El 8 de enero nos enteramos de que CiU devolverá el dinero estafado a la Unión Europea para eludir a la justicia y a la decencia del estado. El día 9 de enero, la “justicia” libera a un joven preso político a los 56 días de su detención durante la huelga general del 14N. El 10 de enero, en Elda (Alicante), policías de paisano irrumpen en una reunión de presuntos terroristas desahuciados por los bancos para identificarles. El 12 de enero, en Segovia, la “justicia” libera a un condenado por homicidio imprudente militante del partido del gobierno. El 12 de enero, en Granada, la Coordinadora Sindical Estudiantil organiza un concierto para pagar el impuesto revolucionario que la injusticia exige a dos estudiantes detenidos en un piquete del 14N. Enero de 2013, siglo XXI.
El 11 de enero, el gobierno responde por escrito a una pregunta de Gaspar Llamazares sobre multas y detenciones indiscriminadas de manifestantes y dice, sin rodeos ni pudor, que “La sanción administrativa a la que se hace referencia tiene como objeto concienciar del deber de cumplimiento con la normativa vigente y de colaboración con los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, cuya misión es proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana”. El 12 de enero dimite el secretario de Estado de Seguridad por “razones personales”. Nada más personal y más íntimo que una conciencia atormentada por la responsabilidad de su firma ante la obediencia ciega y desbocada de sus subordinados.
Informarse es un ejercicio que, en la última semana, eriza los vellos del recuerdo y produce escalofríos en la memoria. Parece ser que la conciencia de la ciudadanía de a pie debe ser formateada de urgencia para instalar una nueva clonada del ideario del Partido Popular. Los métodos utilizados para el cambio (¡al fín se conoce el verdadero cambio!) son los mismos sobre los que la transición pasó de puntillas y los mismos que provocaron el acoso y derribo al juez Garzón. Yugos y flechas vuelven a despertar en la geografía del recuerdo de un país en el que demasiada gente hibernaba de espaldas a la luna, la cara al sol, el brazo izado hacia adelante y la palma de la mano extendida hacia el horizonte.
El gobierno del Partido Popular tatúa a la ciudadanía la palabra “enemigo” en un lugar visible de sus cuerpos o de sus almas, lo mismo les da. El gobierno necesita un enemigo para mostrarse como amigo de quienes merodean en los contenedores de basura buscando alimento, de quienes no tienen más ocupación que encontrar respuestas y culpables asequibles de su ruina personal, de quienes han perdido hasta su imagen cuando se miran al espejo y no se reconocen. Ahí están los enemigos de siempre: los pobres, los que protestan, los rojos, los desaliñados, los extranjeros, los ateos, los parias, los rebeldes, los gitanos, los homosexuales, los intelectuales… la gente de mal vivir en definitiva.
Preocupan los hechos protagonizados por el gobierno y preocupan los supuestos que pueda protagonizar. Preocupa Morenés tarareando marchas militares para responder a catalanes y vascos, preocupa Wert esputando el verbo españolizar sobre la diversidad, preocupa Gallardón situando la justicia en un anaquel imposible para el bolsillo medio, preocupa Aguirre sembrando la cizaña de vagos y maleantes, preocupa Cospedal, preocupa Cristina Cifuentes, preocupa Báñez, preocupa el marido de Ana Botella, preocupa don Tancredo Rajoy, preocupan los somatenes de La Razón, ABC, Intereconomía, la COPE o la TRVE secuestrada, y preocupa la conducción de odios individuales que está pergeñando el aparato del PP para enfrentar a las dos Españas sempiternas.
Los españoles, por la presión psicológica y social que la crisis neoliberal ejerce a diario y por la tensión acumulada, necesitan desfogar, necesitan un rostro al que culpar, necesitan una explicación creible o no, necesitan un enemigo identificable al que desarmar. El gobierno hace lo posible para ofrecer un enemigo fácil, pero su interpretación, sus actos, le hacen acreedor al papel de enemigo que se está ganando a pulso. De enemigo del pueblo. De enemigo público.
(Aquí aparecía un insulto eliminado no por su gravedad, sino por no ser necesario en un diálogo entre personas) eres.
Es de estupidos «apolillaos» hablar de yugos y flechas como de los terroristas «rojos».
Cambia el chip.
Hay que decirle a cualquiera que use la fuerza desmedida contra nuestros hijos, que los suyos tambien estan ahí.
Que tenemos que salir de donde estamos, nos haya metido el desgraciao que lo haya hecho.
Que es un imbecil el que detras de estandartes del siglo pasado, se escuda para culpar a su vecino, compatriota, español.
Que nos van a comer por los pies las grandes potencias y particulares sin escrupulos, especuladores extranjeros, sobre todo.
Que ser español es lo mas grande que le ha pasado en su vida. Y que le va a pasar.
Que al que nos la juega, nosotros los españoles, se lo vamos a cobrar. Todo se andará.
Que me devuelvan mi dinero, mi honrra, mis vecinos y mi pais.
Y un ruego, si veis a algún «apolillao», trasmitidle mi mensaje por si no le llega.
Y de corazon (Español), gracias si lo haces.
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Gracias por leer, gracias por pensar.
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