¿Merece la pena España?

piratas

Hasta el alma. Estoy de patria, banderas, dioses y reyes, hasta el alma. Sopeso, en la balanza de las urgencias vitales, venderla al diablo y colgarle el cartel de “vendida” con la esperanza de ahuyentar a los mezquinos mercaderes interesados que pujan por ella. Todos los símbolos verdaderos y universales que acechan en las esquinas ideológicas son, a la postre, falsos y excluyentes, pervertidas amenazas a la solidaridad y su proyección social.

Si la patria encorseta mi lengua, almidona mi poesía, españoliza mi simiente y tala mi follaje, la desestimo, deserto de sus valores y rehúso a su abrazo. Una patria construida con renuncias y enfoscada con imperativos no es mi patria y merece mi repudio. Una patria edificada sobre cadáveres no inhumados, sobre ideas ajusticiadas y poemas relegados a la metralla o al olvido extramuros, no es una patria, sino un cementerio de almas.

España ya no porta en su bandera emblemas coronados o siniestras águilas. Hoy, la bandera nacional blasona dos tibias y una calavera. La patria se ha evadido de sus responsabilidades y surca los mares, la brújula señalando paraísos fiscales, un parche tapando el ojo de la ética, el reluciente garfio bruñido en plata B y una pata de palo marcando el paso. Ni es mi patria, ni es mi bandera. Los gobiernos de España hacen sentirse a mi alma extranjera en su propia casa.

El Partido Popular es, definitivamente, sin presunciones, un Partido Pirata. El saqueo de derechos y servicios públicos se ha hecho conforme al Código de conducta pirata jurado con una mano sobre la botella de ron y la otra sobre una Biblia. El botín ha sido repartido y anotado en la lista de Bárcenas, las disputas internas se resuelven a primera gota de sangre rival y los capturados por el enemigo son abandonados en las solitarias islas del archipiélago penitenciario.

¿Y qué decir de los dioses cuando el ministro Fernández Díaz, católico numerario del Opus Dei, miente, encubre a la parca y no ama al prójimo como a sí mismo? El gobierno, encomendado a toda suerte de cristos, vírgenes y santos, ha quebrado las Tablas de la Ley, la Biblia y la Constitución. Nada que no haya hecho previamente la jerarquía católica, compinche y secuaz de un partido que alimenta su purpurada gula política y financiera como no se hacía desde los aciagos tiempos de la dictadura franquista. Su negocio son las arcas y en ellas no caben las almas.

La patria y la bandera de España no son las del pueblo, son las del rey. Un rey en cuyo árbol genealógico frondosa florece una rama fascista cuyos frutos pueblan la mayoría absoluta de los escaños del Congreso y la mayoría de ayuntamientos y diputaciones. Un rey anacrónico sustentado por un partido heredero de quien sentó a su padre en el trono y otro partido perdido, a medio camino entre una nostalgia renunciada y un posibilismo que le alimenta y mata.

No. Este país corrupto, bipartidista, oligárquico, vendido, sumiso y derrotado, no es mi país, mi patria. Escribo lo que pienso, pienso lo que escribo. Escribe y piensa mi alma, se expresa, cuando aún no es delito hacerlo, presintiendo que tras la noche vendrá una noche más larga. Esta rancia patria, su harapienta bandera, su caduca divinidad y su monarquía deslustrada, no son mías, las rechazo. Sólo a un cuerpo inanimado le está vetado soñar. Y continúo soñando.

Cospedal a sangre fría

Cospedal fria

La frialdad es un estado térmico, pero también define la ausencia de sentimiento en corazones despojados de sístoles humanos. Los reptiles son ectotérmicos –controlan su temperatura corporal mediante su conducta– y son imitados por numerosísimos políticos que añaden a esta destreza la viperina habilidad para desplegar los colmillos e inocular veneno letal. El reptil más frío, venenoso y temido es la serpiente, fría asesina de bífida lengua.

En la Rue 13 de Génova, apenas quedan gaviotas. Desde que fue reformada con el negro dinero sobrante de sobresueldos y financiación del partido, se ha convertido en un nido de agitadas serpientes. El tósigo lubrica las bocas de dirigentes y cargos públicos del Partido Popular que, con siseantes palabras, tratan como pueden de morder las evidencias. La frialdad es un estado político que ha infectado gravemente los cimientos de la democracia y la decencia.

Un partido cuya nómina de corruptos compite en nombres con la guía telefónica tiene la sangre fría para decir, sin pestañear, que no es corrupto. Rajoy: “trabajamos para que esas cosas se sepan”, Arenas: el pacto contra la corrupción “es una necesidad de la sociedad española, no del PP” y Cospedal: “El PP está tan escandalizado como los ciudadanos” y “El PP trabaja sin descanso para que lo que pasó en el pasado no se vuelva a producir”.

Los ojos de Cospedal son fríos espejos sin alma que reflejar. Ha recortado sanidad, dependencia y educación, ha recortado la democracia representativa, ha abrazado la dictadura comunista china, ha convertido el Parque Nacional de Cabañeros en coto de caza, ha esclavizado a los trabajadores públicos… Cospedal es calculadora, dura como el metal y fría como una serpiente curtida al calor de lo privado que se alimenta de lo público vorazmente.

La ciudadanía se escandaliza de que su marido multiplique sus ingresos tras su boda. Se escandaliza de que hasta once policías custodien a una profesional de la política y su vivienda valorada en 2,3 millones de euros y rehabilitada por una empresa adjudicataria de su gobierno. Se escandaliza de que obsequie la orientación laboral de Castilla La Mancha a un empresario relacionado con FCC, donante del PP con 165.000 euros en 2008. ¿Se escandaliza Cospedal de sus propios actos?

Ella trabaja sin descanso para que lo ocurrido en el pasado no vuelva a suceder. Su sangre fría le permite trasladar al pasado lo que es el presente de la Audiencia Nacional. La memoria aún caliente de su finiquito en diferido, de los discos duros y los registros de entrada destruidos en su nido de serpientes, o de la mano de Bárcenas entregándole sobres, es candente actualidad. Como actualidad son los Acebes, Rato, Blesa, Matas, Fabra, López Viejo o Jesús Sepúlveda, molestos granos en el cono superior del reloj de arena.

Con sangre fría, sin descanso, Cospedal mira hacia el futuro echando ya de menos los 200.000 euros de Sacyr para su próxima campaña electoral. La carroña que alimenta a las gaviotas y el veneno de las serpientes hacen que la calle Génova y La Moncloa apesten tanto como el contrato toledano de la basura, tanto como la fría voz de Miguel Ángel Rodríguez, ante cualquier cámara de cualquier etílica cadena, inyectando veneno para salvar a Cospedal.

Un gobierno impresentable

desfile

Otra vez. De nuevo los excesos son protagonistas de la vida pública española. Se vuelve a repetir la constante de irresponsabilidad y desprecio institucional hacia el pueblo que es la Marca PP. No dan tregua a la indignación, se superan a diario y, como la última semana, parecen estar inmersos en una competición interna donde se valora la incompetencia, la desfachatez y la impasibilidad sobre cualquier otro criterio.

Los escándalos encadenados pasan a un segundo plano ante la escandalosa actitud y las más escandalosas declaraciones de quienes dirigen la economía y la política nacional. Un día aparece la señora Oriol, expresando en voz alta lo que el Partido Popular expresa con su reforma laboral, y propone que la mujer renuncie a la maternidad ante el estruendoso silencio de los provida y la Conferencia Episcopal. La mujer en la cocina y con la pata quebrá.

Otro día se destapa la existencia de tarjetas opacas en el banco del oso desmadroñado como si la contabilidad opaca, negra y ensobrada fuese novedad en el PP, el PSOE, los sindicatos o la patronal, financiados todos ellos ilegalmente. Ante este escándalo, los dedos acusadores apuntan a cualquier lado excepto a quien permite y se beneficia de la estafa. La culpa, para el PP, es de Bárcenas y Blesa, los condenados son Baltasar Garzón y Elpidio Silva, y la necia ciudadanía estafada ha de tragarse semejante estupidez.

Y, por si no bastara, llega el ébola y, con él, el caos. La repatriación del misionero infectado ya anunciaba que el virus era observado en el microscopio electoral de Génova. En la oficina de tasación de Moncloa estimaron que su sotana bien valía fletar un avión medicalizado a pesar de que el único hospital de referencia del país había sido, por ellos mismos, desmantelado. Lo urgente era la foto de un gobierno sensible con un español accidentado en el extranjero, una foto que, casi al mismo tiempo, negaron al espeleólogo laico atrapado en las entrañas peruanas.

Murió el cura y, a Teresa, la COPE de la iglesia la ha enterrado, el piadoso ABC le ha hecho la autopsia y entre el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid y la televisión de Cospedal la han descuartizado. Ana Mato, en su línea, mientras observa cómo visten a sus hijos y comprueba si en su cochera ha nacido otro Jaguar, de nada se ha enterado. Mariano, cada día más marioneta, dice que el ébola va bien y que sus colegas le han felicitado.

En las calles se ha debatido fieramente si ha sido oportuno el sacrificio del perro presuntamente contagiado o hubiese sido mejor aislarlo y estudiarlo. La autoridad, en este caso, ha cortado por lo sano. El ruido provocado por el perro ha tapado los más de 4.000 muertos cosechados por el virus en el empobrecido, expoliado y condenado continente africano y los medios españoles han tardado dos o tres días en dar la noticia de que la “dictadura” cubana ha enviado a 165 especialistas a luchar contra el ébola en Sierra Leona.

El gobierno tiene prioridades, como gastar un millón de euros en un desfile militar al estilo chino o coreano. Allí se ha juntado lo más selecto de la casta y de la caspa, a la sombra de la cruz y de la espada, en el enésimo desfile de una cabra. A los rezos y plegarias del católico gobierno se han unido las cabezas visibles del socialismo monárquico: Susana Díaz, pelele de la banca santanderina, y Pedro “sí, pero no; no, pero sí” Sánchez, socialista de hojalata. El mismo día nos enteramos de que el gobierno destina a la reconstrucción de Gaza poco más del doble de lo gastado por la banda de Bankia en vino, viajes, safaris o saunas.

Una semana agitada para un gobierno irresponsable, despreciable e impresentable.

Regeneración y degeneración

Regeneracion

Que dos partidos tan corruptos y alejados de los intereses ciudadanos como el PP y el PSOE hablen de regeneración democrática inquieta. Que ambos partidos, instalados en la profesionalización de la política y su usufructo en beneficio propio, hablen a dúo de regeneración política apesta a demagogia y engaño, especialidades compartidas por los dos. La ciudadanía, que se tenía por curada de espantos, tiene en la regeneración un nuevo motivo de preocupación.

Sabedores de sus fechorías, PP y PSOE buscan una desesperada fórmula que les proteja de sí mismos, de esa degeneración democrática tan propia de ambos. El problema no es el desafecto ciudadano hacia la clase, la casta, política; el problema son ellos mismos y su negativa a entender la política como servicio público en favor de la ciudadanía. La solución es tan simple, atender las necesidades públicas, como imposible, renunciar a los enriquecimientos privados.

En un intento de atajar sus sangrías de votos, echan mano de la socorrida dialéctica manipuladora en la que ya nadie confía. El PP trata de salvar sus alforjas con un golpe de estado en la elección de alcaldes y la dotación salarial de diputados para que sólo accedan a la política los suyos, los ricos, los que pueden comprar un escaño al contado. Da miedo que llamen a esto regeneración democrática quienes destruyeron discos duros de ordenadores y registros de entrada de su sede para esquivar a la justicia.

Por su parte, el PSOE, ejemplo de chaqueta cambiada, de brújula sin norte, propone un pacto con la extrema derecha gobernante para sobrevivir a su autoinmolación. Sigue viva la lengua asustaviejas de Alfonso Guerra, la que antaño advertía de que venía la derecha y ahora, actualizada, advierte de que viene la izquierda. Preocupa y mueve a compasión esta penosa sombra política que personaliza los alarmantes signos de agostamiento senil que aquejan a su partido.

PP y PSOE han hecho de la corrupción y la política su modo de vida amparando a la monarquía corrupta, pactando con el corrupto Pujol o copando puertas giratorias. Ambos partidos han exprimido el aforamiento ante una justicia dependiente de ellos, han servido y se han servido de medios de comunicación también corruptos y corruptores y, en solitario o en pareja, han colaborado con la corrupción financiera y empresarial llamada crisis.

Gürtel y ERE, Brugal y cursos formación, Rosendo Naseiro y Guillermo Galeote, Luis Bárcenas y José María Sala, Orange Market y Filesa, Special Events y Time-Export, son muescas curriculares de las degeneradas mafias que osan hablar de regeneración. Despreciaron al 15 M, los debates en las plazas, ignoraron las humildes pancartas, rubricadas por las manos que las alzaban, y ahora sienten miedo de sus propios fantasmas.

Hay que recelar de un partido, el PP, que destruye la democracia a golpe de porra e insolencia, y del PSOE, para el que la democracia es un juego de salón que divierte y entretiene a sus barones y momias. Cuando la democracia se presenta, desnuda y joven, ante sus ojos, la vilipendian y ofrecen sus ajados y arrugados cuerpos como canon de una belleza que, cuarenta años después, ya nadie aprecia ni se recuerda que fuese hermosa.

Posado veraniego de Rajoy

Rajoy-vacaciones

Ante todo, felices vacaciones, señor Rajoy. Felices vacaciones para usted y los suyos que son de los pocos españoles que pueden disfrutarlas. No se corte; descansen usted, su conciencia y su tijera, y póngase moreno como Carlos Floriano o Ana Mato para decirnos que todo va viento en popa, mejor de lo que tenían planeado. Por nosotros, el pueblo castigado, no se preocupe porque estamos negros a pesar de no poder, como ustedes, arrimarnos al sol que más calienta.

Nos alegra el verano oírle decir que todo va bien y que nos estamos recuperando. Sus palabras son un bálsamo que disuade de coger una patera y afrontar el océano de la desesperación para mendigar un mendrugo en algún país sobrado de pan y falto de esclavos. Creer en su palabra, presidente, exige la ceguera de la fe o el temor al castigo divino y usted, para cerrar ojos e infundir miedo, está más que capacitado.

Prometió crear puestos de trabajo y ha cumplido, aunque no dijo que lo haría cubriendo los puestos destruidos por su reforma laboral para aumentar la riqueza del empleador diezmando el poder adquisitivo del trabajador. Las ofertas de trabajo nos aturden por su cantidad, su calidad y la frecuencia con que hemos de recurrir a ellas. Hay quien, con suerte, entra y sale varias veces al mes del mercado de trabajo sin apenas ganar 400 €.

El PIB sube y la economía crece, nos dice, pero los bolsillos opinan lo contrario. Usted miente poco, porque poco habla, y hemos llegado a la conclusión de que somos brutos para entender lo del producto interior y que la economía creciente es la de los Botín y Rosell que le ríen la gracia al ver los salarios y derechos menguantes del resto de los españoles. Para usted la cosa va como un tiro… que los suyos disparan y nuestras vidas encajan.

Le aconsejo que, antes del baño, guarde dos horas de secano para que no se le corte la digestión a usted que come. Para nosotros no es problema, no se preocupe, porque nos entra tan poco en la boca que apenas afecta a la función digestiva. La deuda externa de un billón de euros –casi el 100% del PIB– sí que nos corta la respiración y es un lastre que arrastra al fondo del mar, donde los hilillos de plastilina, al más avezado nadador.

Le hemos visto con capucha, apropiada para el chirimiri o el frío, y nos ha preocupado que algún esbirro de Fernández Díaz le pudiera aplicar su Ley de Seguridad Ciudadana. La inquietud desapareció al ver a Feijóo y sus gaviotas ofreciéndole la embajada vitalicia del Camino de Santiago porque es usted el mejor gallego de la historia, una hereje desconsideración hacia sus mentores políticos don Manuel Fraga y Francisco Franco, verdugos, como usted a su manera, de la democracia.

Señor Rajoy, presidente y desgracia de España, disfrute sus vacaciones y hágalas indefinidas. Nosotros, el pueblo por usted sacrificado, lo merecemos. Puede alternar la maravillosa Galicia con su clima inestable y veranear en Canarias, en el hotel ilegal donde lo hace el ministro Soria, antes de que el chapapote de Repsol lo desaconseje. También puede hacerlo en el hotel El Algarrobico de Almería subvencionado por Aznar y Rodrigo Rato con 2,8 millones de euros. En cualquier caso, controle sus gastos: ya no es lo mismo con Bárcenas a la sombra y los sobres no son eternos.