El presidente de la nación no habla, no dice nada, calla y gobierna de espaldas al pueblo que lo votó y al que no lo votó. Omertá en La Moncloa. Alambradas de silencio protegen al presidente de los peligros que las palabras encierran cuando se utilizan de forma trivial y apresurada y su defensa ha sido asumida por una guardia pretoriana de cargos de su partido encabezada por los lenguaraces González Pons, Floriano, Rafael Hernando, Alfonso Alonso, De Cospedal o Sorayita.
El PP en pleno es rehén de sus actos contables, de la lengua de papel que ha soltado su extesorero, y no quiere que Rajoy sea prisionero de sus propias palabras. El código de silencio ha sido aplicado al presidente por su propio partido con prácticas mafiosas como la pantalla de plasma, las ruedas de prensa sin preguntas, la burda manipulación de RTVE y la negativa a que comparezca en el Congreso para explicar hasta dónde le cubre el fango. La famiglia popular no acaba de fiarse de una persona que no entiende su propia letra, de una persona que no sabe cuánto gana realmente, de una persona acostumbrada a leer lo que otros le escriben, de una persona que luce más callada.
En el PP hay lenguas dispuestas a darlo todo por el partido. No les importa arrastrarse por el ignominioso lodo de la manipulación ni por el oprobio de la mentira, es la misión de la militancia ciega. La hemeroteca alberga puyas y argumentos, de cuando eran alternativa de gobierno, suficientes para armar a la oposición en estos momentos de silencio. No les importa el espectáculo que están dando porque más grave y funesto que mentir, como han hecho con su programa electoral, no hay nada. Han hecho de la rutina costumbre y de la costumbre hábito.
El coro lenguaraz sabe que el país entero y parte del mundo prestan atención a uno de los casos de corrupción más graves de la historia por su calado y su dilación en el tiempo. Saben también que el caso Rajoy (Bárcenas) es un ruido precioso y preciso para que no se hable de la corrupción ideológica que suponen todas y cada una de las reformas del gobierno. Saben que sobres y donaciones harán caer al gobierno tarde o temprano, pero no renuncian a destrozar su país en favor de empresarios y financieros que tendrán motivos más que suficientes para premiarles después de su caída como lo han hecho para llegar al poder. La caída no es dura si se hace sobre el mullido sillon de un consejo de administración.
La omertá envuelve a Rajoy y las lenguas viperinas, que las hay muy cualificadas en Génova, son las únicas que hablan claro de sus propias intenciones. En Moncloa, el olor a cadáver es fuerte y por ahora el único fiambre detectado es la cabeza de caballo que Aznar y Aguirre han metido en la cama de Rajoy, una cabeza de caballo que habla, más que el presidente del gobierno, de las verdaderas intenciones del PP respecto al país. La lucha entre los clanes peperos se ha desatado y la víctima es la ciudadanía, lo público y las libertades cívicas.
El sector lenguaraz y las lenguas viperinas libran una refriega dialéctica para conservar el poder a marchas forzadas y el reto es difícil. No sólo se trata de hacer que el gobierno dimita, sino, lo más importante, de evitar que sea sustituido por otro más nocivo. España debe demostrar con sus votos que no acepta la corrupción, ni la partidista, ni la política, ni la ideológica. Hay alternativas. La abstención les beneficia, a ellos y al otro campeón de la corrupción.
Para que se pueda votar se han de convocar elecciones y, por lo que se ve, por el momento no parece que ésa sea la intención del gobierno, aunque en su enroque acaben por hundir el país por generaciones.
Lo triste es que hoy por hoy no existen alternativas consolidadas a tanta podredumbre, que apesta a derecha e izquierda.
Se deberían articular propuestas honestas, que motivaran a ir a las urnas para evitar que salgan siempre las mismas caras y desde luego, concretar leyes, sistemas (y sobre todo una justicia implacable) para acabar de una vez con tanto choriceo, impunidad y desvergüenza.
Por otro lado, que Aguirre salga victoriosa de esta lucha cainita dentro del pp sería una desgracia para nuestro país, puesto que, si llegara a presidenta, sería como Thatcher pero con boina. Ella nunca ha ocultado su admiración por la dama del puño de hierro, auténtico azote de las clases populares de su país y paladina de la privatización de lo público al estilo más salvaje. Con ella las desigualdades sociales se hicieron más patentes y la brecha entre los ricos, cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres, se hizo insalvable. El deseo más querido de Aguirre sería emularla pero en versión cañí.
Peor escenario, ni en una película de terror….
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Exactamente. Es por ahí por donde van los tiros y las desgracias de este país. La ciudadanía española es difícil, muy difícil, y los políticos clásicos tienen clarísimo que la cultura política del español medio beneficia al bipartidismo. La gente sólo quiere identificarse con ganadores, como en el deporte, y vota lo que el marketing electoral le induce a votar. Sólo los partidos que cuentan con dinero suficiente pueden acceder a la publicidad y tener posibilidades de acceder al poder. Así funciona esto que se empeñan en llamar democracia y que no es más que totalitarismo financiero y empresarial.
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Ruido y voladura controlada. Así, pasa desapercibida «la corrupción ideológica que suponen todas y cada una de las reformas del gobierno». Y, ante la debilidad de la izquierda, se tira el lastre por la borda y a gobernar un país empobrecido y sumiso. El reto es muy fuerte para las generaciones que vienen, y los referentes, difusos. A falta de utopías que ilusionen, de líderes carismáticos, quizá esa utopía sea recuperar el terreno perdido, la honestidad y la decencia. Hay alternativas, pero se tienen que cohesionar como partido de gobierno, con sus voces más afinadas y acompasadas: se tienen que mostrar como una izquierda unida y no dispersa.
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Tenemos un enorme problema en este país. Mientras no cambie la cultura del absolutismo mayoritario, la tentacion al gobierno cesarista va a estar ahí para todos y cada uno de los partidos que funcionan actualmente. La mayoría absoluta debería estar prohibida por ley, debería ser obligatoria la participación de todos los candidatos en las tareas de gobierno y habría que cambiar la ley electoral. Para lo anterior, es necesario un profundo cambio en la cultura política de la ciudadanía. Todo lo demás es lo que tenemos hoy: sumisión a poderes financieros y empresariales, totalitarismo despreciable y corrupción como sistema de valores.
Es la ración diaria de utopía que me mantiene aún despierta.
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Hay alternativas, efectivamente, pero si no nos sacudimos el hastío, el asco que nos produce todo y que nos invita a pasar de todo, las cosas no cambiarán. No podemos esperar tres años para unas nuevas elecciones, pero tampoco podemos acudir a una cita anticipada que lo único que asegure es el porcentaje de abstención y voto nulo más alto de la historia. Ese sería el escenario deseado por los campeones de la corrupción. Hay que preparar bien esas alternativas, que su mensaje llegue claro y nítido a los votantes asqueados. Saludos.
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Esa es la estrategia que con toda seguridad está barajando el PP: evitar que el PSOE salga de su calvario particular y que IU pueda maniobrar para buscar más apoyo popular. Aguirre esta al acecho con UPyD afilando los colmillos. Desalentador panorama para la decencia.
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