El sistema de organización social conocido como democracia ha devenido en una suerte de piedra filosofal que convierte en demócrata cualquier cosa a la que se aplique. Y tiene su antónimo, dictadura, con efecto contrario. El concepto, en boca de alquimistas, nigromantes, taumaturgos y charlatanes políticos, se convierte en una fórmula mágica que embauca al pueblo y lo predispone al fraude. España, país bisoño en la práctica democrática, es una prueba de ello.
El asesino dictador Francisco Franco, tras bombardear y aniquilar la última experiencia democrática de este país, definió su régimen de terror como democracia orgánica. El régimen sucesor de la dictadura ha prescindido del término democrático y se ha quedado en monarquía parlamentaria. De hecho, la máxima autoridad del estado no se elige en las urnas, como exige una democracia real, sino en la medieval justa entre espermatozoides de real pedigrí. Aún así, tras mil veces repetirlo, el régimen español cuela como democrático entre una población poco o nada exigente, sumisa por tradición.
La perversión del concepto es tal que los charlatanes patrios niegan la participación electoral como principio universal aplicable a países condenados de antemano por ellos (Venezuela, Ecuador, Argentina –pre Macri– o Bolivia) donde las urnas se decantan tozudamente en contra de los intereses de la élites. En cambio, no dudan ni hacen ascos a aplicar un tratamiento democrático a países genocidas como Israel o dictaduras como Arabia Saudí, Marruecos o Turquía.
Hartos de pedir observadores internacionales para las elecciones venezolanas y de que éstos certifiquen la limpieza de los procesos que dan como ganador a quien obtiene más votos, la oposición “demócrata” pide que no se vote. La parte más patriota de España, PP y C’s, retiran la confianza al sistema de “una persona, un voto” y se posicionan en contra de las elecciones en Venezuela, y en Catalunya también. Hablan de que no se vota en libertad y de que los gobiernos de Maduro y de la Generalitat no juegan limpio.
La higiene democrática es una utopía, otra más, en España. Apestan las campañas electorales y las victorias del PP a dinero negro, al mismo aroma corrupto que exhala el partido heredero del franquismo. Atufan las campañas de C’s a inversión financiera y empresarial, a lobby neoliberal. Huelen, PP y C’s a oposición venezolana, a rechazo de la democracia como sistema de organización social. Hieden estos partidos a monarquía orgánica, a golpismo constitucional, a 155, hoy por lo civil y tal vez mañana por lo militar, a dictablanda.
La deriva radical de ambos partidos ha despertado de su letargo al monstruo totalitario (la derecha sin complejos de Aznar y Rivera) que no cree en otra cosa que el siniestro concepto de lo español, esa entelequia aterradora para quien se piensa andaluz, extremeña, gallego, vasca, asturiano, cántabra, catalán, valenciana, riojano, balear, canaria, murciano o, incluso, castellana. Lo español es un constructo social etéreo basado en consignas, himnos y banderas impuestas manu militari et doctrinae como vía para unificar territorios, personas y pensamientos, una ideología de pensamiento único ademocrática.
No se cansan los padres, o mejor padrones en el sentido siciliano del término, de pregonar democracia. No se cansan de impedir un referéndum, legal y con garantías, en Cataluña, como los realizados en Escocia o Quebec. No se cansan de rechazar lo que sale de sus urnas si no es lo que ellos, más que pedir, exigen. No dudan en surtir sus cargadores dialécticos con la peligrosa munición de la xenofobia, el nacionalismo y la negación de la democracia, del diálogo y la negociación, para imponer “su” concepto de democracia, pérfido y amenazador donde los haya.
Los charlatanes polìticos no predisponen a España al fraude; la tienen casi totalmente dispuesta mediante los votos de media población. Hoy mismo Martínez Maillo, refirièndose al detenido exministro Zaplana, que es «un caso personal», casi le faltado decir que es un caso aislado más entre los varios miles de imputados e implicados en corrupción. No pasa nada, ¡y lo saben!
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Personal y de hace muchísimo tiempo. Personal y con algunos delitos prescritos. Personal, pero de puerta giratoria. Personal e intransferible.
El personal del PP es así. Y sus votantes, ni te cuento.
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[…] a través de Democracia a la española — apalabrado […]
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