La nube de la historia

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La historia, como las nubes, etiqueta los días de forma imperceptible a pesar de que tratan de ocultar el sol y la verdad. Nadie proclama la culpabilidad de los nimbos, los cirros o los cúmulos ante la ausencia del sol o de la luna. Nadie proclama la culpabilidad del olvido falsamente pactado ante la repetición obcecada de la cronología social. Las nubes y la historia son fenómenos visibles e intangibles ante los que las personas han decidido hacer la vista gorda y protegerse de ellos pensando que un nuevo amanecer los ahuyentará, los ocultará, los desvanecerá temporalmente.

Pero vuelven. Las nubes y la historia siempre vuelven para recordar que el sol, la luna, el presente y el futuro están tercamente sometidos a ellas, que el sol es ausencia de nubes y la historia es un bocado que se come parte del presente. Vuelven, tarde o temprano vuelven, y pillan al personal desprevenido, distraído con el sol deseado, enfrascado en el presente, pensando en el futuro. Vuelven, se van de nuevo y entonces se olvida el nublado soportado, el mordisco encajado, por uno, dos, tres o más días. Es más placentero disfrutar el sol, disfrutar el presente y olvidar las nubes y la historia que se aceptan dócilmente como parte del decorado en el que discurre la vida.

Los días nublados son apropiados para rememorar retales nublados de la historia. Los días nublados huelen a moho, a oscuridad, a pesadilla, a miedo, a luto, y el pretexto para soportarlos es una esperanza soleada y cálida tras la cortina de la noche. La historia es la conciencia que tapa el sol del futuro y también, como un día nublado, despide fragancias que estorban el sueño del presente. La conciencia de la historia remueve los sueños e impide dormir adecuadamente a unos cuerpos que se desvelan para que sus mordiscos no les pillen dormitando. Los hogares han habilitado las chimeneas o las mesas camillas como refugios para combatir la estación de las nubes y aderezar la historia al calor de la lumbre o el radiador.

El pasado ha vuelto feroz, como una alimaña de las historias desgastadas por el uso que los mayores cuentan y los más jóvenes escuchan con la incredulidad taponando sus oídos. España, desprevenida, ocupada en disfrutar el presente pensando que es eterno como el futuro, distraída en una cálida realidad de quincalla, confiada por la ausencia de nubes, ha sentido la dentellada cuando un enorme trozo de su cuerpo ya ocupaba las fauces de una fiera que muestra sus colmillos reclamando más carne. La historia, como las nubes, ha proyectado en el presente sombras de un pasado mal olvidado que se vuelve a repetir ante los ojos atónitos de una generación, ajena a él, descendiente de quienes escribieron ese pasado, esa nube de la historia falsamente olvidada.

La juventud se pregunta por qué se parece tanto su presente a las historias casi clandestinas que ahora recuerdan haber escuchado en boca de sus mayores. La juventud no comprende qué ha pasado para que se amplifique en la TDT y la prensa azul un discurso radical que sus mayores llaman de extrema derecha. La juventud no asimila que se golpee y se detenga a la gente en la calle como sus mayores cuentan que pasaba en los tiempos de la última nube que cubrió a España durante cuarenta años. La juventud ve cómo las historias de analfabetismo, enfermedad y pobreza que contaban sus mayores son tendencias cotidianas en las redes sociales y abren cada día los noticiarios.

Ahora que la bestia ha despedazado el futuro de varias generaciones, ahora que la juventud tiene los oídos afilados por el miedo y la incertidumbre, ahora que la oscuridad vuelve a encapotar el cielo de España, ahora es el momento de reconocer a los herederos del nacional catolicismo y señalar a los responsables del nuevo golpe a los derechos y las libertades que, oculto tras la nube de la estafa financiera, vuelve a repetir una porción de la reciente historia de España falsamente olvidada.

La crisis es global, se sufre en todo el mundo, pero España vuelve a resucitar sus propios fantasmas que la hacen diferente. Han vuelto las nubes y la historia que nunca se fueron definitivamente.