El cuento de Susana Díaz

ovejas

Lo contó el abuelo Roberto a sus nietos, cansado de que sus hijos no lo escucharan, cuando cumplió setenta años de vida quemada. Lo contó sin mucho convencimiento, admitiendo que el destino de la humanidad es repetir errores y reciclar fracasos, pero también lo contó por la necesidad que tienen los viejos de aliviar sus conciencias.

El lobo come ovejas –dijo desde la butaca– porque sabe que se dejan comer resignadas. Las ovejas piensan que son como los pastos, que han nacido para ser devoradas, bien sea por el lobo, bien por el pastor que las guarda.

Abuelo –replicó la nieta, inquieta y sabionda– los lobos necesitan comer para no morir de hambre, al igual que los demás animales incluido el hombre.

No es la actitud del lobo la peligrosa, sino la indolencia de las ovejas al ser zampadas. El lobo aprende a cazar en la manada y las ovejas, en el rebaño, aprenden a ser cazadas. Esto quiero que aprendáis: las personas no han nacido para ser devoradas por otras que han aprendido a cazarlas. Desconfiad de quienes os prometen una vida feliz como rebaño, de quienes dicen ser vuestros pastores o vuestros guardas, pues serán quienes den las primeras dentelladas.

La hija de Roberto, que desde la cocina escuchaba, no entendía la fábula y salió hasta el comedor para que su padre se explicara. Ella sabía de la rebeldía de su padre, sabía de su carácter insumiso y protestón que lo había llevado a la cárcel en los duros años de la posguerra. Sabía, o más bien quería pensar, que aquello no había servido para nada.

Papá –le dijo para que recapacitara–, Franco ya murió. Ahora vivimos en democracia.

Sí hija, ya lo sé. La memoria todavía no me falla. Sé que habéis votado para presidenta a una mujer que se autoproclama socialista, que dice luchar por el pueblo y respetar la dignidad de su fontanero padre.

Entonces, ¿a que vienen tantos lobos y ovejas?, ¿a qué tanta desconfianza?

¿Veis lo que os decía? –Los ojos del viejo dialogaban con los nietos–. Susana Díaz, pastora improvisada, ha aprendido a cazar en la manada del PSOE con los jefes González, Chaves y Griñán. Vuestra madre, en cambio, –ahora miraba a su hija– ha aprendido a obedecer callada, a aceptar su destino de oveja encarrilada.

El voto es libre, votar al PP es lo peor y, además, votar a otros no sirve para nada.

Roberto calló su boca, no así su alma. Pensó en la jugada de Susana para sacudirse la izquierda con la que gobernaba, pensó en los resultados de las elecciones, en sus forzadas promesas de regeneración para pactar con la derecha Ciudadana y en el consejo envenenado de Rajoy para que repitiera elecciones. Pensó el viejo, y no se equivocaba, que Susana no era de fiar, que era loba consumada, que detrás de ella estaban la patronal y la banca, las insaciables jaurías que desde hace casi ochenta años en España mandan.

Pensó en su hija y en el inmenso rebaño que hicieron de Susana la más votada. Pensó que era inútil, que era utopía, esperar que las ovejas despertaran.

4 comentarios el “El cuento de Susana Díaz

  1. pika6 dice:

    Lo peor es que hay muchas ovejas que creen que son de derechas…
    Y además muchas no saben que Susana
    y Ana Botín son primas hermanas…
    Valiente tropa…

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  2. Bien es cierto lo que dices, pero la cara bovina, también es de Susana….

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