En una sociedad fisgona, cotilla, chismosa y lenguaraz, una noticia de muerte por infarto gana enteros si pormenoriza deudas, amantes, delitos o pecados ajuntos al cadáver. Lo accesorio sobre lo esencial, el hábito sobre el monje, la realidad bajo el qué dirán, definen a una sociedad consumida en la hoguera de sus vanidades. Construir los principios, valores y normas que articulan la convivencia es tan imprescindible como inconveniente si su andamiaje no es de fiar.
La ciudadanía se asoma a múltiples ventanas para contemplar la realidad, cada una con sus peculiares cristaleras, cortinas y persianas elegidas en el mercado de la información. Prensa, radio y televisión sirven diariamente la realidad sin renunciar a elevar lo accesorio a la categoría de noticia y supeditan su supuesto servicio público a un crematístico servicio empresarial. Cada medio busca un público al que informar, conformar y deformar.
Independencia y compromiso son dos ventanas a pique de ser tapiadas en el acutal periodismo. Hoy, las empresas editoriales eligen el vestido para las noticias en los armarios que sus sostenes financieros, políticos y publicitarios ponen a su disposición. Orson Welles construyó un relato a partir de la carrera de Charles Foster Kane en la industria editorial desde el idealismo y el servicio social hasta la mera obtención del poder. Fue el ocaso del Cuarto Poder.
Cercenada la independencia por los ingresos, los medios arrastran su credibilidad por los suelos crediticios y publicitarios donde, con nítida evidencia, la propaganda intoxica las noticias. Diarios como ABC o El País, referentes de prensa partidista ideológicamente comprometida, han convertido la objetividad en opinión y propaganda. Así lo han ordenado sus inversores, es el deseo de sus anunciantes y así el gobierno lo demanda.
En un país donde la sospechosa mediocridad adorna el currículum de, por ejemplo, Fátima Báñez o Susana Díaz, la prensa dependiente centra sus energías en el currículum de quienes representan un peligro para el PP o el PsoE, para la banca en última instancia. Es el último ejemplo, uno más, de comportamientos de la prensa faldera que redundan en su propio perjuicio, un harakiri mediático. La realidad se escribe con dinero y se ofrece retocada con palabras.
El ciudadano Kane cayó desde lo más alto sin llegar a imaginar que la prensa caería al negro y profundo pozo cavado a sus pies por los poderes político y financiero. Ni en sus más delirantes sueños cabría la imagen de un kiosko con el Banco Santander presidiendo las portadas de todos los periódicos generalistas y sus respectivas cabeceras interpretando el papel de anunciantes. El 28 de enero de 2015 tuvo lugar semejante pesadilla.
La merma de lectores que sufren los periódicos tradicionales se produce por su propio fracaso como medios independientes y de compromiso social. A ello se suma la aparición de multitud de medios digitales que escriben a pie de calle y conectan con el público en la medida de su independencia a pesar de compartir anunciantes con los primeros. Por el momento, los medios más jóvenes ofrecen una perla, la de la pluralidad, que hace tiempo desapareció de los viejos y obsoletos medios que compaginan el papel y las pantallas.
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Qué artículo más lúcido para cualquier lector medianamente observador. Menos mal que las
deficiencias que se están notando en los viejos medios tradicionales están siendo suplidas por las inquietudes y el esfuerzo de digitales como Eldiario y Público y las cadenas Cuarta y Sexta. Vamos a ver si los Poderes no las afixian siguiendo instrucciones.
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Efectivamente, debemos prestar atención a medios –sobre todo digitales– que practican un periosdismo reconocible, aunque también tengan sus sesgos.
Tan lamentable es la situación que nos lleva a identificar a Cuatro y La Sexta como supuestamente progresista. En comparación con TVE, A3 o Telecinco, por no hablar de las autonómicas, lo parecen, pero nada más.
Salud
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