Indultos e insultos

indulto

Un indulto es una gracia por la cual se remite total o parcialmente o se conmuta una pena. Corresponde al Consejo de Ministros proponerlo y a Su Campechana Majestad firmarlo y concederlo. Desde hace años, los indultos en España se obstinan en ser, más que una gracia, un cachondeo, una burla al más elemental sentido de la justicia, un regate al respeto cívico, una ágil pirueta sobre el decoro. La extravagancia en los los indultos hispanos se refleja en la capacidad indultadora atribuida al presidente de los suplicios taurinos o en la suplantación del Jefe del Estado por el Cristo del Perdón en Málaga.

Todos los gobiernos de España han utilizado alguna vez el indulto como antojo de embarazada primeriza, produciendo enojo en gran parte de la población y distanciándolo del concepto de justicia. Gallardón se ha estrenado en el arte de los indultos arcanos, Montoro se ha lucido con su amnistía, un indulto tan generalizado como injusto, y Aguirre ha desfigurado la condena de Carromero hasta homologarla en la práctica a un indulto. Se indulta a Adelson antes de cometer delito, se indulta a la banca de la estafa global, se indulta a las multinacionales que pactan precios, se indulta la corrupción bajo una manta de buenos propósitos y se indulta a los mossos de escuadra convirtiendo el indulto en insulto social.

Santiago del Valle, condenado por el asesinato de la niña Mari Luz, ha solicitado su indulto, del que los medios destacan la ortografía y la gramática como enjundia informativa, aprovechando la barahúnda que envuelve al gobierno, a la oposición y a la ciudadanía. Sin entrar a valorar su juicio y condena, llama la atención que este ciudadano se sienta legitimado para pedir el indulto. Un país no puede estar bien de salud cuando dispensa indultos como genéricos sin receta, haciendo pensar que cualquiera puede acceder a ellos aunque su solicitud no participe de la excelsa ortografía del despacho donde trabaja Gallardón Junior.

La indulgencia de los gobiernos para con quienes no la merecen es tan notoria como su férrea indiferencia hacia quienes tienen soldadas sus vidas a una abyecta hipoteca con suelo, cosidas a una infame preferente o grapadas a un indestructible contrato de telefonía. Son los gobiernos quienes condenan a sus ciudadanos al yugo empresarial y a las flechas financieras, los mismos gobiernos que, tarde o temprano, sientan a sus componentes en en los consejos de administración de las empresas o a los empresarios en el Consejo de Ministros.

Los pecados mortales se indultan, se disimulan o se premian con insultantes puestos en Bankia, Telefónica, Iberdrola, La Caixa o Endesa. Los pecados veniales se castigan con recortes, impuestos, paro y desprecio cada vez menos disimulado. Ya, para los creyentes, no queda ni tan siquiera el recurso de la absolución porque, a la vista de lo que quizás está pasando en el Vaticano, ni los ministros de Dios son de fiar. Y para colmo, los sobres que recibe la población en general sólo contienen facturas, multas, requerimientos o publicidad, ni una sola carta de amor, ni un miserable billete de quinientos.

La élite política se autoindulta cuando prevarica, cuando evade, cuando se corrompe, cuando miente y cuando incumple sus programas. Lo siente mucho y proclama que no volverá a ocurrir. La justicia no es, triste evidencia, igual para todos los españoles. A pesar de todo, no renuncio, no tiro la toalla, porque estoy jodida pero contenta.

Un comentario el “Indultos e insultos

  1. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen... dice:

    En este país no existe la división de poderes que promulga la constitución, tan cacareada y manoseada por muchos de los políticos (en lo que les interesa a ellos) y tan olvidada en lo que se refiere a los derechos de los ciudadanos.
    Si a esto le añadimos los intereses de las grandes empresas y de la banca, también claramente conectados con los poderes anteriores, no es de extrañar todo lo que está pasando.

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