La otra educación

Teleducacion

Un sistema educativo no susceptible de mejora es, como mínimo, sospechoso de conformismo y resignación. El sistema pefecto sólo existe en una utopía que, sin embargo, debe ser la aguja que señale el camino a seguir para no caer en un anquilosamiento lesivo para el conocimiento y el progreso social. Kant postuló que el hombre no es más que lo que la educación hace de él. La educación se postula como víctmima necesaria para manufacturar hombres y mujeres que cincelen la sociedad de forma ajustada a los intereses de quienes, insistente e históricamente, meten pezuñas y garras en el sistema educativo.

El árido e inhóspito desierto educativo de los estudiantes españoles supone una travesía que termina hoy en las bolsas de trabajo de países donde se valora mejor que aquí la educación impartida. Pezuñas y garras hacen cuanto pueden por desprestigiar un sistema que, a su pesar, sigue dando resultados que este país no sabe aprovechar. Desde que Unamuno espetase el famoso y manido ¡Que inventen ellos! y Millán Astray su ¡Muera la inteligencia!, España es un país de educación suicida.

El sistema educativo recibe maltrato político, recibe las embestidas de las pantallas que abducen a jóvenes, niños y adultos, y recibe los empellones que los adultos le propinan con indiferencia. Es la otra educación, la contraeducación, más fuerte, más feroz y más valorada que la educación impartida en las aulas, la que más predicamento social tiene. En la actitud de la sociedad se puede constatar cuáles son los principios educativos que han moldeado a los hombres y mujeres de España, muy pocos de ellos mamados en el sistema educativo.

El grueso de la formación infantil y juvenil recae en quienes más horas y medios dedican a educar, activa o pasivamente, a la población. La televisión y las nuevas tecnologías son amas de cría y tutores de una infancia, cuyos padres han renunciado al papel educador, abandonada a las enseñanzas de las pantallas. La juventud contempla, a color y con todo lujo de detalles, los modelos que el plasma y la retroiluminación ofrecen para elegir pensamientos y comportamientos. Son más las horas dedicadas consentidamente al ocio en los hogares que al negocio de una educación correcta y sana. Las familias han claudicado y agradecen más a las tecnologías la distracción de sus hijos que a los maestros y profesores las enseñanzas impartidas.

Dedicar un tiempo diario a la educación de los hijos, a los deberes o la lectura, es un engorro para la mayoría de las familias, un trabajo arduo y pesado que muchos mayores rehúyen irresponsablemente. La conexión de los hijos a dibujos animados, a series idiotizantes o a juegos solitarios supone para muchas familias su propia desconexión de la educación, obligada e imprescindible, de sus hijos, hijos que conocen mucho mejor a Steven Seagal o a Bart Simpson que a Marie Curie o a Pitágoras, mejor a Shin Chan que a Aristóteles, mejor a Jesulín de Ubrique que a Cervantes, mejor a los tubos catódicos que a los Reyes Católicos, y mejor el mando a distancia que la calculadora científica.

El profesorado, denostado y vejado por políticos y padres, lucha contra molinos de viento que golpean con dureza su frágil armadura docente. La sociedad educa a su descendencia en el axioma de que los maestros son personas vagas, adoctrinantes y egoístas, incapaces de enderezar lo que a diario se tuerce obstinadamente en los hogares. Esa misma sociedad exige al sistema educativo un rol punitivo y correctivo al que la patria potestad ha renunciado por incómodo y, cuando es aplicado, no son pocos los casos de denuncia o agresión en defensa de una tiranía infantil y juvenil en auge y descontrolada. La educación hogareña es la que más daña al sistema educativo y la que más se queja de la inoperancia ajena.

Los políticos, desde la demagogia y sus intereses, proponen reformas educativas que no conducen a ningún lugar por estar concebidas desde despachos ideológicos con el adoctrinamiento como metodología. A una reforma educativa hecha con pezuñas partidistas le va a suceder otra reforma hecha con garras también partidistas. Para ocultar sus coces y zarpazos, PP y PSOE siempre cuentan con la complicidad de un pueblo cómodo dispuesto a acusar a los maestros de los males que la propia sociedad genera desde los sofás del conformismo cómplice.

3 comentarios el “La otra educación

  1. Gachupina dice:

    Salvo que la enseñanza en España aburre a un muerto y es memorística hasta la exasperación. Un esfuerzo grande para aprender muy poco. Poca enseñanza por proyectos, poca resolución de problemas reales…Necesitamos mejores maestros y muchos más apoyos. Dejen de echar balones fuera.
    s

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  2. cesar antonio dice:

    hasta que los españoles honrrados no despierten,todo seguirá igual,y eso lleva tiempo sudor y lagrimas

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  3. madamebovary dice:

    Embrutecer y adoctrinar como objetivo político; y la tele, el trabajo sucio con la ignorante complicidad de muchos padres. Un terrible agujero negro. Saludos.

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