élite de comensales de siempre y el pueblo como eterno manjar. Como en La gran comilona de Marco Ferreri, debieran comer hasta reventar, pero son cobardes y no lo harán. Sólo nos queda la fría venganza a la hora de votar. Es fácil: antes de meter la papeleta en la urna, pensar… y recordar.