“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
Bertolt Brecht
Sin anestesia, amigo Juan: tú no has muerto. Por mucho ataud, coronas de flores, esquelas y demás parafernalia que te acompañe hoy, tú no has muerto. Tu cuerpo quizás haya dejado de acompañarnos para siempre, tal vez no te pongas nunca más al teléfono, probablemente tus brazos dejarán de estrechar mis hombros como hacías siempre, pero no has muerto. Mis oídos te siguen escuchando, tu figura continúa conduciendo mis pasos y tus brazos siguen fundidos a mis hombros desde no recuerdo cuándo.
No llegué a conocer a Cervantes, ni a Picasso, ni a Lorca ni a Leonardo, ni a Chaplin, ni a Albinoni ni a Buñuel, ni a Zambrano, ni a tantas personas que, como tú, moldearon mis ideas y mi persona. Así que ya lo sabes, compañero, si tanta gente desconocida ocupa a diario mi vida es porque viven, porque han sido capaces de darle un significado a la vida más allá de lo tangible. Y tú, una suerte en mi camino, has perfilado y rematado una parte muy importante de lo que hoy soy.
Que sepas que he estado hoy con los tuyos, porque no soy la única que ha mamado de tu cerebro y de tu corazón, diciéndote “hasta siempre camarada”, con el orgullo de saber que formas parte sustancial de nuestros pensamientos y de nuestras convicciones. No te preocupes si quedan cosas sin acabar de las que tú siempre has deseado mejorar; la partida continúa y sobre el tablero seguimos moviendo piezas. Tú nos has enseñado que el ajedrez social es una partida sin principio ni final, un camino que se hace al andar.
Tu camarada Rafael, otro más en mis entrañas, dejó escritos unos versos que reflejan mi ánimo de hoy: “Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie / que es nadie la muerte si va en tu montura. / Galopa, caballo cuatralbo, / jinete del pueblo / que la tierra es tuya”. Poesía y música, camaradas y amigos, Rafael y Felipe, el amigo Felipe. Son parte de lo tuyo, Juan, de lo tuyo y de lo mío, de lo nuestro, y tampoco piensan que hayas muerto porque ahí siguen, desafiando al tiempo.
Ya ves, amigo y compañero, que ni la tristeza me ha embargado, como dicen, ni el llanto me ha roto: es alegría lo que siento. Alegría de saber que ahí sigues, en la memoria universal, como un hombre que lo da todo sin pedir nada a cambio, que hace de su vida un cuartel solidario y que lucha contra la injusticia en el tiempo y el espacio. Amigo, compañero, hermano: tenemos una cita a mediodía en la taberna donde nos esperan unos ochos y unos vasos. A tu salud.
Bueno, he de dejarte por ahora, como siempre con prisas y recados, pero seguiremos viéndonos todos los días, todas las horas, incluso cuando el reloj no da tregua ni descanso. Hasta siempre Juan, hasta la vista.
Y ya lo sabes: Salud y República.
Me uno al reconocimiento a Juan Luna. Y a tu texto y los comentarios anteriores, un mensaje que intuyo directo, rápido, sin elaborar y a pesar de ello cálido y de gran calidad y fortaleza.
Saludos.
Me gustaMe gusta
Como he comentado más abajo, sentimiento a vuela tecla.
Salud
Me gustaMe gusta
Ya van quedando pocos de los luchadores de primera línea de fuego, los íntegros, los auténticos, los valientes, los que corrieron riesgos de verdad, los que se la jugaban sin vacilar, los históricos, a ellos se lo debemos todo y a ellos debemos honrar, cuando dejemos de hacerlo estaremos perdidos, no tendremos nada, no seremos nadie, y nuestro futuro será gobernado solo para la futilidad.
Me gustaMe gusta
Quedamos quienes fuimos su siembra y hemos de continuar el camino abierto por ellos y ellas.
Salud
Me gustaMe gusta
Aunque no te haya embargado la tristeza ni el llanto, por mucha alegría que digas que sientes,
te ha salido una elegía por Juan Luna. Una elegía esplendorosa.
Me gustaMe gusta
Puro sentimiento a vuela tecla.
Salud
Me gustaMe gusta