El dolor y la miseria de los pueblos siempre han contado con sangre en los tinteros para mojar los cálamos y escribir las más negras páginas de la historia. La historia de España tiene demasiados renglones trazados por calígrafos obstinados en utilizar tinta roja-sangre, aun cuando la propia historia no fuera tan negra como la escribieron. El uso del terror como gramática cotidiana apela a los más frágiles sentimientos de la población y a sus más bajos instintos para escribir el relato de la realidad con las vocales del miedo, las consonantes del odio y la puntuación del rencor.
El absurdo e irracional terrorismo de ETA ha servido, durante décadas, para que los dos partidos mayoritarios construyesen un discurso político en el que asesinados y asesinos les han servido de decorado, a PP y PSOE, para presentar los problemas reales y acuciantes de la población como secundarios. El terrorismo, durante décadas, ocupó el lugar -en el podium de los problemas del país- que ahora ocupan la estafa financiera, el paro y la corrupción. El humo de la pólvora etarra ocultó las llamas económicas y sociales que estaban en el origen del incendio que hoy consume a España.
El terrorismo de ETA fue utilizado arteramente como arma arrojadiza por ambos partidos para captar votos, dinamitar al contrario y despejar el camino hacia el poder ante la lamentable ausencia de programas pensados para el pueblo. El bipartidismo encontró en el terrorismo un discurso sentimental para espolear conciencias y mover a un electorado apático ante sus propuestas políticas. Un atentado de ETA fue, durante demasiado tiempo, la arenga definitiva que desnivelaba las urnas en favor de uno u otro partido, llegando al esperpento de los atentados del 11 M en el que se priorizó la autoría del atentado sobre sus propias causas y consecuencias.
Las sucias bocas que, durante décadas, manosearon interesadamente el vocabulario del “terrorismo etarra” obedecían a sucias mentes reacias a borrar el terror de la realidad social española. La suciedad del discurso terrorista radica en su uso, bastardo y utilitarista, para resistirse a reconocer la derrota de la infame banda armada y su exclusión social. Hay bocas en este país que no dudan en invocar al terrorismo para señalar con él a quienes les incomodan y justificar sus atroces políticas. Hay mentes en este país que etiquetan de terroristas a colectivos sociales con una patente de corso lingüística sumamente peligrosa y nada democrática.
La boca de Cristina Cifuentes lleva tiempo ametrallando la convivencia con sujetos, verbos y predicados que en nada responden a la realidad que pisa cotidianamente el pueblo español, pero que la distorsiona lo suficiente para que el ciudadano desprevenido tropiece y caiga en la metáfora terrorista que solo existe en su mente dañina y su interesada boca. Al ruido de sus ráfagas se une el del pelotón de fusileros verbales del PP que, haciendo piña, atronan enfurecidamente e impiden que se oiga con nitidez la limpia voz del pueblo.
Cristina Cifuentes, el PP, utiliza vocablos relacionados con el terrorismo para escribir la historia de dolor y miseria que viven los españoles al calor incendiario de las políticas neoliberales que defienden con uñas, dientes y lengua. Lo malo que tienen las bombas-lapa del lenguaje es que, de vez en cuando, se llevan por delante a quien trata de adosarlas a su objetivo. Cristina Cifuentes, el PP, ha vuelto a sacar la gramática terrorista para acusar a casi todos los españoles, “casi” porque, hasta ahora, sus acólitos y militantes están excluidos de esta verborrea.
Han abierto el debate y, como una bomba-lapa deficientemente colocada, el discurso se ha vuelto en su contra y en la calle se señalan sus políticas, sus recortes, sus desahucios, sus privatizaciones, su corrupción y su falta de compromiso ético y político con el pueblo, como verdaderos referentes del terrorismo social que se está llevando por delante a quienes son acusados de terrorismo. Al paso que va el PP, España será muy pronto un país poblado exclusivamente por terroristas que no van a tener más remedio que echarse a la calle gritando “España Ta Askatasuna”, España y libertad, ante la necesidad de expresarse sin temor a ser criminalizados, identificados, aporreados, multados y encarcelados. Como antaño.
Cristina Cifuentes, ¿No es la misma que el año pasado fue acorralada y escupida por un grupo de ciudadanos, saliendo finalmente idemne?. ¡Lástima!.
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A este paso, con el sólo hecho de salir con una pancarta a la calle para protestar, seremos tildados de terroristas.
Los verdaderos violentos son aquéllos que, con sus recortes y sus medidas indiscriminadas contra la población, con la corrupción que los pudre a todos y su impune desfachatez, siembran, día a día, semillas de ira y de odio, semillas que pueden convertirse en amarga cosecha para sus sembradores…
Como decía el gran Wyoming anoche: «El marco que están dejando es tan estrecho, que al final quedaremos todos fuera…».
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