Si tu madre quiere un rey, la baraja tiene cuatro: rey de oros, rey de copas, rey de espadas, rey de bastos. (Federico García Lorca)
La demente derecha catalana de PDeCAT y ERC ha tenido la virtud de derechizar el mapa político español aún más de lo que ya estaba. Era su plan y lo han conseguido. El cateto nacionalismo catalán de derechas ha despertado al hibernado y peligroso nacionalismo neofranquista. El electorado ultraderechista captado por Alberto Rivera ha hecho virar al Partido Popular hasta el punto de elegir como caudillo a su clon Pablo Casado, ambos gestados in vitro en el laboratorio de FAES con los genes de Aznar.
La disputa por el voto de extrema derecha ha dejado al PsoE en ventajosa posición para cosechar el voto de centro derecha descuidado por PP y C’s, sabedor de que los fuegos artificiales lanzados por Pedro Sánchez volverán a embaucar a su feligresía de centro izquierda. Lo del Aquarius, lo del Valle de los Caídos o la lista de los beneficiados por la Amnistía Fiscal son publicitarias medallas de hojalata: brillantes de lejos, pero de cerca nada.
El electorado también ha reaccionado con radicalismo extremo al llamado de las arengas emitidas diariamente por los medios creadores de opinión al estilo goebbeliano practicado por aprendices de Queipo de Llano y Millán–Astray como Losantos, Sostres, Marhuenda, Inda y muchos otros. El panorama de banderas balconeras, pulseritas y rebuznos patrióticos propicia que el país, desdeñando la democracia sin comprenderla, vuelva a apoyar modos autoritarios al grito de ¡Vivan las cadenas!
Las combinaciones poselectorales pasan por el aciago bipartidismo de la transición utilizando el comodín de Ciudadanos, encomiable sostén de la corrupción y populista beneficiario carroñero del terrorismo etarra. España se debatirá entre dos posibilidades: o coalición PP–C’s de extrema derecha, o coalición PsoE–C’s de derecha, ambas fórmulas testadas en la Comunidad de Madrid, el gobierno de Rajoy o la Junta de Andalucía.
El descomunal balón de oxígeno que Alberto Rivera ha proporcionado al bipartidismo corrupto ha sido vital para la recuperación de ambos partidos como candidatos a volver a ser las listas más votadas. El PsoE, retomando el mandato impuesto por sus valedores alemanes y norteamericanos durante la transición, ha conseguido parar a la izquierda una vez más. Por su parte, el PP, en vías de desintegración, quizás no tenga tiempo de desactivar a C’s de la misma manera, pero Aznar ha vuelto para maniobrar intentando sustituir a su hijo Rivera por su hijo Casado.
Las catetas derechas catalanas y vascas mantendrán sus políticas extorsionadoras como hasta la fecha, sabedoras de que sus apoyos al gobierno central son económica y políticamente rentables con PP y PsoE. El bipartidismo nunca les ha hecho ascos y ha tapado sus fariseas aspiraciones independentistas con dinero aportado de igual forma por González, Aznar, Zapatero y Rajoy. Ha sido el PP, durante todo el periodo “democrático”, la mayor factoría productora de independentistas a la que, desde su epifanía política, se ha sumado con fuerza el partido de Alberto Rivera.
Por su parte, la izquierda, englobada en Podemos e Izquierda Unida, ha sido mermada por la propaganda del Régimen Borbón. Pero no debe achacar a la intensa, inmensa, cruenta y continua campaña en contra su actual situación: la izquierda no necesita que la apuñalen, se basta por sí misma para suicidarse. Mientras tanto, las élites empresariales, financieras, católicas y castrenses se frotan las manos y brindan entre ellas por el trabajo bien hecho. Como siempre.
¿El PP en vías de desintegración? ¿En donde, que no sea Cataluña? Casado ha llegado para dar aire y fuerza. A pesar de toda la corrupción habida y conocida, ni Rajoy en su despedida ni Casado en su llegada han dedicado un segundo de autocrítica. O sea, que todo lo han hecho bien y seguirán por la misma senda. Y con 5 ó 6 millones de votantes, por desgracia.
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Para un partido caracterizado por tener siempre prietas las filas, recias, marciales, la espantada de Rajoy ha hecho aflorar lo que en realidad hay en el PP: ratas neoliberales, ratas ultraderechistas, ratas de extrema derecha, ratas franquistas y, todas ellas a su vez, corruptas ratas.
Cuando Aznar había obrado el milagro de pastorear votos radicales de derechas hacia el redil de Ciudadanos, va Rajoy, se quita de en medio y deja abierta la tapa de la cloaca donde unas ratas se han revuelto contra otras hermanas. Aznar ha aprovechado la ocasión para colocar al mando de la guarida a Casado y habrá que esperar para ver qué hace con Rivera.
El nicho de votos ultraderechistas puede volver de C’s al PP. En cualquier caso, todo controlado: la derecha del PsoE, la ultraderecha del PP y la estrema derecha de C’s garantizan a las élites corruptoras una hegemonía que no disfrutan en toda Europa (o tal vez sí).
Por ahora, los que sí siguen la senda marcada por el PP son los de la «izquierda radical» del PsoE al que en unas semanas se le han aguado todos los fuegos de artificio con los que irrumpió Pedro Sánchez en Moncloa.
Salud
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