Transcripción de un pliego manuscrito hallado en la Biblioteca Nacional en el año 2136
Narran escribanos y platicantes las gestas acaecidas en el singular reyno castellano allá por el siglo veinte e uno, recogidas en crónicas cortesanas y protocolos judiciales. Cuentan de cómo un ruin gobernante y sus mesnadas de estandarte cian con gaviota blasonada fizieron quebranto del público peculio, escarnio de la decencia y menoscabo de los derechos y las libertades del pueblo sojuzgado. Dixeron quienes lo vivieron que nada igual registrado habían los anales de la historia.
Arcones y cofres de la real hacienda objeto fueron de singular codicia. Manos ávidas permutaron caudales públicos a privadas faltriqueras, con arteros artificios y contables astucias, ante el clamor del pueblo cuyos ojos avistaban a las claras tamañas felonías. Acusaban los descuideros de mentir a los heraldos que sus tretas anotaban en públicos pliegos por ello perseguidos. Tal fue el saqueo que no quedó cortesano de aseado saquillo, ni entre los de la gaviota ni los de la rosa.
Distraían sus afanes mentando las hordas esteladas, amenazantes para la unidad del imperio, que desde la marca catalana para sí reclamaban sus propias tajadas. Fueron tantas las causas de latrocinio que, ensartadas en delictivo rosario, daban para más de veinte misterios y no menos de doce letanías. Todo ello acaeció hasta que díscolos magistrados, haciendo de su capa un sayo, arriesgando famas y carreras, coto pusieron a la rapiña.
Mas no fue el hurto ni el pillaje causa de mofa en linderos payses coligados. Lo fue, a mayor agravio de los espanyoles, la inquina y la ojeriza de vetustos justicias hacia desvalidos juglares, trovadores, saltimbanquis y bufones cuando aquestos eco hacían de despropósitos y desmanes. Dícese que muchos dellos fueron a mazmorra condenados, a causa de versos rimados, cual viles criminales con ensangrentados delitos en sus actos.
Hubo inculpación, causa y preventiva condena a titiriteros cuyos guiñoles de trapo y madera señalados fueron como incitadores de pública hoguera. Se dictaron autos, amparados en la lozana ley del garrote impuesta como mordaza, que condenaban a mazmorras a bardos y rapsodas cuyas rimas no eran del gusto y agrado de gobernantes y cortesanos. Se hostigaron en públicos foros opiniones y pensamientos, sancionados con exceso de celo y desmesura de cuantía.
A mayor despropósito, sectarios de las idolatrías fizieron causa contra un osado histrión que profirió baldones y dicterios contra personajes de la mitología dominante. Fue un sindiós que la justicia lo citara a audiencia y un contradiós su pronunciamiento en contra bajo un cristo de palo en sagrado lugar. Antaño sucedió parecido caso cuando un aedo ofreció receta para cocinar un cristo: el clero bigardo rasgó vestidos y alzó clamores al cielo ante el alborozo popular.
Resultas de aquestos casos fue una excitación de ánimos en hogares, trastiendas, reboticas, talleres, tabernas, rúas y plaças. Echose a la calle el pueblo malparado, a la par que los bellacos rendían cuentas ante la Justicia, en exigentes y multitudinarias turbas. Ínterin, hubo casos de gentes perseguidas que optaron por el destierro como alternativa a que sus ideas y sus palabras fuesen uncidas junto a sus cuerpos a cepos o confinadas en celdas vigiladas.
¡Mal haya esta tropa de truhanes, cuyos capitanes prebostes no pisarán la mazmorra!
Me gustaMe gusta
Ni delitos ni pecados saldan estos pícaros. A su disposición, llegado el caso, indultos y bulas están.
Me gustaMe gusta
[…] a través de Crónica de Hispania S. XXI — apalabrado […]
Me gustaMe gusta
He disfrutado de la lectura aunque esto, a modo de castellano antiguo o en lenguaje más actual, es una vergüenza.
Me gustaMe gusta
Grande verecundia, sí.
Salud
Me gustaMe gusta