Partidos políticos y ciudadanía

urna

Que los partidos políticos y la ciudadanía están críticamente distanciados es un hecho palpable en la calle y en los altavoces del poder. En la calle se palpa una constante agitación social que obedece a la necesidad ciudadana de que se escuchen y atiendan sus necesidades, sus lamentos y sus propuestas, que también las hay. Los medios de comunicación confirman a diario que los partidos habitan un mundo paralelo, una cuarta dimensión, donde las palabras arman mensajes incomprensibles la mayoría de las veces y preocupantes cuando se entienden.

El PP desprecia y criminaliza la voz de la calle y justifica sus acciones de gobierno con la altanería insultante de un neolenguaje manipulador, lacerante, ridículo, peligroso y estrafalario. El PSOE es incapaz de salir del trabalenguas que ha urdido con su pasado reciente y su presente sin comprender el futuro que reclama la calle. Los partidos minoritarios pegan la oreja a la calle y tratan de chapurrear el lenguaje llano y sencillo del que han estado apartados por sus respectivas ortodoxias ideológicas. La calle no les entiende.

La calle y el partido, la cara y la cruz de la moneda democrática rodando en direcciones opuestas, dos ojos capaces de mirar en direcciones contrarias como los camaleones, una pareja sin amor ni sexo, un desastre. Los partidos yerran al concretar el concepto de democracia en sus prácticas políticas y sus actos. Son aparatos, artilugios inmunes a la voz popular, construidos por y para sí mismos por la ingeniería despótica de una clase social, la política, que no duda en legitimarse a través de unas urnas carentes de valor cuando no se escucha la voz de las papeletas.

La distancia entre el político y la calle puede ser un roce o un universo, de vecindad o de exilio. El concejal de pueblo cuenta con el manto de proximidad que le proporciona ser paisano, pariente, amigo o conocido de sus votantes y suele utilizar al partido como acceso a la peluquería consistorial para peinar delicadamente las necesidades del vecindario. Cuando el partido lo utiliza a él, el peine suele encabritarse y los tirones, enredos y trasquilones capilares auyentan a la clientela. Los políticos suelen satisfacer a sus votantes cuando utilizan su mismo lenguaje y caminan en su misma dirección.

La ascensión por la escala del poder lleva aparejado, salvo honestas y ejemplares excepciones, el distanciamiento del pueblo. Más penoso que oír los discursos de quienes gobiernan, es escuchar la repetición mimética de sus mensajes por políticos de pueblo y militancia de a pie que se pierden entre consignas infumables y argumentarios poco o nada convincentes. Defender el partidismo existente es, hoy por hoy, alejarse del auténtico significado de la palabra democracia, de ahí el desapego cívico hacia partidos y políticos, de ahí que se les considere un problema, de ahí que la política haya salido a la calle para gritar «que no nos representan, que no».

Cuando el político se profesionaliza y cambia el manto del vecindario por el gabán de la militancia ciega, escenifica esperpentos que le alejan del ciudadano corriente. El distanciamiento entre partidos y ciudadanos corre paralelo al acercamiento de aquéllos a los poderes que condicionan la política institucional y la vida cotidiana de éstos. La democracia no funciona. Hay que hacer algo diferente a aceptar resignada y sumisamente la versión de la realidad que los aparatos de los partidos tratan de imponer. Conviene hacerse oír.

5 comentarios el “Partidos políticos y ciudadanía

  1. Antonio dice:

    Me temo que sólo con ocurrencias no se cambia nada decisivo. El problema es el PODER y es un error pensar o suponer que lo van a abandonar o van entregarlo. Me temo que el BOE y los presupuestos se siguen decidiendo en las Cortes, ignorarlo es hacerles el juego a quienes lo detentan. Lo siento, pero los movimientos tienen que evolucionar, y pueden hacerlo sin caer necesariamente en los errores de los partidos. Me temo que hay que mancharse las manos con la política para forzar los cambios, sólo desde la calle no es suficiente.

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    • Verbarte dice:

      No tengo tan claro que sean las Cortes el lugar donde se deciden los presupuesto o las leyes que son sancionadas en el BOE. Creo que es en las Cortes donde se da forma a lo que la banca, la patronal o la iglesia exigen a los gobiernos. Desde la calle, en este país, se han conseguido cosas en un pasado no muy lejano. Hoy, en la calle, se está llamando la atención sobre la estafa financiera y la estafa democrática. Por algo se empieza.

      Hay que tomar partido, partido hasta mancharse, pero no con estos aparatos partidistas.

      Salud

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  2. Juan dice:

    Es la moqueta. Nosotros pisamos el asfalto; los políticos profesionales, los de la “gran” política, caminan con zapatos impolutos. Ni una mota de polvo, ni el roce de un tropiezo en la calle. Viven un mundo que no es real; piensan que la realidad es la que publican los medios y están equivocados. Lo escribes muy bien, con negrita incluso para que no pase desapercibido: Defender el partidismo existente es, hoy por hoy, alejarse del auténtico significado de la palabra democracia. Los partidos políticos españoles abusan de la palabra democracia, se llenan la boca de ella pero la dejan fuera de sus sedes, aparatos y estructuras.

    Mientras que los partidos tienden a perder influencia, compromiso y empatía la democracia se manifiesta hoy en los movimientos ciudadanos. Los partidos pierden adeptos y ganan rechazo aunque, pero lejos de buscar nuevas formas de acercarse al ciudadano y compartir compromisos, me temo que seguirán por la misma que les ha llevado a tanto desafecto. En todo caso, el sistema hará lo posible para asegurar su pervivencia, la de los partidos, ya que estos actúan como tentáculos y coartada del propio sistema.   

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    • Manuel dice:

      Juan, suscribo todo lo que ha escrito, chapea

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    • Verbarte dice:

      Más calle. Más compromiso ciudadano. Más participación activa. Aunque se derrumbe la esperanza, no veo otra alternativa que intentarlo. La depresión colectiva es la aceptación de la derrota y por ahí no paso.

      Dudo que los partidos quieran, sepan o puedan cambiar su modelo y adaptarse a la calle. Los cambios nunca vinieron desde arriba, sino desde abajo. En ello estamos. Salud,

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