Otra vez la guerra

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Un paseo por la historia advierte de la guerra como tenaz agente de dinamización financiera y eficaz depurador ideológico. Toda guerra se nutre de individuos dispuestos a sacrificar su pobreza personal y sus propias vidas a cuenta de la gloria y el interés de los estrategas. Nunca se expone el motivo real de una matanza y siempre se recurre a justificarla en nombre de estirpes, riquezas, ídolos o fronteras, resultando así todas las guerras justas para quienes las provocan y rentabilizan y santas para quienes las bendicen y exaltan.

El viejo negocio de la muerte se impone, siglo a siglo, en todo el mundo y puede considerarse la primera y principal actividad económica globalizada. Su éxito se fundamenta en la sencillez de sus mecanismos desencadenantes y la alta rentabilidad de sus consecuencias para sus promotores. Basta desatender las necesidades básicas de la sociedad y señalar un culpable tangible, un enemigo accesible, para desencadenar una lucha a muerte, una guerra, una sinrazón, una barbarie.

La primordial ocupación de los mercaderes de la muerte es señalar culpables de la angustia social por ellos provocada y presentarlos como enemigos cuya derrota nunca ha sido ni será satisfactoria. Conocedores de su tropa, marcan como enemiga a otra tropa más débil y competidora en insatisfacciones, no al ejército del poder que detiene los sístoles cotidianos. El enemigo de un pobre siempre será otro pobre, nunca el rico que se antoja invulnerable.

La geografía bélica tiene en Europa su mapa más herido y cicatrizado. Puede afirmarse que Europa es el laboratorio bélico del mundo por antonomasia, debido a la tradición aristocrática, religiosa e imperial que ha llevado a sus pueblos a guerrear sin pausa dentro y fuera de sus fronteras. Los europeos son históricos enemigos de sí mismos –bien lo saben chinos, rusos y americanos– y, en tiempos de paz interna, enemigos de lo externo.

En el siglo XXI, el marketing de guerra se ha fijado en la idea vigente del estratega y filósofo chino Sun Tzu (544-496 a. C.): “el supremo arte de la guerra es doblegar al enemigo sin luchar”. El pueblo es el enemigo, el obstáculo para que el capital se concentre de forma absoluta en apenas cien bolsillos de la lista Forbes. La crisis/estafa ha agudizado el hambre y la pobreza hasta la desesperación y se están señalando culpables para cuando el pueblo expoliado diga de empuñar armas.

El norte de la brújula bursátil mira y ve a los vecinos del sur como enemigos a mano que disputan las migajas, cigarras holgazanas que danzan y cantan tañendo con dolor y lástima los instrumentos de su escasez y pobreza. A los europeos del sur, acosados por los del norte, se les presentan otros enemigos venidos de, más al sur, tierras colonizadas, empobrecidas y esclavizadas, a disputar directamente el hambre y la sarna.

Negocio redondo es acumular riqueza, fortificar fronteras, unificar creencias, asentar estirpes y vender armas, esos productos útiles sólo cuando matan. La guerra tradicional, artesanía del terror, horror manufacturado, es la guinda del pastel macroeconómico en un mundo que invierte en armamento más que en salud y cultura, porque un pueblo culto y sano no es pueblo para las armas.

Se ensayó en Yugoslavia cuando la pobreza de Europa se veía ajena y lejana; ahora, con ella bajo la almohada, todo preparado para una nueva explosión de dinero y muerte, se prende la mecha en Ucrania. Ya viene, se acerca amenazante, la guadaña. Y España, mientras tanto, ¡maldita idiosincrasia!, agita enemigos interiores cuando aún están por enterrar las víctimas de su última mortal campaña.

8 comentarios el “Otra vez la guerra

  1. aj dice:

    Magistral. Sigo aprendiendo. Gracias

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  2. Elvira dice:

    Qué aire pesimista tiene tu post y, sin embargo, qué verosímil lo que auguras, por desgracia. Los del Sur nos hemos atizado a gusto, sin ayuda de nadie, desde luego, pero ahora, esta crisis de genuino acento anglosajón, nos está machacando a placer. A ellos les encanta sañir en la prensa como los más ricos del mundo. Me pregunto qué hará un ser humano normal con 40.000 millones de euros en su poder. Un ser humano normal, digo; no me refiero a Billy Gaitas ni al ciudadano Slim. En fin…

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    • Verbarte dice:

      No se trata de preguntarse qué hacen cuatro personas, sino qué hacen ese uno por ciento de la humanidad, no ya con el dinero, sino con el sistema que provoca tanta desigualdad y tanta muerte.

      Me tengo que se trata de son personas abducidas por el poder y el dinero con una dependencia y una abyección propias de cualquier yonky de metro. Hay que estar muy enfermo para provocar esto que vivimos en carnes ahora, pero que llevan sufriendo en el llamado tercer mundo desde siempre.

      Salud

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  3. John Lessone dice:

    Todo por el gas, todo por la pasta

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    • Verbarte dice:

      El gas y muchas otras cosas se están convirtiendo en armas empobrecedoras. Tras la pobreza acechan el hambre y los riesgos sanitarios. Un polvorín.

      Salud

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  4. Con la «revolución» de Ucrania se las prometían muy felices. No me explico cómo esos grandes estadistas no previeron que a Putin no le iba a hacer ni putina gracia. Y a ver quién es el guapo que le levanta la voz. Como siempre, el pueblo pierde. Saludos.

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