Ni fin del mundo ni fin de peromias. El almanaque de la vida deshojará su último aliento el 31 de diciembre, como todos los años, y, sin sorprender a nadie, aparecerá de nuevo el día uno de otro mes, de otro año, de otras esperanzas, de otras ilusiones, las mismas de toda la vida. Los rituales ancestrales se volverán a repetir con esa fe desgastada que constituye la base de la cultura popular: doce campanadas del reloj, doce uvas acompasadas; un íntimo deseo, un público incumplimiento; un fin de año, una continuidad sin fin. Las uvas, como la vida, son frutos para consumir sin ninguna proyección mágica, por mucho que nos empeñemos en otorgársela.
Los mayas no han errado, hemos errado quienes buscamos desesperadamente el final de un presente de agrio futuro por arte de birlibirloque, quienes buscamos en los hados imaginarios las soluciones reales que no somos capaces de alumbrar por nosotros mismos. Tampoco se cumplió la profecía de Nostradamus ni el temido fin del mundo preconizado por los agoreros informáticos para el redondo año 2000. Vivimos en una continua búsqueda de un holocausto ajeno manteniendo los ojos cerrados ante el holocausto que nosotros mismos estamos empecinados en autocondedernos con nuestros votos y nuestra pasividad. El holocausto real se anuncia a diario en prime time, en potada a cinco columnas y en cualquier conversación casual con la primera persona que se cruza con nosotros por las aceras cotidianas de la vida diaria.
Los jinetes del Apocalipsis del siglo XXI no cabalgan a la grupa de zaínos corceles ni se anuncian con trompetas finiseculares. Los jinetes del Apocalipsis del 2013 se sientan en los mullidos asientos del consejo de ministros y sus trompetas replican el sonido de la estenotipia que esculpe nuestros destinos en el Boletín Oficial del Estado. Pero concedamos un prudencial margen al optimismo al modo del Partido Popular: una vez asesinados, es imposible morir; una vez arrasados los derechos ciudadanos, es imposible su secuestro; una vez empobrecido el pueblo, es imposible robarle sus constitucionales ilusiones; una vez arrasada la esperanza, sólo es posible buscarla y volverla a encontrar.
Como en las cosechas que alimentan a la población, la siega no es más que un preámbulo festivo a la alimentación y un punto y seguido que culminará con otra siembra que propiciará nuevos frutos para segar, alimentar y extraer nuevas semillas. Lo que el diablo neoliberal está haciendo en el sembrado de los derechos ciudadanos debe ser motivo de júbilo pagano, con la vista puesta en la siguiente campaña, y, por si acaso, hay que tomar nota del parásito que ha diezmado la cosecha para fumigarlo en primavera a la hora de depositar las semillas renovadas en las urnas electorales.
En la nochevieja de 2012, las campanadas sonarán lúgubres. Cada cuarto reproducirá 1: el “¡Qué se jodan!” de Andrea Fabra (compartido por el gobierno), 2: el “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” culpabilizador del PP, 3: “ La herencia recibida” excluyente de la política económica de Aznar, 4: la rediviva represión franquista de las protestas impuesta por Fernández Díaz, 5: la encomienda de Báñez al santoral para solucionar angustias, 6: el concepto de vagos y maleantes aplicado por Aguirre a todos los sectores productivos, 7: la justicia sin venda impuesta por Gallardón, 8: la educación elitista rescatada por Wert, 9: la amenaza militar resucitada por Morenés, 10: la eutanasia como concepto universal de salud patrocinada por Ana Mato, 11: el “Que inventen ellos” promovido por Soria y 12: la agricultura y la pesca al servicio de Mercadona que complace a Cañete. El brindis será con una copa de vil garrote impositivo de Montoro y otra de estafa global de De Guindos. Cerrará la velada el carrillón descendente del “hágase tu voluntad” con el que Rajoy bendice todo lo que complace a Merkel.
¡Ojo con las uvas! contienen huesecillos que pueden atragantar. Escúpalas. Escúpales.
Año 2012, larga noche,llena de temores, miedos,de horribles pesadillas,el ALTISIMO nos defenestró a las profundidades de lo más siniestro. AÑO 2012 los MAYAS no se equivocaron:Han regresado los doce ángeles del INFIERNO…Esperamos al Redentor.
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