A pesar de la certeza de que el sol es el mismo para toda la humanidad, la evidencia muestra que no calienta ni alumbra de la misma forma para todas las personas. Toda clasificación (inclusión en una clase) tiende a visibilizar lo esencial y lo accesorio de lo clasificado atendiendo tanto a sus aspectos naturales como a los artificiales. Hay quien define las cosas en función de su esencia y quien opta por resaltar lo secundario. Lo mismo sucede cuando se define a las personas.
Todo el mundo coincide en que mujeres y hombres son seres humanos pero, al ser clasificados en los anaqueles del género, se tiende a explicitar el sello cultural impreso en la neurona social. Nadie es culpable per se de la educación recibida, pero sí responsable de adecuarla a una realidad mínimamente consensuada con la razón y el sentido común. Reproducir estereotipos y falacias no deja de ser una generalizada actitud cómoda e interesada.
Lenguaje, costumbres o creencias son hormas educativas de las que es sumamente complicado sustraerse, sobre todo para quien percibe comodidad en ellas y convierte en defensivo callo las presiones y rozaduras que puedan producir. Las hormas hacen percibir como normales deformidades, físicas y espirituales, que no lo son hasta el punto de que, si se dice de eliminarlas o sustituirlas, la oposición es feroz porque nadie reconoce su deformidad.
El debate feminismo/machismo es, tal vez, de los más antiguos de la humanidad. Unas exigen liberarse de la horma que las comprime, oprime y reprime y otros, reacios a aceptar su deformidad, defienden a ultranza su propia y exclusiva comodidad. La razón y el sentido común suelen quedar al margen en lo que se plantea como una batalla, una guerra que ningún bando quiere perder. Olvidada la esencia humana de las personas, los contendientes se pierden en lo accesorio, lo artificial, lo educacional, discutiendo sobre normas, sobre hormas.
Una certeza es que el sol calienta y alumbra al hombre con distinta intensidad que a la mujer. El sol laboral calienta más al hombre alumbrando el trabajo productivo y proyectando femeninas sombras sobre el trabajo reproductivo. El sol salarial reluce para la mujer un 20 ó un 25% menos que para el hombre. Y la tierra gira en torno al hombre reservando a la mujer el papel de satélite lunar para brillar con preferencia de noche en etapas crecientes y menguantes.
Es muy lamentable que este debate, en el siglo XXI, se mueva en la linea de adoptar por el hombre el objetable rol de sujeto objeto, tradicionalmente reservado a la mujer, o de que ésta adopte el impertinente rol de domadora social. El macho depila sus ideas y maquilla su naturaleza impelido por el consumo de la misma forma que la hembra identifica la sensibilidad con una falsa debilidad empujada por insoportables modelos neoculturales.
Mientras esto sucede como algo natural, las cifras de maltrato están ahí. Las 50 sombras de Grey educan en la sumisión. En la hostelería siguen tirando más dos tetas que dos carretas. Los insultos sexistas a una árbitra de fútbol, sancionados con 50 €, y la apología del maltrato machista en la grada del Betis degradan el deporte. La agresión del Cromañón Mario García a una mujer es una falta de vejaciones porque la justicia valora más una fractura ósea, delito de lesiones, que una puñalada trapera a la dignidad. Aun así, habrá quien sostenga que el debate de la igualdad no tiene razón de ser y que estamos bien como estamos.
En primer lugar mostrar mi mas absoluto respeto y apoyo en defensa de los derechos de la mujer
Esos planteamientos que tratan de menospreciar y degradar a la mujer revelan la falta de sentido común de la sociedad en que vivimos.
A nadie se le ha ocurrido pensar que sin mujeres, ¿quienes estarían poblando la tierra?. Bien es cierto que esto no hace sino demostrar la complementariedad entre hombre y mujer. Sin embargo la portadora de ese engendro es la mujer durante nueve meses, lo cual solo por ese hecho ya la hace acreedora del máximo respeto.
La continuación a esos nueve meses debiera ser cosa de dos, repartido al 50% en compartir obligaciones.
Desde el punto de vista profesional, he visto y vivido el maltrato a que en décadas pasadas era sometida la mujer por el hombre, el propiciado de mujer a mujer, así como el de hombre a hombre, por el hecho de tener una profesión que hasta entonces se consideraba exclusiva de mujeres. Peor que la jungla.
Allá por los años noventa se me ocurrió hacer la especialidad de matrón, hasta entonces exclusiva de mujeres.
Ahí comenzaron mis peripecias.en un mundo de relación dominante del hombre sobre la mujer. ¡Un tío como tú haciendo trabajo de tías!….»Trabajando en lo que OTROS se divierten.y después de nueve meses, recoger los restos de los polvos»
Recalco OTROS, porque daba la impresión de que OTRAS no se podían divertir.
Que suerte tienes que te puedes tirar a la que quieras…. compañera..
Raro era el día o la guardia que no terminaba en agrias y duras discusiones, especialmente cuando se trataba de trato con machos, aunque alguna hubo también con hembras, por defender el respeto a la embarazada.
Llegamos a situaciones tan degradantes como que a otro compañero y a mi nos despidieron, de forma sutil, de un hospital público, porque «El jefe de servicio de obstetricia no quería tíos en su servicio»……quería tías, no matronas, TIAS.
Estos hechos no fueron otra cosa que anécdotas por ser hombre en un mundo de mujeres.
En caso de haber sido mujer, se me consideraría con otra calificación consistente en eliminar la autoestima como mujer y como profesional ….eres una inútil, no tienes ni idea, etc.
Tipos como este debían ser denunciados y condenados por acoso psicológico continuado, laboral y sexual, cuando menos, impidiéndoles tener un cargo de responsabilidad.
A modo de anécdota ilustrativa sobre respeto este personaje, mantenía que una buena exploración ginecológica si no dolía no estaba bien hecha.
Lo más lamentable era, el maltrato que las propias matronas propinaban a las parturientas.
No eran infrecuentes frases del tipo «Hace nueve meses cuando te lo estabas pasando bien, no te acordabas de que soltarlo te iba a doler», o «Si no lo hubieras, hecho esto no te pasaría»
Nada me ha parecido tan ruin como esa forma de maltrato prevaleciéndose de la fuerza que da la superioridad por parte de la «supuesta profesional» en unos momentos que para la madre son preciosos, no amargos, , en el cual lo que necesita es ternura, comprensión y apoyo especialmente emocional
Sin embargo la práctica era propia del machismo que tratamos de denunciar y combatir.
Esto estaba sucediendo entre los años noventa y noventa y cinco, no en el paleolítico, aunque se asemeje.
Afortunadamente, por lo que sé, en buena medida estas prácticas han desaparecido, aunque con que quede un solo hecho de este tipo, es condenable.
Salud.
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Quizás en tu experiencia profesional se haya dado rienda suelta al bíblico «parirás con dolor» que ha estigmatizado y sigue haciéndolo a la mujer como sujeto reproductivo que porta el gen del pecado, una sutileza ideológica que ha causado gran daño y que ahora, con la LOMCE, se enseñará en la escuela pública para volver a poner a la mujer en «su sitio».
Salud
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No seas tan pesimista. Todo esto lo pueden solucionar en dos tardes el ministro de justicia y el alcalde de Valladolid.
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Y, si no, siempre quedará la Conferencia Episcopal.
Salud
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