Campa en España un asesino en serie de mujeres. Es inmortal, pues lleva asesinando mujeres siglos y siglos sin que nadie parezca capaz, o en disposición, de darle caza. Es inmoral, a pesar de que sus pulsiones emanan de adoctrinamientos espirituales e ideologías con representación democrática. Es inmaterial, en cuanto existe una amplia masa social que parece no verlo ni oírlo, ni mucho menos señalarlo: no quieren.
Campa el asesino en serie de mujeres a sus anchas, a plena luz del día, sin disimular siquiera sus intenciones amparadas en siglos de cultura misógina. Como mísero cobarde integral, prefiere asesinar en la oscuridad, en la soledad de cuatro paredes, admitiendo sólo como testigos a indefensos menores que suelen ser sus propios hijos. El asesino es ubicuo, capaz de asesinar a dos mujeres el mismo día a 900 km. de distancia.
Campa el asesino en serie de mujeres como una pandemia nacional y mundial, como el más cruel jinete del Apocalipsis. Cuenta para sus asesinatos con una secta de fanáticos que lo encubren y defienden públicamente con uñas, dientes, sotanas, togas, uniformes o escaños. La misoginia de la derecha está catapultando de nuevo a los asesinos de mujeres y a sus defensores, a sus simpatizantes, a sus cómplices, que no son pocos y pocas.
Campan los asesinos en serie de mujeres (hombres, machos) lejos de ser, por desgracia, una especie en riesgo de extinción. Son muchos los factores educativos, publicitarios, mediáticos y políticos que contribuyen a su protección y perpetuación. El rol machista de esos seres infrahumanos se potencia con actitudes de tibieza social y de indiferencia individual, fruto ambas de la profunda incultura de gran parte de la sociedad.
Campan los asesinos en serie de mujeres por una España enemiga del progreso que vuelve sus ojos en los últimos años a los nostálgicos tiempos del nacional–catolicismo. Añora hogaño el fanatismo social y político los aromas de incienso, tabaco y aguardiente que antaño impregnaban al macho como dios manda en iglesias y burdeles. El reinado del macho cabrón y asesino debe acabar, a ser posible con guillotina.
Campan los asesinos en serie de mujeres por los vastos, bastos y criminales dominios de su patriarcado (acepción 5ª del DRAE). Se revuelven como fieras y mueren matando, o matan sin morir, que ya podían hacer un favor a la sociedad y matarse sin matar. Son despreciables estos machos, abominables descerebrados que tienen amistades, familiares, compañeros y compañeras de trabajo, un vecindario con el que conviven y cientos de personas que los atienden a diario en diferentes lugares.
¿Normales? Para nada. Campan los asesinos en serie de mujeres por la vida, por nuestras vidas, con aparente normalidad. Hasta que su cuchillo, su pistola o su martillo mellan nuestros latidos cotidianos, hasta que nos llega de alguna manera como un brutal sobresalto, de forma directa o cercana. Entonces, ya es tarde, es la hora del dolor y de la rabia, del luto y del desconsuelo… y de recordar a quién reíste la gracia, a quien y para qué diste tu voto.
Difícilmente superable, como siempre. Gracias
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