Consejos doy y para mí no tengo.

Adam-and-Eve

Jacopo Tintoretto «Adan y Eva». Entre 1550 y 1553.

Mª Dolores De Cospedal, en directo y sin simular, al contrario que el despido de Bárcenas, tan claramente explicado en su momento, ha defendido el actual modelo de participación política, el mismo que la mayoría de la ciudadanía rechaza ampliamente. Viene a decir Cospedal que la democracia consiste en depositar una papeleta en una urna cada X tiempo y luego olvidarse hasta que los representantes elegidos, los únicos profesionales que entienden de democracia, vuelvan a llamar al voto. Todo lo demás, para ella, es atentar contra el sistema que la mantiene, a ella y a cientos de miles como ella.

Aconseja Cospedal, a quienes discrepan del sistema, “participar en el juego de la representación” integrándose en dicho sistema. Sabio consejo a quienes ella y su partido acosan y acusan de nazis, entre otras descabelladas lindezas, a quienes acosan y acusan sus compañeros Fernández Díaz y Cifuentes, como hacía la Stasi, con golpes, rejas y listas negras, a quienes su aparato judicial suspende los derechos hasta que los detenidos demuestran ser inocentes y no, como corresponde a una democracia, cuando se demuestra que son culpables sin denuncias trucadas.

Cospedal aconseja a la ciudadanía defraudada que se integre “si quieren representar a un grupo de población y a unos intereses determinados o a una forma de ver y estar en la sociedad”. Aún no ha explicado nadie de su partido, verbalmente, a qué grupo de población, a qué intereses representan los electos del PP, y tampoco cuál es su forma de ver y estar en la sociedad. Pero lo hechos hablan y dicen nítidamente que representan a una respetable minoría empresarial, a una ínfima minoría financiera española y europea, y que su forma de ver y estar en la sociedad está inspirada por el Espíritu Santo y por una concepción confesional del Estado.

Cospedal aconseja y, si no se le hace caso, desprecia a quienes se “aprovechan del sistema democrático que permite la libertad de expresión a todo el mundo”, a todo el mundo menos a quienes protestan la estafa electoral de su partido, que, por cierto, no ha pasado “por el ejercicio de responsabilidad que es aceptar unos compromisos para que los ciudadanos le puedan preguntar y exigir”. Consejos da y para ella no tiene Cospedal.

También aconseja Gallardón prestar atención y cuidarse de dos extremos: “…uno, ser autocomplacientes (sería un error mayúsculo); y otro, hacernos a nosostros mismos una enmienda a la totalidad”. Su consejo defiende el status quo del bipartidismo y previene contra lo que considera una amenaza para “su democracia”: las listas abiertas. El PP jamás ha dado más señales de autocomplacencia que en este momento y es consciente de que merece algo más que una enmienda a la totalidad, que es justamente lo que la calle exige y ellos no quieren que se escuche.

Pues yo también aconsejo, que es gratis y de cumplimiento no obligado, como los programas electorales. Aconsejo al 15 M, a la PAH y a otros colectivos sociales que se integren en el sistema, se constituyan como partidos y abran sedes a las que puedan acudir empresarios, banqueros y clero para exigir limosnas o hacer negocios desde el Parlamento y el BOE. Les aconsejo esto para que vivan la experiencia de colocar a colegas y allegados, de recibir/repartir sobres, de hacer negocios con grupos privados y tener un cómodo retiro en cualquier consejo de administración agradecido por sus servicios. Integrarse en el sistema, crear un partido, es ponérselo demasiado fácil al sistema, es pintarse una diana para que los bipartidistas y sus secuaces disparen con tino sus heces.

Si los colectivos sociales lo que pretenden es obrar con independencia, ética y solidaridad, mi consejo es no hacer caso a Cospedal y que sigamos en la calle practicando otro tipo de democracia real, genuina y cotidiana. El precio es alto, denuncias, multas, acoso, cárcel o lesiones, pero merece la pena. La libertad y la dignidad siempre merecen la pena.

España huele a franquismo

Neofranquismo

El 8 de enero nos enteramos de que CiU devolverá el dinero estafado a la Unión Europea para eludir a la justicia y a la decencia del estado. El día 9 de enero, la “justicia” libera a un joven preso político a los 56 días de su detención durante la huelga general del 14N. El 10 de enero, en Elda (Alicante), policías de paisano irrumpen en una reunión de presuntos terroristas desahuciados por los bancos para identificarles. El 12 de enero, en Segovia, la “justicia” libera a un condenado por homicidio imprudente militante del partido del gobierno. El 12 de enero, en Granada, la Coordinadora Sindical Estudiantil organiza un concierto para pagar el impuesto revolucionario que la injusticia exige a dos estudiantes detenidos en un piquete del 14N. Enero de 2013, siglo XXI.

El 11 de enero, el gobierno responde por escrito a una pregunta de Gaspar Llamazares sobre multas y detenciones indiscriminadas de manifestantes y dice, sin rodeos ni pudor, que “La sanción administrativa a la que se hace referencia tiene como objeto concienciar del deber de cumplimiento con la normativa vigente y de colaboración con los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, cuya misión es proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana”. El 12 de enero dimite el secretario de Estado de Seguridad por “razones personales”. Nada más personal y más íntimo que una conciencia atormentada por la responsabilidad de su firma ante la obediencia ciega y desbocada de sus subordinados.

Informarse es un ejercicio que, en la última semana, eriza los vellos del recuerdo y produce escalofríos en la memoria. Parece ser que la conciencia de la ciudadanía de a pie debe ser formateada de urgencia para instalar una nueva clonada del ideario del Partido Popular. Los métodos utilizados para el cambio (¡al fín se conoce el verdadero cambio!) son los mismos sobre los que la transición pasó de puntillas y los mismos que provocaron el acoso y derribo al juez Garzón. Yugos y flechas vuelven a despertar en la geografía del recuerdo de un país en el que demasiada gente hibernaba de espaldas a la luna, la cara al sol, el brazo izado hacia adelante y la palma de la mano extendida hacia el horizonte.

El gobierno del Partido Popular tatúa a la ciudadanía la palabra “enemigo” en un lugar visible de sus cuerpos o de sus almas, lo mismo les da. El gobierno necesita un enemigo para mostrarse como amigo de quienes merodean en los contenedores de basura buscando alimento, de quienes no tienen más ocupación que encontrar respuestas y culpables asequibles de su ruina personal, de quienes han perdido hasta su imagen cuando se miran al espejo y no se reconocen. Ahí están los enemigos de siempre: los pobres, los que protestan, los rojos, los desaliñados, los extranjeros, los ateos, los parias, los rebeldes, los gitanos, los homosexuales, los intelectuales… la gente de mal vivir en definitiva.

Preocupan los hechos protagonizados por el gobierno y preocupan los supuestos que pueda protagonizar. Preocupa Morenés tarareando marchas militares para responder a catalanes y vascos, preocupa Wert esputando el verbo españolizar sobre la diversidad, preocupa Gallardón situando la justicia en un anaquel imposible para el bolsillo medio, preocupa Aguirre sembrando la cizaña de vagos y maleantes, preocupa Cospedal, preocupa Cristina Cifuentes, preocupa Báñez, preocupa el marido de Ana Botella, preocupa don Tancredo Rajoy, preocupan los somatenes de La Razón, ABC, Intereconomía, la COPE o la TRVE secuestrada, y preocupa la conducción de odios individuales que está pergeñando el aparato del PP para enfrentar a las dos Españas sempiternas.

Los españoles, por la presión psicológica y social que la crisis neoliberal ejerce a diario y por la tensión acumulada, necesitan desfogar, necesitan un rostro al que culpar, necesitan una explicación creible o no, necesitan un enemigo identificable al que desarmar. El gobierno hace lo posible para ofrecer un enemigo fácil, pero su interpretación, sus actos, le hacen acreedor al papel de enemigo que se está ganando a pulso. De enemigo del pueblo. De enemigo público.

La cruzada radical del PP.

Históricamente, en tiempos de miseria y de pobreza, las crisis económicas han asolado países y continentes descargando su furia sobre los eslabones más débiles de la sociedad, de una forma desaforada y cruel, mientras la plutocracia ha permanecido enrocada en su torre de marfil a salvo de los golpes del hambre y las necesidades. Casi siempre, la plutocracia ha sido la gran beneficiada de cualquier crisis y la mayoría de las veces ha sido su instigadora principal.

Los pliegues historia nos enseñan que el éxito de una crisis radica en que la plutocracia siempre ha contado con la complicidad de la aristocracia y de los estamentos sociales que controlan el pensamiento y la cultura. Hasta finales de la Edad Media, eran la nobleza (que ejercía el poder y ostentaba el mando de los ejércitos) y el clero (que controlaba el pensamiento y la cultura) quienes prestaban sus servicios a una plutocracia de la que muchos de sus miembros formaban parte.

A partir del Renacimiento, la nobleza cedió parte de su poder a una incipiente burguesía, que adoptó la política como título de casta en las tareas de gobierno, y a unos ejércitos que ya no rendían vasallaje a la corona. Por su parte, el clero perdió parte de su predicamento social en favor de los hijos de la imprenta, desde las crónicas y avisos hasta los modernos periódicos, y de universidades y escuelas de corte seglar, amén de magisterios ejercidos desde libros y panfletos a los que el ciudadano medio podía acceder sin intermediación.

Las crisis, históricamente, han servido de excusa para reordenar la sociedad cuando los poderes de los estados perdían parte del control social y veían peligrar su estatus. También han sido utilizadas para extender fronteras o dividir territorios en momentos que la plutocracia consideraba propicios para aumentar sus beneficios. Estos movimientos de reordenación social, territorial y económica durante la Edad Media respondían al nombre de cuzadas y se ralizaban a golpes de cruz y de espada. Desde el renacimiento, han tomado el nombre genérico de guerras con apellidos referentes a sus causas, a sus protagonistas o a los lugares donde tuvieron lugar.

Hoy, en el siglo XXI, la crisis está ensayando una nueva forma de reordenamiento y beneficio rápido menos cruenta, en apariencia, que las tradicionales guerras de sangre y destrucción. Es la plutocracia la que ha tomado el mando de las operaciones de forma directa, sometiendo gobiernos a golpe de calificación financiera, de especulación bursátil y de deuda externa. Como en los viejos tiempos, la aristocracia, la política, los medios de comunicación y el clero se han calado los yelmos, han ceñido sus cotas de maya, han vestido sus armaduras, han tomado sus alabardas, han montado sus corceles y se han lanzado de lleno a la cruzada que los dueños del mundo les proponen.

Los escuadrones radicales de La Razón, ABC, El Mundo, la COPE, Intereconomía y otros paladines de la manipulación disparan a diario sus espingardas mediáticas para crear una opinión pública afín a sus propósitos. Mienten como bellacos para obtener su parte del botín como recompensa de manos de un gobierno que les ha dejado ocupar la RTVE y les premia con suculentos contratos publicitarios y variados cargos de confianza en instituciones públicas bajo el control cruzado.

La infantería política de extremista ideario neofranquista ha enarbolado la enseña rojigualda y los lábaros cristianos para reconquistar su orden: los verdugos Fernández Díaz y Cifuentes aplastan la rebeldía con multas, mazas y porras; el alguacil Gallardón ha inclinado la balanza de la justicia en favor de la plutocracia delincuente y en contra de quienes defienden sus derechos; Wert se encarga de laminar el pensamiento crítico destrozando la educación pública y señalando al pueblo como enemigo; la Conferencia Episcopal reza en silencio y calla clamorosamente ante las injusticias que su gobierno comete; y toda la cohorte pepera escupe mentiras al pueblo desde una formación radical perfectamente coordinada.

La artillería plutócrata de los mercados bombardea el país y transmite órdenes a su testaferro Rajoy, a través de los pregoneros Montoro y De Guindos, encaminadas a saquear de forma extrema al pueblo en favor de la emperatriz Merkel. La cruzada del PP intenta, por un lado, restablecer la extremista jerarquía social de ricos y pobres sin clase media posible y, por otro lado, restablecer el orden autócrata y ultracatólico anterior a la democracia. En ello están. En ello estamos.

Esta crisis surte los conocidos efectos de todas las crisis: hambruna, miseria, dolor, incultura, deshaucios, efermedad, miedo, falta de libertad, opresión, represión, tiranía, muerte, mendicidad, limosna, desesperación, desesperanza, injusticia… y pensamiento único. Unos pocos vencedores y millones de vencidos. Un regreso del feudalismo.