Mucho han cambiado las cosas. Ya no se ven trajeados candidatos, brocha en mano, sonriendo a las cámaras, rodeados de inconcicionales, adosando con engrudo carteles en los muros. Lejos quedan los tiempos de banderas como tentadores frutos colgantes en las farolas, de pancartas erguidas sobre el asfalto entre dos aceras y de megafonías rodantes machacando estribillos. Las campañas electorales del siglo XXI tienen el formato cotidiano de titular de prensa, ladino y desaprensivo.
La crisis, tragedia clásica con introducción, nudo y desenlace, lleva dos legislaturas (8 años) copando los carteles electorales al servicio de los cárteles electorales. Bajo la máscara de la crisis, la estafa ha cumplido, con holgura y satisfacción, los objetivos de sus muñidores. Su presentación, a cargo de etéreas agencias de calificación, dibujó una falsa tramoya de culpa y pecado en la platea ciudadana y el determinismo decoró el escenario.
El nudo, interpretado con realista crueldad por el elenco neoliberal, ha supuesto para el atónito público la pérdida de sus butacas y la incautación de las entradas pagadas. Desde su palcos, los productores teatrales han supervisado, entre suspiros de placer, la implacable pérdida de derechos por parte de los paganos, sordos a los ayes de cazuelas y gallineros, a salvo de los mosqueteros. Desplumado el pueblo, el drama toca a su fin.
El desenlace, el objetivo de la estafa, lo ha anunciado Oxfam Intermón: en 2016 el 1% de la población será más rico, en dinero, que el resto de la humanidad. Acaba la función, cae el telón, se apagan los focos, se hace caja, se reparten beneficios y el teatro se prepara para la siguiente función. Ya ha anunciado Rajoy que la obra, su obra, ha terminado con un feliz final pasando por alto que España es el segundo país con mayor desigualdad social de Europa. Objetivo más que cumplido.
Vuelven a lucir las candilejas que iluminan la farsa electoral programada para dar apariencia de democracia y libertad a la salvaje dictadura del capital. Sin carteles ni pancartas, los cárteles hacen campaña a favor de sus actores como pago a los servicios prestados. El FMI, tras amenazar a Grecia con la ruina, ¡como si no llevaran años en ella!, eleva el crecimiento de España al 2%, un crecimiento de las élites financieras y empresariales, aquel 1%, que supondrá el decrecimiento del otro 99%. Como diría De Guidos, cualquier miserable salario es mejor que no tener trabajo.
Los medios de comunicación, a falta de campañas al uso tradicional, se deshacen en elogios hacia indicadores económicos trucados por agencias de calificación y estafadores mercados. No faltan declaraciones de banqueros y empresarios alabando las políticas que les han beneficiado y a los políticos que las han perpetrado. La realidad, en cambio, hace campaña por su cuenta mostrándose tal como es, sin disfraces, y señalando a los resposables.
La ciudadanía, nominal pueblo soberano, tiene a la vista convocatorias para decidir si quiere volver a ver la misma obra o cambiar de teatro, de actores y escenario. PP y PsoE sólo saben interpretar un único libreto con la misma presentación, idéntico nudo y similar desenlace, aunque muten los actores, los focos y el decorado. Tras los atriles, ante cámaras y micrófonos, sobre tribunas, en los diarios, quedan ridículas y obsoletas sus dolosoas diatribas entre sus mentiras y sus escándalos.
El guión de estos personajes es este o parecido.
Prometer hasta meter, y una vez metido nos olvidamos de lo prometido.
En nuestras manos está cambiar de compañía
Salud
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Estos personajes son más de malmeter, como demuestran cada día llevándose la Palma eso que fue presidenta de la Comunidad de Madrid y que responde por Esperanza Aguirre.
Esperemos que salte la sorpresa y no sean capaces de obtener mayoría ni juntándose PP y PsoE.
Salud
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