El trabajo de agente comercial es de los más extendidos, sacrificados y, antaño, rentables que hay al alcance de cualquier persona en cualquier sector productivo. A quienes se dedican a la profesión se les conoce también como viajantes, por el modo de su desempeño, o representantes, por la relación establecida entre empresa y trabajador. El nomadismo comercial se practica con la soledad como compañera, la lejanía como destino y la incertidumbre como objetivo.
El representante lleva una vida marcada por los gastos derivados de su itinerancia que, habitualmente, adelanta de su pecunia y posteriormente le reintegra la empresa tras exahustiva comprobación de facturas, hojas de ruta y otras verificaciones del trabajo realizado. El pacto de los gastos de representación se lleva a rajatabla por ambas partes y de su imprescindible e impecable equilibrio con los ingresos depende la dignidad laboral y vital del viajante.
Existe otro tipo de representantes, públicos a más señas, que dañan la dignidad de la empresa que les contrata ejerciendo un abuso casi criminal de los gastos de representación. Le cambian el nombre y los llaman indemnización, como si recibieran daños o perjuicios en el desempeño de unas tareas elegidas libremente. Sus señorías reciben una indemnización por alojamiento, presenten o no factura de hotel o contrato de alquiler, hagan o no uso de la pernocta, tengan o no una o varias propiedades en el lugar de trabajo, se lo ganen o no. Un pellizco para no soltar, tres veces el salario mínimo.
Los presuntos servidores públicos se sirven otra cuantiosa indemnización por desplazamiento. Son viajantes privilegiados que usan taxi, AVE o avión en primera clase porque el estado requiere una dignidad que ellos así mancillan a diario. Cuando no insultan a sus pagadores, el pueblo, usando estos medios, se permiten el disfrute de una flota de vehículos de empresa desproporcionada y con chófer incluido. Y si algún despistado utiliza su propio vehículo, dispone de parking gratuido donde quiera que vaya. Para urgencias imprevistas no dudan en usar aviones o helicópteros estatales.
En cuanto al paladar, disponen de VISA pública para satisfacer sus estómagos y los de sus invitados sin consulta previa de la lista de precios. A ninguno se le corta la digestión cuando le presentan la cuenta porque no se dignan mirarla. También, cuando comen en el lugar de trabajo, disponen de una especie de comedor social cuyo menú roza los precios de los comedores escolares recortados y hasta tienen las copas subvencionadas. Nada de llevarse el tupper de casa, a lo grande, sin miedo.
La empresa les provee de las herramientas pertinentes para el desempeño de su trabajo. No pasan facturas, no compatibilizan los medios propios como haría cualquier comercial; tarifa plana para todos, gratuitos juguetes electrónicos de última generación y altas dosis de autoestima para distraerse en internet, manejar Twitter o Facebook en horario de trabajo o en horario de descanso si son sus hijos quienes juegan con las cosas de comer. Motivos de sobra para perder el trabajo en cualquier empresa decente, no son para ellos ni motivo de escándalo.
Los representantes públicos, además de establecer unilateralmente sus condiciones laborales sin consultar con la empresa -la ciudadanía-, disponen de pagos en negro por los mismos conceptos que perciben a través de las verdaderas empresas para las que trabajan, sus partidos. El comercial político cobra de los impuestos de los accionistas, maneja dinero negro oculto a la empresa estatal, cobra de proveedores favorecidos del estado, maneja cuentas en paraísos fiscales y tiene asegurado un puesto en cualquier empresa privada servida desde el poder. Todo lo anterior, compatible con vitalicias pensiones.
España S.A. despide trabajadores, endurece las condiciones laborales y vitales de la población, liquida la jubilación, la sanidad y la enseñanza mientras mantiene el más vasto y mejor remunerado Consejo de Administración de su entorno. ¿Le extraña a alguien que esté en quiebra?
Yo lo digo sin reventar. Este artículo es todo un lujo. Gracias, Verbarte.
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Gracias a ti por leer.
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Aquí no tengo más remedio que hacer un comentario aunque no soy nada proclive a ellos, acabo de llegar de viaje, desde el lunes desde Galicia para recorrer toda Andalucía, mirando con lupa los gastos, hostales y hoteles a 30,00 €, comidas a base de menús en cafeterías de carretera, las cenas no las paso, y menos se me ocurre pasar las cervezas si se me ocurre tomar alguna, total más de 2.500 Km. para poder levantarme unos 1.500 € al mes, como ves las comparaciones son odiosas, si no lo digo reviento
Porca miseria
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Ya lo ves, Manuel: te levantas al mes casi una indemnización por alojamiento de quienes te piden que te aprietes el cinturón y quizás te acusen de vivir por encima de tus posibilidades. Disfruta de Andalucía mientras estés por aquí, es el único consuelo que puedo darte. Salud.
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