En el Nueva York de El Padrino, la Mano Negra extorsionaba a los comerciantes ofreciendo «protección», pero en realidad les cobraba dinero a cambio de no hacerles daño. En la España del siglo XXI, un rey, un anacronismo, se dirige a sus súbditos para anunciar su abdicación y decir que “el príncipe -su heredero- representa la estabilidad”. O sea, que si no hay rey habrá inestabilidad. O sea, o su hijo o el caos. O sea, eso es lo que hay: la Real y parlamentaria democracia.
Desde que la derecha española se deshizo de complejos, incluido un PSOE de “profundas raíces republicanas”, el mantra de la estabilidad ha sido el flotador de un régimen heredado de quien impuso al país, manu militari, cuarenta años de estabilidad. La misma derecha reescribe la historia rebajando la dictadura militar del general Franco a régimen autoritario y cargando las tintas en la inestabilidad que supuso la II República. Discutible. Para esta derecha, como para Goebbels, «Si una mentira se repite las suficientes veces, acaba convirtiéndose en la verdad». Y no paran de repetirlo.
Inquieta escuchar del aún Jefe del Estado tan sutil y subliminal mensaje. La estabilidad política califica situaciones exentas de graves crisis y cabe preguntarse si España no vive un momento de grave y prolongada inestabilidad. Los mercados han provocado una metástasis social que no afecta al tejido cortesano y palaciego. La corrupción, incluso la que afecta a la familia real, se ha enquistado. Los súbditos están (estamos) siendo esquilmados. ¿Y le llaman estabilidad?
El rey, tal vez, ha comprendido que si el pueblo se echa a la calle, y lleva unos pocos de años haciéndolo, la estabilidad de su trono, su cetro y su corona peligra. Tal vez ha comprendido que si el pueblo da la espalda a sus partidos de cámara, como ha ocurrido en las pasadas elecciones, su figura se vuelve vulnerable, inestable. Tal vez ha comprendido que la historia es cíclica, persistente, y los fantasmas de sus ancestros le aconsejan tener el equipaje presto y próximo a una veloz calesa.
Hay inestabilidad en hogares, en centros de trabajo, en hospitales, en escuelas, en la calle, y la monarquía parlamentaria se ha tornado autoritaria, por decirlo delicadamente. Los herederos del general han provocado heridos en una guerra donde las únicas armas son empuñadas por funcionarios del estado. Vuelven a poblarse las mazmorras de presos políticos como Carlos, Carmen y decenas de personas cuyo único delito es ejercer la libertad de expresión y otros derechos constitucionales.
Hay inestabilidad social en colectivos tradicionalmente acosados por otro histórico y fiel aliado de los poderes absolutos, el clero. Las mujeres vuelven a sufrir el apremio de arzobispos, cardenales y del Justicia Mayor del reino, para procrear y ser sumisas, para enclaustrarse en sus casas. Se vuelve a perseguir la homosexualidad mientras alguno de sus detractores abusa de menores impunemente. Y se vuelve a implorar la ayuda divina para paliar el hambre provocada por humanos.
Lo último, botón de muestra de la inestabilidad que sacude a España, es la represión de ideas, la censura practicada en diferido sobre un medio de comunicación como El Jueves. Se ha censurado un dibujo, una viñeta sin palabras, una metáfora de lo mal que huele esta monarquía parlamentaria. Un chiste no debía estropear el paseíllo y vuelta al ruedo de un monarca, ése ha sido el delito.
El rey ofrece a sus súbditos “su estabilidad”. ¿Y si éstos no quieren? ¿Y si prefieren votar, decidir? ¿Serán dañados como cada vez que han rechazado a una monarquía y preferido democracia? Tal parece que las críticas a la monarquía y a la iglesia respondan a un contubernio para acabar con el medievo. Como se exclama en España, ¡Me cachis en los mengues! O, como exclaman en Italia, ¡Porca miseria!
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Lo de «me llena de gozo y profunda satisfacción», no es cierto, ni salido de mis teclas, ni de las cuerdas vocales del monarca, ha sido una alusión al hastío del manido discurso real. Salud y República.
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«Los mercados han provocado una metástasis social que no afecta al tejido cortesano y palaciego». No puedo mas que estar en desacuerdo con ello, me llena de gozo y profunda satisfacción no acordar con mi admirada Vero. Lo malo es que hay tajo para desarrollar la idea de mercado, mercado es un todo, capitalismo salvaje, juego subterráneo, especulación con vidas y haciendas, compra de voluntades entre las cuales está ese entramado de políticos, banqueros, Iglesia, facción del ejército, etc, en la cabeza de esta trama, no por que sea el mas apto si no por que en todas partes hay representantes, la Corona, no es casual que la reina Sofía frecuente el grupo Bildeberg arcano de los mercados y manejador de crisis. La metástasis no está en la sociedad, mas bién en quienes la están vejando y ahora traicionando con el trágala de la sucesión dinástica en la monarquía fabricada por un dictador.
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Es exactamente lo que digo. Son los mercados, tal y como los entiendes, quienes provocan un cáncer que afecta a la mayoría de la población siendo ellos, los mercados, inmunes al mal que desatan. La metástasis es lo que la ciudadanía está sufriendo en lugar de padecerla quienes originan las células cancerígenas.
Salud
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