La humanidad está marcada por tragedias que han dejado sus cicatrices indelebles a lo largo de su historia. Las catástrofes naturales han sido, son y serán fenómenos que producen duelo social, a veces global, por amenazas pendulares que se escabullen de la lógica a la hora de ser explicadas. Terremotos, tsunamis o volcanes suman al dolor por las muertes y los destrozos que ocasionan la incertidumbre de una amenaza que potencialmente pende sobre cualquier persona. Los cataclismos cuentan con la resignación como respuesta a su acción porque el azar y la fatalidad los fundamentan y su predicción es casi quimera.
Pero la humanidad sabe, desgraciadamente mucho, de otras tragedias, con el factor humano en su origen, que la han marcado. En esto casos, la resignación es suplantada por la sumisión que provoca el miedo, compañero inseparable de quien sufre guerras o, como en la actualidad, estafas univerales sobre el segmento débil de la población. Ante calamidades evitables, el miedo convive en las conciencias individuales con la ira y el desprecio hacia quienes las provocan.
La capacidad del ser humano para competir destructivamente con la naturaleza parece no tener límites. Una mínima parte de la sociedad trabaja con desmesurado aínco para fagocitar a la mayoría convirtiendo el sufrimiento ajeno en beneficio particular. Utilizan el miedo como arma fiable y tratan de esconder su responsabilidad bajo apariencia de catástrofe cuasi natural para esquivar la indignación y el deseo de venganza de la población. Los tiranos posmodernos se alían entre ellos para desplegar una maniobra envolvente desde todos los flancos sociales, asolar las vidas de los inocentes y rapiñar en las ruinas los despojos que hallan a su paso.
La conducta de esta minoría, moderna peste negra, afecta a la población de manera indiscriminada. Las huestes financieras, la armada política y las mesnadas empresariales han decidido finiquitar el bienestar de la población. La sociedad sufre espasmos agónicos, causados por las medidas políticas adoptadas en beneficio de banqueros y empresarios, con sumisión y furia contenida, de momento. Sin sentimientos ni moral, los aliados gozan y se reparten el botín social, como piratas desalmados, y esta actitud la contagian a su infantería y a gánsters espontáneos que surgen por doquier.
Poca humanidad cabe suponer en quienes hacen de la corrupción su negocio, del sufrimiento ajeno su beneficio y del empobrecimiento general su catecismo político. La peste corrupta ha infectado a los partidos políticos, la peste codiciosa ha infectado a la banca y la peste mezquina ha contagiado a los empresarios. Entre tanta peste, entre tanta plaga, surgen desaprensivos mafiosos que, emboscados en el caos general, hacen sus particulares saqueos, llegando su despropósito a cebarse en personas tan indefensas como las que transitan en nuestra sociedad por las estrechas aceras de la discapacidad.
Entre tanto político sin vergüenza, entre tanto estafador bancario, entre tanto explotador negrero, no sorprende que pase desapercibido el caso de la Fundación Clavell, dedicada presuntamente al cuidado y atención de personas con discapacidad. Este caso eriza la conciencia y pone de relieve que presuntas personas llegan a comportarse como hienas maltratadoras de discapacitados, no dudan en explotar a sus trabajadores, estafan al estado en beneficio propio y cabe esperar que lo nieguen todo ante la justicia ofreciendo una cabeza de turco para escapar indemnes.
A pesar del susurro informativo, devorada la noticia por la peste negra de Bárcenas, los ERES, la familia Pujol, Amy Martin o Urdangarín, anónimas conciencias derraman lágrimas de impotencia ante esta infamia desde lugares tan recónditos como, pongamos por caso, el Alto Alagón salmantino.
Nuevamente me descubro ante tí.
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Esta sociedad tiene la manga anchísima, tenemos tolerancia 110% , se dice que el poder corrompe….. seguro que no siempre, pero si tiene un alto procentaje de posibilidades de que suceda, por desgracia las ONGD tampoco están exentas……a veces poner en estatutos que es sin ánimo de lucro, sólo es una forma de obtener subvenciones estatales y privadas y quedarse con pingues beneficios…que tristeza
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En los años 70 por mucho menos, solamente «Libertad de expresión», la gente le puso mas ganas, pero los jóvenes de hoy a pesar de todos los recortes, muertos y hambre y amén de soportar y ver como nos roban, no les veo moverse demasiado……………….. y ellos están siendo los mas perjudicados……………………………. No lo entiendo……. ¿Tanto es el miedo……..?
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El peor de los miedos suele ser la conciencia de tenerlo.
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Deprimente, desolador, enfurecedor… Se mire por donde se mire, se toque lo que se toque, salpica la porquería y la podredumbre moral por doquier.
Me pregunto cuánto más profundas serán las tragaderas del pueblo español y si alguna vez reaccionará…
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La peor podredumbre es la que apoltrona a las masas en los sofás lamiéndose las heridas mientras esperan que de los cielos baje algún mesías para solucionar sus problemas. Ofertas de mesías no faltan: Rosa Díez, Mario Conde y, ahora, Esperanza Aguirre. A río revuelto…
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Se rien de nostros, jajajajajajajajaja
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Pues si estos son los «mesías» que nos van a conducir a «la tierra prometida», apaga y vámonos…
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