A la vista del vaciado semántico de la mitad de sus siglas, practicado por el propio PSOE, es pertinente preguntarse a qué aluden hoy la «S» y la «O». Desde los tiempos de Guerra y González, uno de los principales objetivos de este partido ha sido, y es, aniquilar todo poso de izquierda en sus propias filas y en las ajenas. El socialismo de Ferraz se traduce en una práctica de posibilismo liberal que lo ha llevado a ocupar una parcela de centro derecha moderado en el abanico político español, una de las causas, junto al ADN franquista, de que el Partido Popular ocupe la extrema derecha.
Ya en 1993, Felipe González prefirió gobernar con las derechas de CiU y PNV antes que contaminarse de izquierda haciéndolo con IU. En 1996, Manuel Chaves también prefirió la derecha nacionalista del PA a la izquierda de IUCA. En 2009, pactó con el PP como socio alternante en el gobierno vasco. Susana Díaz, tutelada por González y apoyada por el Santander, ha experimentado el vértigo de la izquierda frustrando una legislatura perfumada de socialismo por su socio de gobierno.
A los dislates de los contratos basura, la reconversión industrial, las privatizaciones o la entrada en la OTAN en sus primeros gobiernos, se añaden el apoyo al continuismo monárquico, la reciente reforma constitucional o la firma del pacto atiyihadista, cadena perpetua incluida, de la mano del PP. El PSOE protagoniza un lento suicidio con altas dosis de masoquismo que lleva a pensar que la «S» responde a una evidente pulsión suicida.
Si lo señalado antes apunta al oportunismo como estrategia política, el destino profesional de sus excedentes políticos habla del oportunismo personal de sus cargos públicos. Este crematístico oportunismo, común a los aparatos nacionales, autonómicos o locales en la práctica totalidad de los llamados partidos tradicionales, ha encendido una de las mechas de las protestas ciudadanas. Así pues, la «O» tiene toda la pinta de responder a esta característica, suicida también.
Europa ha visto cómo el socialismo liberal se ha alejado de la calle y cómo la ciudadanía se ha distanciado de él en un justificado ejercicio de mutua desconfianza. A pesar de lo ocurrido con el PASOK, los dirigentes del PSOE insisten en practicar el oportunismo, político y personal, en un ritual que les lleva al suicidio. A nadie escapa que Pedro Sánchez es un cadáver amortajado por Susana Díaz convencida de que el entierro del secretario general evitará el suyo propio, puro oportunismo.
El PSOE de Felipe, Pedro y Susana ha contagiado de sus tendencias suicidas a diarios como El País y El Plural que arriesgan el cuello de su credibilidad bajo la guillotina de tendenciosas infamias. Tanto estos diarios como el PSOE convierten en amenaza, tal vez lo sea para sus intereses, a un partido que se opone abiertamente a las políticas de derechas y a los oportunismos repudiados por la ciudadanía.
Queda por analizar que PP y PSOE continúen acreditando unos inmerecidos apoyos electorales que conducen directamente a una grosse koalition para salvaguardar sus políticas y sus intereses. El nivel cultural del español medio, que lleva a Belén Esteban y a Paquirrín a copar los primeros puestos en las listas de ventas de literatura y música, puede dar una pista. Si la nociva mediocridad se instala en el ámbito cultural, ¿porqué no lo habría de hacer en el político? Para eso ha quedado el bipartidismo. En eso están.