Hoy no se fía, mañana sí

sisifo

Confianza es la palabra que, desde hace años, utilizan los próceres para acurrucar en su discurso una esperanza necesaria que les acredite como personas capacitadas para salir de la crisis. Confiar es dar esperanza a alguien de que conseguirá lo que desea. El diccionario de la Real Academia orienta sobre las aviesas intenciones del gobierno. Los mercados, según el gobierno, vuelven a confiar en España, han recuperado la esperanza de conseguir lo que desean y han llenado, gobierno y mercados, las calles y las plazas de desesperanza cívica y humana desconfianza.

Dijo Quevedo que la confianza es el mayor despeñadero. Por él ruedan las esperanzas depositadas en urnas transparentes cada cuatro años, por él ruedan las palabras vociferadas en las campañas electorales, por él ruedan los sueños descalabrándose con cada decreto ley ofrecido en el altar de los mercados. España rueda cuesta abajo por el despeñadero y la confianza en los partidos políticos se ha hecho fosfatina por el desdén de quienes pastorean en los presupuestos públicos hacia sus votantes presuntamente soberanos. Desde la victoria de Felipe González hasta la de Mariano Rajoy, la confianza se ha depreciado y ya nadie confía en los farsantes empedernidos.

Dice el gobierno que no puede atender una demanda popular, avalada con millón y medio de rúbricas, porque se perdería la confianza de los mercados en España; que hay que salvar a la banca, sacrificando vidas humanas para ello, para que el sistema confíe en España; que hay que apretarse el cinto y la dignidad, sólo las clases menos pudientes, para que las bolsas recuperen la confianza en España; que hasta que no se recupere la confianza, no volverá el crecimiento. Y lo dice sin pestañear, con la convicción de que el pueblo aún confía en sus palabras, repetidas por sus muecines desde los alminares mediáticos, hasta la saciedad.

La ciudadanía debe rebelarse ante la sumisión de los gobernantes a la divinizada confianza de los mercados. Es hora de colgar en nuestras conciencias, como en las vetustas tabernas, un cartel con la leyenda “hoy no se fía, mañana sí”, otro advirtiendo de que “se prohíbe el cante (malo)” y tal vez un tercero que diga “reservado el derecho de admisión”. Cuando un político deja, como han hecho casi todos, de ser fiable, lo sensato es retirarle el crédito de la fiabilidad; cuando su oratoria pierde la impostura de la verdad y castiga chirriante los oídos de los gobernados, mejor hacerle callar; y, si persiste en su empeño, debe prohibírsele la entrada en la intimidad electoral de cada persona.

Los mercados que deciden nuestro presente y nuestro futuro desde anónimos despachos, donde deciden cuánto, cómo y cuándo hemos de pagarles una deuda planificada desde el artificio contable de la prima de riesgo, no son de fiar. Quienes les sirven ciegamente, mientras practican la corrupción y todas las formas imaginables de perversión del poder, tampoco son de fiar. En España se han instalado la desconfianza y la desesperanza como huéspedes imprevistos. Nadie se fía de nadie. El vecindario sonríe de reojo, con una daga bajo la lengua y los oídos prestos a eschuchar lo que desean. La convivencia huele a desconfianza, a recelo, a soledad.

Todos los días hay un político, en cualquier lugar de España, empujándola en el despeñadero. Todos y cada uno de los impresentables que compiten, en noticiarios y tertulias varias, para ver quién tiene la cara más dura y la insolencia más elevada golpean y traicionan la confianza ciudadana en las urnas y la democracia. Hay que dar un golpe en el mostrador para que reaccionen, o mejor se vayan, y gritarles enérgicamente, en las próximas elecciones, que hoy no se fía, que no den más el cante y que el derecho de admisión está en manos de la ciudadanía.

3 comentarios el “Hoy no se fía, mañana sí

  1. Conrado Castilla dice:

    En España si hay democracia lo que ocurre es que está descafeinada por unos políticos mediocres que utilizan sus mecanismos para hacerse con el poder sin pararse a pensar en la ciudadanía.
    Un número más o menos elevado de ciudadanos le otorgan su confianza a un partido u otro, pero luego a la hora de reclamarle por el abuso de confianza, pocos son los que realmente se señalan, es más fácil criticar en los bares o como ahora en los foros sin que eso tenga la menor repercusión.
    Si estamos indignados, si estamos asqueados de estos político, debemos, efectivamente de negarle el derecho de admisión en nuestras conciencias, en nuestras casas y si es posible, en nuestras vidas.
    La alternativa desde luego no está en cambiar de partido, eso ya ha ocurrido recientemente y ahí están las consecuencias. Somos los ciudadanos los que tenemos que insistir en que la razón está de nuestra parte, y que aquellos que quieran ser nuestros representantes deben mostrar que lo merecen, en caso contrario deberán dedicarse a otra cosa.
    Enhorabuena una vez más por tus acertadas palabras que me hacen reflexionar sobre el día a día, y no perder la esperanza.

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  2. YoMismo dice:

    Dices «Todos y cada uno de los impresentables que compiten, en noticiarios y tertulias varias, para ver quién tiene la cara más dura y la insolencia más elevada golpean y traicionan la confianza ciudadana en las urnas y la democracia. »

    Cometes un error de base, pues en España NO HAY DEMOCRACIA. Sufrimos una dictadura de partidos estatales, ni más ni menos, por lo tanto, nadie a traicionado una democracia que no existe.
    Cuando si han traicionado a la democracia, es en el momento en que eliminaron la posibilidad de instaurarla, en los pactos de la Moncloa del ’77.

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  3. cesar antonio dice:

    yo recomiendo algo imposible pero que yo personalmente si que hago no boto al PPSOE

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