En épocas de vacas flacas, el fútbol es el mejor ansiolítico para una población que lo utiliza como narcótico en épocas de vacas obesas. El fútbol es, además, el mayor mercadillo del mundo en el que todo se comercia, desde carne humana hasta etéreas ideas, y en el que todo el mundo compra, vende, negocia, salda, liquida o subasta productos muy variados. La mercadotecnia del balón se mueve entre la inmoralidad de una camiseta a 100 euros y la ilegalidad asequible de una imitación a 5 euros, entre el espectador televisivo de pago y el pirata parabólico o digital. Mercado para todos los bolsillos.
Los gobiernos conocen los efectos de este deporte sobre las masas y lo utilizan para venderse: Franco derrotó a la pérfida Albion con gol de Zarra y al comunismo con gol de Marcelino. Zapatero es barcelonista confeso y Rajoy se va al estadio cada vez que puede. Todos se disfrazan de futbolistas. El presidente del gobierno lo tiene claro: “Si uno es ingeniero, químico o futbolista, se le abren todas las puertas del mundo”.
El fútbol tapa las miserias, las carencias, las desgracias, los infortunios y la tristeza generalizada de la población. El fútbol lo tapa todo y los magos del balón se convierten en druidas del optimismo, catedráticos de la vida, astros de las ventas y mercaderes con patente de corso. En la liga de la evasión fiscal ha irrumpido Messi tal vez con la intención de que los Bárcenas, Urdangarín y señora, Botín y los equipos del Ibex 35 pasen a jugar en una especie de segunda división del fraude.
Las estrellas del fútbol venden a sus seguidores estilos de vida basados en alimentos, vehículos, seguros, videojuegos o gallumbos que anuncian a diario. Son rentables comerciales para los dueños de sus turbios derechos de imagen y no suelen cuidar otros aspectos de su personalidad que también venden a sus fans, niños impresionables, jóvenes encandilados y adultos poco desarrollados. Quienes disfrutan de la magia de sus piernas también valoran sus habilidades sociales, entre ellas el manejo de su riqueza y su pensamiento.
Escuchar a la mayoría de los futbolistas produce inquietud si se tiene en cuenta su incondicional público infantil y juvenil. Una entrevista a un futbolista suele ser una oda a los lugares comunes, una elegía al razonamiento o un himno a las muletillas. “La verdad es que…” el discurso de un jugador huele a improvisación, obligación y artificio para arañar minutos de presencia pública, de publicidad. No tienen por qué ser magos de la oratoria, pero sería de agradecer que la cuidasen. Messi evade y confiesa que sólo ha leído un libro en su vida. Messi vende ambas cosas: evadir y no leer.
Otra leyenda del balompié, Pelé, ha coceado la dignidad de sus compatriotas que critican el boato futbolero y reclaman derechos básicos como salud y educación. “Apoyemos a la selección. Olvidemos la confusión y las protestas” ha dicho sin pestañear el ídolo, a lo que el dios menor Romario ha respondido “em silêncio, ele é um poeta”. Pelé defiende los intereses económicos de la FIFA que le paga y no comprende al pueblo brasileño.
Los clubes de fútbol adeudan casi 1.000 millones a la Seguridad Social, la recortadora Generalitat de Valencia compra el Valencia C.F. y Madrid 2020 está a la vuelta de la esquina para el Gobierno de España y la Comunidad de Madrid que escamotean el dinero público de la sanidad y la enseñanza entre otras necesidades básicas. A ver qué pasa. Al “Pan y circo” de Juvenal, defendido por Pelé y todos los gobernantes, se contrapone el lorquiano “Medio pan y un libro” exigido en las calles por la ciudadanía. Entre ambos se interponen la manipulación, la represión policial y las hazañas deportivas de individuos con vergonzantes bolsillos y neuronas despeinadas.
Que viva la Roja! Pero si hasta el fútbol se ha vuelto de izquierdas. ¿Imagináis tal lema durante el franquismo? En fin… Lo de las neuronas perezosas de los futbolistas produce vergüenza ajena.
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Efectos colaterales de tanto golpear la pelota con la cabeza.
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Sólo puedo decir: magnífico artículo.
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