Este año la navidad viene amarga, nada que ver con el villancico que la anunciaba dulce y nada que ver tampoco con el otro clásico de “vuelve, a casa vuelve, por navidad”. Este año algunas familias celebrarán por todo lo alto que uno de sus miembros emigre por motivos laborales, saliendo de casa y ahorrando un plato en esas entrañables comidas adobadas con cuñados e invitados forzados. Este año, las burbujas del champán se trocarán en muchos hogares por burbujas de gaseosa y lágrimas producidas por los estallidos continuos de esas otras burbujas que han estafado y estafan a España y al mundo: la tecnológica primero, la inmobiliaria después y la financiera siempre.
Las loterías este año también vienen amargas y tristes. Con resignada melancolía se acepta como premio la esperanza de poder pagar la salud, la educación, la dependencia, los pleitos, el robo eléctrico, la estafa hipotecaria, los productos básicos del hogar, la sisa de las telefónicas y el largo etcétera que asedia a la ciudadanía. Hoy las pedreas son pedradas y alcanzan, por primera vez, a la inmensa mayoría de los españoles y las bolas numeradas han cambiado el tradicional bombo giratorio por el BOE de los decretazos. Los niños de San Ildefonso han sido apartados del escenario, cediendo sus voces el protagonismo al embustero coro de Génova y a los filibusteros graznidos eructados con agradecida satisfacción desde los medios afines al régimen pepero.
Las cenas de empresa, también amargas, casi han desaparecido del costumbrismo y, en las escasas que tengan lugar, las ausencias por despido tendrán más protagonismo que las presencias atenazadas por su incertidumbre laboral. Parte de esas asusencias celebrarán que los comedores sociales no hayan sido cerrados aún por Mariano o degustando manjares procedentes de los bancos de alimentos. En el mejor de los casos, cenarán en familia, devorando lo que puedan proveer las diezmadas pensiones de los abuelos, con el gélido escalofrío que produce pensar que están cenando por encima de sus posibilidades. El viejo deseo solidario de sentar a un pobre en la mesa navideña se cambia este año por la necesidad de sentar en ella a un rico que la costee.
Las peregrinaciones consumistas de estas fechas son amargas. El afilado borde de las tarjetas de crédito ha quedado romo después de que el afilador de Moncloa haya suprimido las pagas extras a unos trabajadores públicos rebautizados por su partido como vagos, haya elevado el IRPF a todos los trabajadores públicos y privados, haya subido el IVA que no iba a subir, haya abierto la puerta a masivos y baratos despidos, haya obligado a las familias a repagar su salud y haya permitido que el dinero cubra las necesidades de la banca a costa de los derechos ciudadanos reconvertidos por su partido en caprichos prescindibles. Este año el público acudirá a los grandes almacenes para acceder al aire acondicionado, por ahora gratis, y rebajar de esta forma la factura energética de los hogares. Los bazares, atestados de tentaciones, serán recorridos con la mirada del deseo por parásitos climáticos, antes conocidos como clientes.
El amargo ritual navideño de este año podría prescindir de alumbrados para poder pasear por la calle sin que se se perciba la tristeza y la preocupación, cuando no la necesidad o el hambre, que decoran los rostros y las vidas de la gente. Los pascueros bien podrían sustituirse por coronas de crisantemos, más acordes con el ambiente creado por los artífices de la estafa que asola el país. Habrá a quien ronde la tentación de ambientar el clima navideño de este año con gasolina y bombas, en lugar de aguardiente y zambombas, a pesar del espíritu pacífico que siempre ha caracterizado a esta zona del calendario.
Este año, y los siguientes, igualados por una perenne amargura, se gritará por las calles: ¡Navidad, amarga navidad!
A pesar de todo, existen otras realidades navideñas aún peores que las nuestras y todas tienen su origen en los mercados y los poderes que trabajan para ellos. Escuchen la canción de Ska-P, a ser posible en la mismísima nochebuena.
También es recomendable esa tradición añeja y recurrente con menos mensaje que la anterior:
Pues a los del FMI no les afecta la crisis, total, con lo que nos roban ya pueden pagarse cenas pantagruélicas. ¡Ojalá les cojan unos cólicos que no les paren hasta el día del juicio final!.
http://www.publico.es/internacional/447893/el-fmi-ofrece-a-sus-empleados-una-pantagruelica-cena-de-navidad?rlabs=1#comentario-23
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Los huesecillos de la uvas tienen faena por delante.
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