La literatura utiliza los espejos como recurso narrativo para explicar realidades supeditadas a interpretaciones personales de lo colectivo, a la conjetura, a la especulación. Las personas tienden a observar la realidad con lentes porque sospechan de sus propios ojos cuando lo percibido no se ciñe a sus antojos. Este vicio social se adquiere desde la holgazana costumbre de cambiar el cristal con que se mira, actitud más cómoda que cambiar la realidad cuando disgusta.
En cada hogar español hay un espejo al que ya no se pregunta quién es la más guapa porque la fealdad de la vida se asume como si de la propia piel se tratara. El maquillaje de ficticia opulencia de hace unos años se ha desvanecido y el espejo sólo refleja rostros cárdenos por la escasez y arrugas de vacíos bolsillos en el mejor de los casos. La realidad es la cantinela de penuria que contaban los abuelos y la madrastra ha hecho emigrar de su reino, una vez más, a Blancanieves.
Sin que nadie le interpele, el gobierno asume el papel de espejo y repite obstinadamente que España es de nuevo la más guapa del mundo, la envidia del universo. El trucado espejo del PP insiste en responder que el país se ha recuperado y que no hay que mirar la lividez cadavérica de la economía doméstica sino la sonrojante lozanía del IBEX 35. En el cesto, la manzana envenenada de la banca destella entre las corruptas manzanas del gobierno y la oposición.
Parte de la ciudadanía, consciente de que el espejo engaña, ha decidido traspasarlo para ver con sus propios ojos cómo es esa realidad. Al igual que Alicia, ha descubierto que al otro lado del espejo las cosas funcionan del revés: el pueblo rescata a la banca a costa de su privatizado bienestar, la creación de empleo se reduce a pan para hoy y hambre para mañana y los derechos caminan desde adelante hacia atrás.
Los sueños son realidades inexistentes que dan forma a la vida cotidiana. Alicia nunca supo si la experiencia al otro lado del espejo fue su propio sueño o el del Rey Rojo, un matiz que separa la placidez onírica de la pesadilla. El sueño del salario justo y del trabajo como derecho fue hecho realidad por los españoles, una pesadilla para la patronal. Hoy, las reformas laborales cumplen el sueño de la CEOE y convierten en pesadilla la vida del trabajador.
La democracia establece que las urnas han de reflejar la voluntad popular y así lo entendía la ciudadanía cuando votar en España era una utopía prisionera de un régimen militar. Muerto el perro, el pueblo se lanzó a las urnas con ilusión adolescente para descubrir poco a poco que el cristal donde se deposita el voto devuelve grotescas imágenes, como los espejos del callejón del Gato en Luces de Bohemia. La voluntad popular no se refleja en el espejo del bipartidismo.
Las urnas son espejos deformantes que devuelven al electorado la imagen del FMI anunciando que la vejez es un riesgo financiero, que la dignidad es un lastre para crear empleo o que la baja laboral convierte al trabajador en herramienta desechable. Las urnas son espejos a los que cada vez menos gente opta por asomarse porque mienten, manipulan y deforman la realidad. A este punto han llevado a la democracia los viejos y decrépitos cristaleros del PP y del PSOE. No trae mala suerte romper un espejo y cambiarlo por otro nuevo. Mala suerte es resignarse al espejismo.
El trucaje de los espejos también lo realizan órganos judiciales que insisten en la falta de pruebas contundentes para condenar a quienes saquean las arcas públicas. Ahora por fin ha salido a la luz un caso sangrante como el de los Pujol, que llevaba más de veinte años refugiado en los juzgados y sin comisiones de investigación.
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La justicia es un laberinto sin espejos donde el minotauro corretea mientras se le ofrecen a diario sacrificios humanos para aplacar su ira. Ése parece ser el afán de los poderosos y el destino asumido por los sacrificados.
Salud
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Nada es verdad, casi todo mentira dependiendo del crista con que se mira, cristal o espejo de buena fábrica traslucen o reflejan la cruda realidad, una realidad descarnada que deja secuelas diversas en quienes la padecemos, desde el encabronamiento creciente que veremos donde llega, hasta quienes aceptan la sutuación con la desesperanza de los sumisos. El gobierno por su parte, jugando con espejos trucados que deforman la realidad de un país tocado por una deuda inasumible, por unas cifras de paro manoseadas pero fuera de órbita, por una corrupción inenarrable en el estamento político y gubernamental, para ocultar esta realidad no hay suficientes espejos, ni juego de cristales que provoquen espejismo alguno, la realidad es patente en todos y cada uno de los rincones del país.
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No obstante, el espejo de plasma parece encandilar a un buen número de ciudadanos que seguirán votando más de lo mismo.
Salud
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