Mentiras y silencios

tele-mata

Las mentiras anidan en los oídos y amenazan con desahuciar la razón de los cerebros para instalar en ellos una realidad paralela, virtual, prefabricada, hecha a la medida de los profesionales del embuste. La inmediatez actual de la información ha favorecido la aparición de un ejército de pinochos que a diario pone sus huevos en los pabellones auditivos acondicionándolos con cerumen intencionado y torticero. Los engaños, parásitos de la comunicación y la convivencia, necesitan de muy poco para crecer y multiplicarse y lesionan de gravedad los organismos que los acogen.

La ciudadanía está infectada de mentiras y parece disfrutar rascándolas en lugar de extirparlas y sanar sus oídos, como sería lógico, antes de que el cerebro colectivo se resienta. En pocos días, los medios de comunicación se hacen eco, o las producen ellos mismos, de decenas de mentiras que bordan la actualidad, para ajustarla al deseo de Pinocho, y bordean la dura realidad social. Conectar una radio, una televisión, un ordenador, o leer la prensa, son hoy actividades de riesgo que se practican con cierta inocencia infantil. Como mal menor, las noticias cabrean hasta sacar de quicio.

Definitivamente, la dignidad se pierde cuando Pinocho mueve la lengua ante un micrófono o se deja acariciar por una cámara. Sabe que va a mentir, que pasará por mentiroso, pero es el papel que ha elegido y trata de hacerlo bien, con desparpajo, con profesionalidad, sin dignidad. Sabe que sus compañeros de escenario haran lo mismo, que sus apuntadores mediáticos reforzarán su mensaje, que sus trolas tendrán que competir duramente con los bulos de otros pinochos y que las falacias del día siguiente ocultarán bajo un pliegue de la memoria las de hoy. También sabe que los oídos del público se rigen por la máxima goebbeliana “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” y el aforismo daliniano “que hablen de mí aunque sea mal”.

Produce estupor ver o escuchar a los máximos responsables de un partido político y de una nación mentir ufana y reiteradamente sobre el caso Bárcenas. Es pasmosa la arrogancia con la que Merkel engaña a Europa sobre la necesidad de extender la pobreza para crear (su) riqueza. Es asombroso que el estado hable de proporcionalidad en las cargas policiales contra manifestantes. Es desconcertante oír decir al actual gobierno que su objetivo es el estado del bienestar. Es sobrecogedora la manera en que los partidos presentan un programa que no dudan en asesinar cuando alcanzan el poder. Repiten, repiten y repiten sus mentiras, una, dos, tres y mil veces, para transfigurarlas en verdad.

Hasta el límite de la indignidad se han arrastrado como culebras, en un solo día, la señora Dolores De Cospedal y el señor Toni Cantó. No cabe mayor afrenta ni desdén hacia la inteligencia que las palabras de una persona, adicta a los sueldos y a la erótica del poder, para explicar la situación contractual de Bárcenas en su partido. Tampoco se puede imaginar mayor escarnio y vejación hacia las mujeres que las palabras, tan populistas como peligrosas, pura ideología UPyD, escritas por un cómico-florero, otrora galán de los escenarios, para que se hable de él, aunque sea mal, y volver a remolcar su figura ante las cámaras.

Pero la angustia, la ansiedad, la aflicción, la inquietud y el desconsuelo se instalan en nuestros oídos cuando en ellos anida la peor de las rapaces, lo peor de la fauna política, el silencio. Nadie en el PP quiere nombrar a Bárcenas, hicieron memorables cabriolas verbales para no hablar de rescate, contorsionaron el lenguaje para eludir sus privatizaciones como parte de nuestra realidad y, ahora, la Comunidad de Castilla La Mancha quiere desahuciar del diccionario la palabra desahucio. Silencio. Ruedas de prensa sin preguntas. Respuestas envueltas en el celofan de la mentira. Silencio e impunidad.