Tras toda una vida trabajando y luchando para disfrutar de la democracia, tal vez la edad me esté jugando una mala pasada. Desde diciembre hasta el domingo, seis meses, un suspiro, hemos asistido a tres citas electorales, la de pasado mañana doble, o triple. El entusiasmo juvenil ha devenido en la peor amenaza para el dinamismo vital de cualquier persona: la rutina, síntoma de cansancio y fuente de frustración. Tal vez la edad me la esté jugando, o tal vez no.
Es cierto que en 40 años hemos visto un amplio catálogo de políticos y de políticas que, salvo honrosas y escasas excepciones, han continuado la tradición secular del bipartidismo denunciada por Galdós en su obra novela Cánovas de los Episodios nacionales:
“Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos…”.
Da pereza, y miedo, reconocer que, un siglo después, tal vez más, poco o nada ha cambiado en España. El bipartidismo de PP y PsoE no ha hecho otra cosa que apropiarse de la malsana tradición política española: mentir y corromperse hasta los tuétanos. Las derechas y la falsa izquierda no aspiran más que a pastar en el presupuesto gracias al voto de un pueblo resignado a vivir en la inopia. Y esto último es lo más grave, lo que amenaza con liquidar la esperanza.
La mentira ha inundado las campañas electorales de los últimos meses con más ahínco que nunca. Las tres derechas se han empleado a fondo siguiendo el manual del nazi Goebbels y del ultraderechista Steve Bannon. El claro vencedor de la mentira repetida mil veces es Vox, seguido muy muy muy de cerca por PP y Ciudadanos. Seis meses sin escuchar ideas, sin propuestas, sin dialéctica, seis meses de mentiras repetidas hasta la saciedad son una eternidad que hace mella.
El desfile de ineptas e incompetentes en los medios está siendo, y continuará siéndolo, insufrible. Cuando creíamos que los representantes políticos de hace cinco años eran los peores posibles, C´s y PP se han afanado para demostrar lo contrario presentando nuevas marionetas en el nefasto retablillo nacional. Y a éstos se añade la caterva momificada de Vox con los rancios y añejos discursos peligrosamente rescatados del ideario fascista de la Falange. Dan miedo.
Pero más miedo dan las audiencias millonarias ocupadas y preocupadas por las desventuras de una folclórica corrupta en una isla desierta, la derrota de los millonarios en el fútbol europeo o el desarrollo de un festival de música organizado por un estado genocida. Es terror lo que me produce pensar que el destino de todos los españoles y las españolas depende del voto legítimo de esas audiencias. El Gran Hermano de Orwell, y la policía del pensamiento, ya está aquí y se llama Alexa o Siri.
De estos seis meses, me queda la impresión de que España no es un país para neuronas. Me dan miedo quienes quieren romper España: quienes chulean en beneficio propio a catalanes y vascos, quienes manosean a las víctimas del terrorismo, quienes piden a gritos que haya presos políticos (no sólo independentistas), quienes han devuelto a la palabra “Patria” el aroma sectario y excluyente del terrorismo franquista, quienes hacen ascos a la lucha contra la violencia machista, quienes venden lo público a empresas privadas, quienes apoyan y se sirven de la secta católica, quienes promueven la esclavitud como forma de vida, quienes se arrodillan ante el Ibex con libidinosa sumisión, quienes… Éstos son, y no otros, quienes están rompiendo a España.
Me dan miedo toda esta gente y sus votantes. Me da miedo esta democracia analfabeta.
Y vergüenza.
Son muchas las tropelías que cometen los patrioteros envueltos en la bandera patria. Me gusta todo el articulo pero especialmente la parte final.
Salud
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