Una trama de suspense se caracteriza por la sucesión de acontecimientos inesperados y por una difusa caracterización de los buenos y los malos. A la angustia provocada por la matanza de París le siguen momentos de tensión e intriga que, por desgracia, la ciudadanía parece condenada a aceptar como parte del guión de su vida cotidiana. Como sucede con las cadenas de TV, obligadas por la industria del cine a repetir malas películas de serie B, la sociedad tiene que soportar pesadillas de forma cíclica sin posibilidad de cambiar de canal o apagar la tele.
Si, como dicen los próceres de las democracias, el objetivo del terrorismo es acabar con el sistema de libertades, se puede afirmar que las inmundicias del kalashnikov lo han conseguido. No se trata de que cuatro descerebrados, sin fe ni dios que la sustente, hayan invadido el continente europeo o derrotado a los demonios de la OTAN. Se trata de que las libertades democráticas vuelven a ser las víctimas, pero a manos de los presuntos buenos de la película.
El guión del terror yihadista es un guión de producción casera en el que cobardes alimañas muestran su capacidad para golpear los débiles cuerpos de dibujantes desarmados o indefensos viajeros de tren. Una hazaña sin honor digna de balandrones niñatos adictos a la ceguera que se dispensa en cualquier templo de cualquier religión. Una secuencia repetitiva de los golpes que se intercambian los actores del drama bélico global en los cuerpos de sus ciudadanos.
La película continúa y, a la sinrazón de los malos, le sigue la nada razonable respuesta de los buenos que, dicho está, se apresuran a golpear a la mayoría de los suyos que ha resultado indemne del atentado. Le Pen ha puesto sobre la mesa su propia yihad pidiendo la suspensión de Schengen y la criminalización de todo aquel que no tenga su color de piel e ideológico. El resto de los buenos moderados han sacado el bisturí dispuestos a amputar las libertades democráticas.
Cada atentado yihadista sirve de excusa, como parte del guión, para recortar libertades que resultan casi tan incómodas para los poderes occidentales como para los comandos de la ceguera. Sucedió tras lo de las torres gemelas, lo de Atocha o lo del metro de Londres. Todos los atentados son realizados por animales de imposible control y utilizados sistemáticamente por los gobernantes para justificar sus pulsiones limitadoras de libertades y sus ansias de control social. Y son los buenos.
¿Qué ha movido al caricaturista “Willem” a declarar que “Vomitamos sobre toda esta gente que ahora dice que son nuestros amigos”? Es lo que pasa cuando se asiste a la demostración de hipocresía escenificada en la manifestación de París, cuando se percibe con fundamento que los nuestros no acaban de encajar en el papel de buenos de la película. Los nuestros están dando la razón a los malos rematando la faena como no deben.
No han hecho falta atentados para que el Partido Popular criminalice las protestas en España, para que aparte a los jueces de la autorización para espiar teléfonos o para que perpetre la Ley Mordaza. El atentado a Charlie Hebdo es suciamente utilizado para rescatar sus viejas aspiraciones totalitarias de control sobre las redes sociales y para santificar la inhumanidad instalada en las vallas de Ceuta y Melilla. Le Pen y Le PPen quieren más, con o sin atentados. En muchos aspectos, sus intenciones programáticas también son terrorismo. Miren si no cómo sus propuestas y sus prácticas económicas matan y destrozan vidas. Definitivamente, han ganado los malos. Todos ellos.
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Quién nos cuenta la historia?. … y no nos dejan pensar, ni escuchar la del otro!
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Hay historias que hablan por sí solas, otras que hablan más de la cuenta y otras que son silenciadas. El pensamiento único tiene eso, una única historia para no ser pensada ni contrastada.
Salud
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Francia falló en el control de los terroristas (que tenía controlados) y ahora lo tenemos que pagar todos con recortes, más, de nuestras libertades. Los malos siempre ganan todas las guerras, los buenos solo alguna batalla.
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Así es. En todas las guerras siempre pierden quienes están al margen, o incluso en contra, de su génesis y en las guerras 2.0 son más terribles los daños colaterales y el fuego amigo que los episodios concretos tradicionales.
Salud
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Hay algo que no cuadra, que huele mal en todo este asunto.
¿Cómo se puede afirmar que los encapuchados son quienes nos dicen que son?. ¿Porque «se dejaron» un documento de identidad en el coche?. Es como cuando las torres gemelas, que «se dejaron» un pasaporte o en Madrid, un Corán, ¿Tan tontos son los terroristas, que siempre se «olvidan» algo que los pueda indentificar?. Vamos, hombre, con ese hueso a otro perro.
Por otro lado, como ya es habitual, los políticos marionetas, fieles perdigueros de intereses oscuros, aprovechan la macabra ocasión para dar una vuelta de tuerca más hacia la involución.
Creer que porque se controle o coarte internet,móviles o nuestra libertad evitará que sigan habiendo salvajadas es de tontos ¿O es que se creen que los asesinos van a ser tan estúpidos de seguir utilizando las redes si saben que están contoladas?. Esto es un insulto a la inteligencia.
Los presuntos buenos, los que dicen «protegernos por nuestro bien» y sus explicaciones cada vez son menos creíbles…
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Hay saturación de malas películas y peores guionistas que ya hacen dudar hasta de la salida del sol. En España tenemos el ejemplo del 11M y la casete de la Orquesta Mondragón, una chapuza a la altura de lo que se conoce como el cine español o españolada.
Lo único que aporta visos de certeza es que los recortes de libertades y de otro tipo provienen de la chusma neoliberal que insistentemente busca cualquier escusa para volver al totalitarismo del pensamiento único, el mismo objetivo de quienes nos presentan como los malos.
Salud
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Lo que nos deja en las temibles manos de los atentados de falsa bandera u «ops negras», largamente estudiados desde http://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_Northwoods
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Así lo dice Paul Craig Roberts, nada sospechoso de comunista o anarquista y gran conocedor de las cloacas de la Casa Blanca.
http://www.voltairenet.org/article186453.html
Salud
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