Las culturas indígenas de América contemplaban la naturaleza como la parte del cosmos asequible al ser humano para desarrollarse como tal. Siglos de convivencia con el entorno natural les facilitaron comprender que el hombre y la naturaleza son una misma cosa y que de su relación armoniosa dependía el bienestar de ambos. Las tribus indígenas desrrollaron el Sumak Kawsay (1) que, traducido del quechua, es el Buen Vivir, un modelo social que promueve vínculos sostenibles con la naturaleza, distanciados del disfrute privado en favor del disfrute público. Esta visión se refuerza con un proverbio de las tribus indias de norteamérica: “La Tierra no es una herencia de nuestros antepasados, sino un préstamo de nuestros descendientes”.
La civilización y el progreso llegaron en forma de conquista con espadas, picas, ballestas, espingardas y arcabuces como sórdidos argumentos para sacarles de tamaño error y reconfortarles con verdades absolutas que los dioses europeos proclamaban como universales. La sabiduría ancestral y las tribus salvajes fueron sacrificadas en honor a una nueva cultura que proclamaba el derecho del más fuerte a cautivar la naturaleza en su ámbito privado y le concedía la potestad divina de practicar la generosidad con los más débiles a su capricho y voluntad. Lo natural, que era público, se convirtió en patrimonio privado para servir a los nuevos dioses, antepasados celestiales del actual dios del consumo y la rentabilidad.
La despensa colectiva que natura ofrecía se tornó en anzuelo para que un sólo pescador doblegase a cientos de personas que debían servirle para obtener bocado, so pena de martirio y garrote, o debían proveerle de tesoros naturales para canjearlos, siempre a la baja, por sustento y dignidad. Desde el descubrimiento de América, los civilizadores europeos se lanzaron en tropel a privatizar, en nombre de sus coronas, el nuevo continente violando todas las virginidades, vegetales, animales, minerales, filosóficas, culturales y humanas que éste ofrecía. La cruz y la espada, al servicio del materialismo, privatizaron América como llevaban siglos haciendo con Asia y África y todavía hoy, en el siglo XXI, no han consumado su conquista global.
Privatizar los pertinentes remedios para cubrir las necesidades humanas es la filosofía del sistema económico imperante, como la historia recoge, para que el ser humano sea esclavizado por una élite que difícilmente encaja en el concepto de humanidad. Una sociedad que destruye alimentos, mientras propaga el hambre como arma de dominación, no puede llamarse ni humana ni civilizada. Una sociedad que permite destruir la naturaleza en aras del avaro deseo de una ínfima minoría, se está condenando a sí misma. La mal llamada civilización occidental ha permitido privatizar todos los recursos naturales, incluida el agua de la lluvia (2), para ser ofrecidos a la población, a precio de oro, sin importar que la naturaleza muera de sed. Es la ley de la espada, la cruz de la humanidad.
Hoy, las carnes europeas sufren los devastadores efectos de la penuria provocada artificialmente por unos cuantos conquistadores financieros apoyados en los virreyes de la política que nos evangelizan, a hostias sin consagrar, sin despeinarse. Concrétamente, los conquistadores del norte exigen privatizar los derechos de los débiles del sur apoyados en virreyes como los que ocupan los gobiernos de España, Portugal, Italia o Grecia. En España, hoy se está degollando la sanidad, la educación, la asistencia o la justicia; la energía, la telefonía, la banca y otros productos de primera necesidad se han privatizado desde que arrancó la democracia.
El préstamo de nuestros descendientes se está dilapidando en nombre de la herencia recibida de unos antepasados con tan sólo siete años de antigüedad, pero la verdad es otra y arranca de muchos siglos atrás. Como a los indígenas colombinos, nos están estafando con baratijas ofrecidas como joyas. Estamos haciendo el indio.
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Se pude ver el documental «Sarayaku kaparik: el grito por la dignidad» integro en la dirección: http://vimeo.com/13755334
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Gracias por el aporte.
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Las preguntas del millón son ¿Por qué nos estamos dejando someter sin oponer resistencia?, ¿Por qué estamos haciendo el indio mientras nos roban nuestro futuro y el de nuestros descendientes?. ¿Por qué permitimos que una minoría avariciosa y sin escrúpulos domine a la mayoría?.
Aún así creo que el capitalismo se está suicidando y más tarde o más temprano está destinado a desaparecer porque, como bien dices, este sistema, depredador despiadado e implacable de seres humanos y de la naturaleza, no puede durar eternamente porque los recursos de la tierra no son infinitos. Quiero pensar que en algún momento la conciencia de la mayoría oprimida cambiará para desgracia de esa minoría salvaje y desalmada.
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