Tras recibirlo Obama en 2009 y la Unión Europea en 2012, el Premio Nobel de la Paz se ha precipitado por el desagüe del descrédito social. Premiar al presidente de la nación que más guerras promueve, del país que sitúa las armas en lo más alto de su escala de valores, fue un desatino, una bofetada a dos manos en el rostro de la Paz. Premiar al continente que ha exportado la guerra a los otros cuatro y cuya historia es una milenaria sucesión de batallas y guerras internas y externas, ha sido un traspiés de la Academia Sueca, una nefasta evidencia de que el significado de la palabra “Paz» ha sido adulterado.
Las guerras han tenido y siguen teniendo dos pilares básicos, el económico y el religioso, endiabladamente complementarios entre sí. Las guerras, desde el siglo XX, se han perfeccionado hasta el punto de que la muerte y la destrucción se ceban casi exclusivamente en la población civil, lo que no autoriza a considerarlas civilizadas, sino todo lo contrario. Los estrategas modernos no mueven miniaturas militares sobre maquetas ni dibujan los avances del horror sobre mapas. Hoy las guerras se diseñan en Wall Street y los generales manejan gráficas y cotizaciones de bolsa.
Desde hace décadas, se ha creado un embudo mediático para inculcar a la población la idea de que lo realmente inhumano es el empleo de armas químicas, como si una bala, una mina, un obús, un misil o un machete sobre el corazón humanizaran la muerte. El holocausto nazi ha relegado a la tercera plaza del horror la bomba de Hiroshima o el agente naranja de Vietnam, mientras la moral occidental reserva el segundo escalón a esas armas de destrucción masiva que, en manos infieles, suponen una amenaza para toda la humanidad.
Un paseo por el mercado de la muerte al por mayor permite comprobar que los amos de la industria bélica son países que apenas soportan guerras en sus territorios: Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Reino Unido, China, Países Bajos, Suecia, Italia, Israel, Ucrania y España. El mundo civilizado comercia con la muerte y necesita que este mercado esté activo porque, entre otros daños colaterales, contribuye a empobrecer al resto de la humanidad que participa en la silenciosa guerra de la especulación económica global. Guerra, petróleo, pobreza y beneficio son los nuevos Jinetes del Apocalipsis.
Otra vez la guerra asalta la vida cotidiana, ahora en Siria, otra vez los demonios y los ángeles de la muerte, otra vez el olor del petróleo y el brillo del oro, otra vez la sangre inocente y los errores divinos, otra vez las vestiduras rasgadas y los sepulcros blanqueados. La ONU, esa conciencia mundial devaluada, investiga el uso de armas químicas sin importarle las miles de muertes provocadas de manera artesanal ni la procedencia de las herramientas empleadas por los matarifes. La ONU se pierde por el mismo desagüe que el Nobel de la Paz.
Los países que creen en el dios verdadero han decretado el llanto general ante la barbarie de los países atrapados por falsas doctrinas de inciertos dioses. Como en Corea, Vietnam, Camboya, Afganistán o Irak, los mercaderes de armas salvarán al pueblo sirio con fuego amigo, tan mortal o más que el enemigo, derribarán un régimen asesino, contribuirán a la democratización del país, recogerán beneficios y volverán a vender tecnología militar a las facciones que surjan allá cuando se retiren los salvadores. El negocio estará hecho y la lista de espera de nuevos escenarios bélicos ofrecerá un nuevo país en tanto que Siria se recupera.
Cada vez son más las personas que asumen y propagan el mantra de que las guerras, al igual que la codicia, son inherentes a la naturaleza humana. Millones de personas en el mundo luchan contra la codicia y la muerte, buscando un mundo mejor, pero son calificadas por la sociedad acomodada como utópicas o perroflautas en un ejercicio de cinismo que lava su conciencia con agua sucia y contaminada.
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Tirad de la cadena del retrete del Sistema, apesta a mentiras y sangre…
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Me da que ni mil cisternas serían capaces de arrastrar tanta inmundicia.
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Ni premios Nobel, ni democrácias, (vaya devaluación del concepto democracia) ni gobernantes de unas u otras naciones en el bando que estén, están limpios de la corrupción que viene de los grupos inversores que son los que realmente dirigen el mundo, el petróleo, las materias primas, la geoestrategia, no son mas que elementos que influyen en la cuenta de resultados, con los políticos no hace falta escracharlos, se vendieron en el momento de aspirar al cargo. La población civil en Siria, como en Irak o en Libia, no se refleja en la cuenta de resultados, por lo tanto desechable, que sufre, es lo suyo, además es lo mas barato y se reproduce facilmente.
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Eso es: la política al servicio de la economía mafiosa que domina el mundo.
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Y otra guerra que obtendrá resultados humanitarios y democráticos tan «impecables» como en Afganistán o Irak. Vergüenza.
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Y buenos dividendos para la industria del armamento.
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