El silencio es el gran despreciado por la clase política española. Nadie le concede su justo valor, a pesar del intento de Mariano Rajoy por ocultar sus innatas deficiencias, e insisten, con agobiante reiteración, en herir los tímpanos de la razón. El presidente más inepto desde la transición, innegable el mérito de haber superado a Zaparero en esta faceta, está en campaña electoral y habla más de lo que el sentido común es capaz de soportar.
Habla el presidente, con boca propia o prestada, de recuperación, de generación de empleo y de superación de la crisis. Se pregunta España a quién van dirigidos esos triunfales discursos optimistas y cuál es su significado. Si difícil de descodificar es la siseante dicción de Mariano, compleja se antoja la tarea de descifrar el significado de sus palabras. El oído común que escucha sus tarambanas palabras, aturdido queda, turbado, cuando no indignado.
Por otro lado, Pedro Sánchez ha tensado sus cuerdas vocales para gritar a los suyos, una vez más, que son de izquierdas, ovidando que elevar la voz no concede credibilidad a una afirmación. Ha reclamado la sanidad y la educación como logros de su partido, obviando que la Constitución ya las recogía como derechos universales de todos los españoles. El silencio de los apaños de Zapatero, reforma exprés del articulo 135, y los suyos propios, cadena perpetua, con la derecha, habla de esa “izquierda” más que la voz de sus líderes. Susana Díaz, tras escuchar a los Botín, también se ha pronunciado impidiendo la aprobación de leyes progresistas en Andalucía: banca pública, renta básica o banco de tierras. No olviden todos ellos que el pueblo escucha las voces y los silencios.
Parte de la ciudadanía se ha echado a la calle para manifestar que prefiere otras opciones antes de votar a quienes han convertido España, PP y PsoE, en un desolladero. El clamor de la Puerta del Sol y manzanas adyacentes viene motivado, a partes casi iguales, tanto por lo mal que lo pasa el pueblo como por lo bien que, a su costa, se lo pasan las élites. Cuando pobreza y riqueza comparten la realidad, el político decide a quién escuchar y para quién gobernar, y ambas cosas las hace el bipartidismo pensando en los intereses de quienes satisfacen sus propios intereses partidistas y personales.
Hablan neoliberales y socialistas liberales de recuperación y salida de la estafa. La salida de la crisis se ha escenificado globalmente tras la recogida de beneficios por parte de quienes la provocaron, dejando pendientes los flecos mediterráneos donde se han cebado. Durante los años de plomo de la estafa, soportada en exclusiva por el pueblo, banca y grandes empresas han obtenido indecentes beneficios. No es mérito del gobierno el final de la estafa, sino el hecho de haber instalado la pobreza y la precariedad como nueva realidad ciudadana.
Lo peor está por llegar. Nadie dude de un pacto de estado entre Mariano y Susana, Pedro es ya historia amortizada, para, de nuevo, salvar España, esta vez sin batallas en el Ebro ni en Guadarrama. Es lo único para lo que guardan silencio, capacitad y experiencia tienen en demasía, para maniobrar de espaldas a sus propios votantes. Para lo demás, utilizan el recurso de la demagogia, la manipulación y la mentira que tan buenos resultados les han dado… hasta ahora.
Es notable que las palabras y los silencios derramados en España viajen acompañados por los miedos y los silencios esparcidos desde el FMI o la Comisión Europea. Más de lo mismo. El pavor de los estafadores les induce a evitar que el ejemplo griego se extienda en lo que vendría a ser la justa y exigible respuesta del pueblo llano a la banda de facinerosos que se ha hecho con el poder secuestrando la democracia. No debemos callar. Ladran, luego cabalgamos.