El límite de la paciencia

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Se suele decir que todo en esta vida tiene un límite, a excepción, tal vez, de la codicia humana, pecado capital que acerca al ser humano a la órbita animal de la familia carroñera. En éstas estamos, devorando cuerpos de vecinos disparados por predadores apostados en las bolsas, el mercado y los parlamentos. Cazan con precisión, como profesionales experimentados, con escopetas, cepos, anzuelos o cebos envenenados, a una humanidad indefensa que, a falta de pan, lanza sus hambrientas fauces contra el trozo de cadáver más cercano. Y se ríen. Los matones del sistema se ríen de sus víctimas, antes incluso de que caigan abatidas, como las hienas.

La tragicomedia de la crisis sobrepasa los límites de lo razonable y de lo ético, de lo justo y de lo necesario, de lo humanamente soportable. Y va a más. Las exigencias de la codicia tensan la resistencia cívica, más allá del umbral del dolor, hasta la muerte por inanición o suicidio. Poco a poco, los límites del sufrimiento quiebran a individuos aislados que sucumben a la presión de la codicia. Y los codiciosos se ríen, como hienas, y van más allá aumentando el dolor producido por sus actos y omisiones con hiriente palabrería surrealista.

Los defensores de la estafa financiera, impulsores del desempleo, causantes de necesidades, codiciosos privatizadores del patrimonio público, cazadores de las libertades civiles, evalúan el sufrimiento de estafados, parados y necesitados. Y se ríen. Porque no son otra cosa los artificios verbales que utilizan para explicar el dolor, sino befa y mofa hacia el paciente pueblo sometido a su codicia y a la de quienes han financiado su ascenso al poder. Están agradecidos. Y se ríen pensando en los once millones de incautos a quienes estafaron con un programa electoral y asedian con otro no votado por nadie.

Si los ciudadanos pierden trabajo y casa, si elevan la legítima y constitucional voz de una ILP, primero los criminalizan, luego hacen una ley al dictado financiero y, por último, se ríen como hienas. Cospedal se ríe de la democracia al señalar que su rebaño, a diferencia de los nazis, deja de comer para pagar la hipoteca, ignorando y riéndose de quienes hace mucho tiempo que padecen dificultades digestivas a causa de unas hipotecas con fraudulentas cláusulas y burbujeante precio consentido. Pujalte, acto seguido, escupe sobre las paciencias afirmando que la dación en pago es para comprar otro piso.

Si los jóvenes, en un arrebato desesperado, se ven abocados a ofrecerse como barata mercancía virgen a la codicia del mercado, primero los criminalizan, luego los acusan de pasividad laboral y, por último, los empujan al otro lado de los límites del estado español. Fátima Báñez, emérita socia de honor de la CEOE, profesional exclusiva de la política, hiena mística y rociera de los despidos y las políticas de empleo, se ríe de la juventud y del resto de los españoles llamando movilidad externa a la dura y cruda emigración.

Si en los hogares vuelven a ser manjares el pan duro, la fruta madurada en exceso, la leche aguada o la comida acopiada en los contenedores de supermercados, primero criminalizan, luego multan por coger comida de la basura y, por último, cobran la consulta y los medicamentos para paliar los efectos del hambre mal arreglada. Arias Cañete, político de oronda figura, se ríe como una hiena al legalizar los yogures caducados y recomienda ducharse con agua fría para ahorrar una energía de precio desorbitado y reír a mandíbula batiente por los efectos de la tiritera.

Otras hienas se ríen de nosotros. Reig Plá, obispo no practicante de sexo, se ríe de la hosexualidad o de la procreación y calla sobre la pederastia. Sáenz de Buruaga se ríe de toda provisión de alimentos a los pobres que no sea bendecida por la COPE. Joan Rosell, presidente de la codicia, se ríe de los trabajadores y pide que los jueces no intervengan en los despidos.

Las risas de las hienas no tienen límite. Hienas sin almas, sin escrúpulos, sin conciencias, sin vegüenzas.

¿Tiene límite la paciencia del pueblo?

A continuación, magnífica fotografía de Juanjo Martín (EFE) que ilustra la crónica de Cuartopoder en la que se relatan los apaños del PP para sacudirse a Bárcenas. Dos auténticas hienas riéndose de todo.

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3 comentarios el “El límite de la paciencia

  1. Conrado Castilla dice:

    No lo podías haber dicho mejor Juan C.

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  2. Juan C. dice:

    En ese muestrario de imbéciles con altavoces, que tan magníficamente esbozas, particularmente incluiría a Rafael Hernando, diputado cunero por Almería, que compara Andalucía con Etiopía porque pretende garantizar tres comidas al día para los más necesitados.
    En todo caso, tanta estupidez considero que responde a una estrategia diseñada por la derecha. Pretenden alejar a los ciudadanos de la política para quedársela para ellos. Rajoy dio la clave cuando alabó a la «mayoría silenciosa», que ni si manifiesta ni sale en los informativos. La derecha sabe que este espectáculo diario produce hartazgo en el electorado que no le vota y sabe que sus votantes son fieles que acuden a la urna electoral religiosamente. La estrategia es clara: si en la oposición fomentaban la crispación para mantener prietas las filas ahora se conjuran en provocar la desidia y el aborrecimiento por la política para garantizarse el triunfo.

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