Durante casi todo el siglo XX, para conocer la historia de España, había que echar mano de los estudios que en el extranjero se hicieron sobre la misma. La historia que impusieron los patriotas se escribió con plumas de miedo mojadas en tinta de silencio que pautaban la mentira sobre pliegos de lágrimas. Miedo a los vencedores, silencio cómplice y lágrimas de dolor, impotencia y desconsuelo. Miedo, silencio y lágrimas, tres pilares para la patria dolosa que es España.
Entramos en el siglo XXI con el mismo ímpetu regresivo que ha diferenciado históricamente a España de las avanzadas sociedades de su entorno. Porque, que nadie se llame a engaño, España es un país conservador, la reserva miedosa y silenciosa de Occidente con secular propensión a las lágrimas. El miedo a los mismos, el silencio de los mismos y las lágrimas de siempre, las que hay y las por venir, están hoy en el ambiente.
A nada que la fiera ha despertado, a nada que el colmillo se ha adueñado de la palabra, un conocido escalofrío ha congelado a medio país. A nada que ha finalizado el periodo de hibernación dictatorial, los rugidos de hoy evocan nítidamente peligros y amenazas de anteayer. Suenan como entonces, estremecen por igual y los profieren las mismas alimañas. La transición ha sido el letargo de la fiera que, indultada en lugar de sacrificada a tiempo, vuelve para realizarse, para matar.
La batida de cazadores que disparaban a diestra y siniestra durante el franquismo, tras décadas de escopetas ociosas, decidió, en palabras del más osado matarife, volver a ser la derecha sin complejos. Reanimaron a la fiera y volvieron a soltarla en el campo abierto de la democracia, donde sus aullidos y rugidos han sembrado de nuevo el miedo, el terror que los hizo amos del coto durante más de cuarenta años. Miedo, disparan miedo por ahora, con cerval eficacia.
La fauna más longeva rememora en estos tiempos los efectos de la sangrienta cacería que los patriotas prolongaron durante cuatro décadas. Ven en los cazadores de hoy a los descendientes de los de entonces, con las mismas armas, los mismos métodos, las mismas jaurías, las mismas trampas. Ven repetirse la historia y el miedo les lleva a practicar el silencio que, con oprobio, les permitió sobrevivir a la barbarie. Ese silencio que los salvó de fusiles, tapias, fosas y cunetas, es el mismo que va camino de condenar a su progenie.
La fauna más reciente, las dos últimas generaciones, no interpreta adecuadamente los bramidos de la fiera; es más, les hace gracia y la admiran los más incautos, la imitan, la votan. Es connatural a las fieras elegir víctimas indefensas y la nociva derecha montaraz ha fijado como objetivos a menores, a mujeres y a cualquier fauna que no se avenga a la pureza de su raza. Es connatural a los cazadores justificar sus matanzas con argumentarios contrahechos, cuando no falsarios.
Hoy asistimos a la orgía de violencia, odio y xenofobia en la que Vox se encuentra a gusto, es su medio. Violencia como modo supremo de vencer renunciando a convencer, la dialéctica ideológica de los puños y las pistolas. Odio, el mismo del fascismo falangista y franquista, a las mujeres, a quienes son diferentes a ellos en pensamiento, cultura o condición sexual, a los ateos, a las disidentes, a los intelectuales, a las librepensantes, a las minorías indefensas.
Son muchas las voces que se callan y reclaman a los demás silencio. Son muchas las personas que permiten que el discurso de las alimañas sea el único en los hábitats cotidianos. Son muchos los altavoces políticos, financieros, empresariales, religiosos y mediáticos con los que cuenta el estremecedor aullido de la fiera, como hace ochenta años. Se está (estamos) extendiendo el miedo con el silencio. Más tarde, cuando el remedio sea nefasto o no lo haya, serán las lágrimas las que vuelvan a anegar esta lamentable patria.
«Son muchas las voces que se callan y reclaman a los demás silencio». Completamente cierto. Comprobado ese punto por mí mismo.
Salud
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